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El magonismo es una forma de vida digna

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octaviosolis

14 diciembre, 2023 @ 10:27 am

El magonismo es una forma de vida digna

John Womack inicia con una idea poderosa el capítulo III de su libro ya clásico, Zapata y la Revolución mexicana:

“Como de los matrimonios, así de las revoluciones: para que salgan bien, se necesitan muchos años. Madero realizó el derrocamiento de Díaz en 10 meses de planeación y de acción. Fue una victoria alcanzada demasiado pronto. La coalición que logró formar en el invierno de 1910-1911 no era una apretada organización revolucionaria, no era una probada banda de camaradas de ideas y voluntades semejantes, que obedeciesen a un jefe indiscutido” (Womack, 2011: 66)

Como sí se dio en el proceso revolucionario de 1917 en Rusia. Lo curioso de esta definición, es que encaja perfectamente con el tipo de organización emprendida desde 1900 por los hermanos Flores Magón. Un grupo compacto, doctrinario, jerárquico. Sólo que su organización no será la que dirija la Revolución en nuestro país en 1910. Se ha escrito mucho sobre las razones que los llevó a quedarse en el exilio en Estado Unidos, mientras acontecía el anhelado estallido social que fomentaron, promovieron y vaticinaron desde su trinchera: Regeneración.

La tradicional crítica o defensa sobre su negativa para dirigir el levantamiento armado en México, oscila entre su radicalismo ideológico y que la toma del poder nunca fue de su interés. Para algunos, la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano (PLM) se volvió sectaria conforme transitaron del liberalismo al anarquismo; para otros, la disputa del Estado no era parte de su estrategia programática[1], pues para ellos, esa no era la solución de fondo a los problemas sociales. En ese mismo sentido, se dice que los herederos de su ideología en la vía de los hechos, fue el zapatismo en Morelos, y que por lo tanto, no fracasaron, sino que la bandera cambió de portador.

Se ha mencionado también que la división del Partido Liberal (1903) y los dos intentos fallidos de levantamiento armado en 1906 y 1908, además de sus largos años en prisión (fueron liberados el 4 de agosto de 1910; a escasos tres meses de la Revolución) no les permitió organizarse bien para dirigir el estallido social[2].

Durante mucho tiempo se les redujo -desde la historia oficial- a Jesús, Ricardo y Enrique Flores Magón, únicamente como los precursores de la Revolución mexicana, pero esta mirada cercena toda su capacidad orgánica y hasta militar al inicio del gran movimiento social de 1910.

Radicalización ideológica

“El anarquismo es políticamente liberalismo radical”

De alguna manera, todas las anteriores versiones contienen algo de verdad, pero también, ninguna por sí sola, agota la explicación de aquellos acontecimientos que definieron de alguna manera, el rumbo de nuestro país. Es cierto que Ricardo Flores Magón y su grupo más cercano se radicalizaron; que esa conversión ideológica los llevó a prácticas sectarias que con los años los terminó por aislar políticamente, pero eso no explica por sí mismo, la razón de por qué no dirigieron la Revolución, de lo contrario, los radicales nunca hubieran tomado el poder en Rusia en 1917, o Francia en 1793 con los jacobinos.

Cuando publican -el 7 de agosto de 1900- por primera vez Regeneración, el lema del semanario era “Periódico jurídico independiente”, el cual fungía como un foro de denuncias contra las instancias judiciales corruptas. En esa etapa inicial cuidaron mucho el no enfrentarse abierta y directamente contra Porfirio Díaz, quien incluso utilizó las críticas que ahí aparecían para deshacerse de algunos políticos que le llegaron a hacer sombra, como el ministro de justicia, Joaquín Baranda, a quien hizo renunciar, y el Ministro de Guerra, Bernardo Reyes, que fue enviado como Gobernador a Nuevo León.

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Imagen: sicmx.org

Para el 15 de diciembre de 1900, su semanario pasó a ostentar el lema: “Periódico independiente de combate”. En tan sólo cuatro meses adquirieron una presencia nacional y reconocimiento porque llenaron un vacío que el régimen produjo, tanto ideológico, al abandonar (mejor dicho, momificar) el liberalismo, pero también práctico, porque el Porfiriato había cerrado la política; es decir, la vida pública era casi monolítica; desde 1890 Porfirio Díaz unificó todas las logias masónicas y no existían partidos políticos. De ahí que cada reelección se volviera la oportunidad para abrir la política y por ende, sacudir al régimen.

En tanto semanario de denuncias judiciales, había tolerancia por parte de Díaz. En cuanto pasó a convertirse en periodismo militante y anti-reelccionista fueron encarcelados el 15 de mayo de 1901. Para entonces Ricardo y sus hermanos contaban con un prestigio nacional.

Un momento clave de esa nueva oposición a la dictadura, fue el Congreso Liberal en 1901, convocado en San Luís Potosí, por Camilo Arriaga, nieto-sobrino de Ponciano Arriaga, ideólogo liberal en La Reforma y el Constituyente de 1856. No es casual que el primer protagonista del Partido Liberal haya sido Camilo; la historia cifra sus designios en la memoria. Desde 1892 –con el movimiento estudiantil en contra de la tercera reelección de Porfirio Díaz- había surgido una generación que apelaba al glorioso pasado liberal con el que se había forjado la patria reciente.

A partir de ese Congreso se constituye el Partido Liberal, la base política que diez años después será la estructura (al menos una parte) para la campaña maderista. Resulta curioso el hecho de que Ricardo haya leído por primera vez a todos aquellos teóricos radicales como Marx, Bakunin, Kropotkin en la biblioteca de Camilo Arriaga y años después lo habrá de defenestrar públicamente por sus diferencias ideológicas.

El gran cisma entre la dirigencia del Partido Liberal empezó en 1903, ante la inminente sexta reelección consecutiva de Porfirio Díaz, quien había modificado la Constitución para ampliar el periodo presidencial de cuatro a seis años. El grupo encabezado por Camilo Arriaga y Antonio Díaz Soto y Gama, publicaron un manifiesto donde insistieron en la lucha política por la vía legal y que, sin promover una candidatura alterna, apelaban a la educación como medio de transformación social, mientras que la fracción liderada por Ricardo Flores Magón, concebía la lucha armada como única alternativa.

En respuesta, los liberales magonistas constituyen en 1905 la Junta Organizadora y publican el mítico programa político del PLM en 1906; aún conservan el liberalismo como su ideología, pero apelan a la vía armada como táctica. El programa contiene una reforma social de gran calado, el cual se convertirá en un referente programático para el Constituyente de 1917. Será hasta 1908 que el magonismo abrace -internamente al inicio- el anarquismo como su estrategia de lucha, aunque ya de manera pública lo hará con el manifiesto de 1911 “Tierra y libertad”. De donde se inspirarán los zapatistas para su Plan de Ayala.

Eduardo Blanquel enuncia con claridad “El anarquismo es políticamente liberalismo radical” (Blanquel, 1962: 87). Finalmente esas dos filosofías están hermanas desde la preponderancia del individuo frente al Leviatán colectivo: el Estado. Ponen en el centro de la vida la libertad, y para que ésta exista sin cortapisas, debe sostenerse en la voluntad humana sin condicionantes externos. Esto es, cuando los seres humanos han alcanzado una conciencia sobre sus propios límites, su responsabilidad social y como especie; su capacidad de colaboración para con los otros sin perder su potencial humano.

El matiz entre el liberalismo radical y el anarquismo, esa diminuta frontera ideológica, es que el primero deja una pequeña mediación entre la voluntad individual y un poder externo, para regular la naturaleza humana, mientras que el anarquismo pretende desterrar toda mediación de poder ajena a la voluntad individual, espontánea. Su liberalismo radical deviene entonces en anarquismo, cuando advierten que el origen de todos los problemas sociales está inscrito en el derecho positivo que sostiene la propiedad privada, en ese poder ajeno al poder de la voluntad individual. Para ser verdaderamente libres, hay que proscribir cualquier poder que enajene la voluntad humana; todo acto humano que esté condicionado, no será auténtico, es decir, libre.

Hay que aclarar que Ricardo Flores Magón mantuvo activa su transformación ideológica, abierto siempre, al estudio permanente y sensible a las transformaciones sociales. Hasta sus últimos años se sostuvo en las coordenadas ideológicas del anarcosindicalismo, al ver el incremento del protagonismo de las organizaciones obreras. Aunque ya nunca abandonó el anarquismo, a pesar de sus lecturas marxistas y reconocer la trascendencia histórica del triunfo de los bolcheviques en 1917:

“El marxismo cobraría importancia para Ricardo Flores Magón a raíz de la Revolución rusa, aunque ya era tarde para que modificara su convicción anarquista, reconoció el avance del pueblo ruso al destruir el zarismo, pero rechazó de plano “la dictadura de Lenin y Trosky” aún “como tránsito a la del proletariado. Una dictadura burguesa o proletaria es siempre una dictadura. La libertad sólo puede alcanzarse por la libre cooperación de los trabajadores para producir sin amos de ninguna especie” (Blanquel, 1962 82-83).

Más que precursores, son revolucionarios

Indiscutiblemente son precursores de la Revolución, su capacidad para deslegitimar al régimen porfirista, nombrándolo como lo que era, una Dictadura y no un gobierno de progreso social, ante la opinión pública nacional e internacional, abonará a generar las condiciones para el levantamiento de 1910. Pero nombrarlos sólo con esa etiqueta de precursores, conlleva a la tergiversación de que quienes triunfaron, consumaron el ideal magonista y esto está muy lejos de ser cierto. Como bien dice Alejandro de la Torre, en la Revolución mexicana cohabitan muchas revoluciones, unas que fueron destruidas, otras sofocadas y sólo una triunfante, de hecho, la más pragmática de todas.

Reducirlos a sólo precursores, obnubila también su potencial para encabezar el proceso revolucionario. Desde esa mirada, pareciera que sólo se dedicaron a la labor periodística de denuncia y doctrinaria, cuando está documentado que había milicias, batallones armados magonistas en Coahuila, Baja California, Chihuahua y Sonora, sin omitir su influencia en el movimiento obrero:

“[…] cuando el 14 de febrero de 1911 Madero cruzó finalmente la frontera para penetrar en Chihuaha, sólo encontrará esperándolo, una pequeña fracción del ejército revolucionario. Muchos de los pocos cientos que acudieron representaban a elementos en los que Madero menos podía confiar. Un número sustancial estaba bajo el mando de Prisciliano Silva, un comandante liberal que se declaraba ante todo leal a los hermanos Flores Magón […] Cuando Silva declaró que no reconocía su liderazgo, Madero arengó a los soldados, quienes procedieron a desarmar a su comandante junto con algunos leales seguidores y lo forzaron a huir a Estados Unidos” (Katz, 2011:116-117).

Uno de los militantes más brillantes del magonismo fue Práxedis Guerrero, quien decidió incursionar en la lucha armada a finales de 1910, muy a pesar del deseo de Ricardo y toda la Junta Organizadora del PLM, que ya habían decidido mantenerse en el exilio, pues consideraban más importante su labor de propaganda ideológica, con el objetivo de radicalizar, desde la tarea doctrinaria, el proceso revolucionario. Pues sabían desde el principio, que Francisco I. Madero sólo pretendía un cambio político sin reformas sociales, por no decir que estaba completamente alejado de una postura anticapitalista.

Contrario a lo que pretendían los dirigentes liberales, para entonces anarquistas, nombraron General en Jefe del Ejército magonista a Práxedis Guerrero, y este, es uno de esos momentos definitorios del magonismo. Claudio Lomnitz relata que “Con mucho dolor, pues, Ricardo y la Junta nombraron a Práxedis comandante general de todas las fuerzas liberales que estaban combatiendo y lo dejaron ir […] En diciembre de 1910, Práxedis G. Guerrero encabezó una incursión militar en Chihuahua. Él y sus hombres lograron tomar Casas Grandes y luego Janos, donde, el 30 de diciembre, una bala lo mató” (Lomnitz, 2016: 367).

Práxedis no tuvo tiempo de organizar y agrupar todas las fuerzas revolucionarias magonistas[3], que bien pudo haber encabezado con mucha inteligencia política -Madero aún se encontraba fuera del territorio y apenas habían surgido algunos cabecillas para esos días-. Él era el indicado para hacerlo, por su trayectoria y carisma, pero en cambio, con su deceso, esas milicias quedaron acéfalas.

La muerte de Práxedis y la disolución de las milicias magonistas en Chihuahua disolvieron la posibilidad de sumar voluntarios para conformar un ejército en forma. Esa animadversión de la Junta hacia el vanguardismo revolucionario va a aislar a sus simpatizantes, incluso ya en el campo de batalla. Katz describe con detalle el momento justo cuando Madero desarma lo que quedaba del ejército magonista en plena toma de Ciudad Juárez, pues Francisco había decidido negociar con Porfirio Díaz; sin embargo, no todos estaban de acuerdo con esa salida política:

“En ese momento, Madero no vio más que una salida: recurrir a Pancho Villa. Le pidió que desarmara a los magonistas pero sin derramamiento de sangre […] Villa probó su lealtad a Madero y a la vez demostró su ingenio. Con lujo de espectacularidad, embarcó a sus tropas en una estación de ferrocarril, operación que distrajo la atención de los oficiales y soldados magonistas, curiosos y desconcertados ante esa conducta. A una señal acordada los soldados de Villa saltaron sobre los magonistas, que no llevaban armas, y con ayuda de los puños, sin matar a un solo hombre, lograron someterlos” (Katz, 2016: 125).

Después de aquella pérdida y de ese duro golpe a la capacidad orgánica del magonismo, quedará sólo un bastión revolucionario: Baja California. En esa batalla se dirime lo último que quedaba por salvar de la relación entre Ricardo Flores Magón y Francisco I. Madero. Ambos desconfiaban el uno del otro. A pesar de venir de las mismas filas liberales, los separaba un abismo ideológico, por lo que su ruptura era inminente; sin embargo, ambos se necesitaban para legitimar sus propios movimientos. Se dice que Madero llegó a ofrecerle la candidatura de la  vicepresidencia a Ricardo. Por su parte, Regeneración va a convocar también al levantamiento armado para el 20 de noviembre.

La sublevación magonista en Baja California empezó con la toma de Mexicali el 29 de enero de 1911 y hasta el día de hoy, es un episodio mítico del que han surgido muchas interpretaciones, sobre por qué fueron derrotados, y sus implicaciones políticas. Ya que se llegó a sostener que dicha insurrección magonista representaba un intento separatista para anexionar la región a Estados Unidos.

Es cierto también, que en otro extremo del imaginario que rodea a la sublevación, se le ha comparado con la comuna de París por las coordenadas ideológicas de los liberales, en vísperas de su manifiesto “Tierra y libertad”. Casi su única posibilidad terrenal de concretar su utopía, para entonces anarquista. Aunque sirvió más que como laboratorio ideológico, pues pragmáticamente, el control de aduanas tanto de Mexicali y posteriormente de Tijuana el 10 de mayo, contribuyeron económicamente a la lucha del PLM y la Junta Organizadora.

En ese tiempo la población de Mexicali apenas rebasaba los mil habitantes, por eso fue posible tomarla, además de su cercanía con la frontera norteamericana. Hubo bastantes norteamericanos involucrados en la toma de esas ciudades clave de Baja California, algo que jugó en contra frente a la opinión pública mexicana, pues se les llegó a denominar como “filibusteros”, con pretensiones separatistas y anexionistas con el vecino del norte, como sucedió en Texas.

Pero en definitiva, lo que más repercutió en contra de esa campaña militar, sostenida hasta el 22 de junio, fueron sus divisiones internas, que junto con la renuncia de Porfirio Díaz el 25 de mayo (el cual será un fuerte golpe a la legitimidad del movimiento) provocará un desgaste en sus bases, lo que se tradujo en una desbandada hacia el maderismo.

Hubo un intento por parte de Francisco I. Madero para acercarse con Ricardo Flores Magón, a través de su hermano mayor, Jesús, quien fue a visitarlo, pero su diálogo terminó en desencuentro, vino entonces la mano dura por parte Madero. Los cabecillas de la Junta Organizadora fueron encarcelados, acusados de violar las leyes de neutralidad, mientras que al poco tiempo el ejército recuperaba Tijuana.

A la Junta Organizadora del PLM le sucedió algo parecido a la derrota de José María Morelos y Pavón, vencido por el ejército de Félix Calleja. Ambos priorizaron la ideología en momentos cruciales de la guerra armada. El cura Morelos supeditó las decisiones bélicas al Congreso de Chilpancingo. Por su parte, Ricardo Flores Magón no entendió que la guerra revolucionaria se gana con mandos militares bien jerarquizados en torno a una figura carismática, que bien pudo asumir él, en ausencia de un personaje como Práxedis Guerrero, pero no fue así.

En cambio, se diluyó su último bastión militar, con la inevitable consecuencia de quedar como una expresión política marginal, sin posibilidad de recuperar su fuerza como en algún tiempo la tuvieron.

La epifanía política negada

En tan sólo 10 meses (como refiere Womack) el magonismo pasó del corazón del proceso revolucionario, a los márgenes de la lucha (Lomnitz). El propio Díaz los consideraba el grupo político más peligroso; quienes podían encabezar y hacer estallar la sublevación, de ahí que estuvieran vigilados obsesivamente, contrario a lo que sucedió con Madero, quien fue subestimado por Porfirio. Nadie se imaginó que aquel “chaparrito” se convertiría durante ese breve tiempo, en un dirigente revolucionario. La Junta Organizadora del PLM había sentenciado su participación electoral como un episodio más de la farsa democrática del régimen, sin posibilidad de construir siquiera, una alternativa política.

Conforme la dictadura recrudece la represión contra los liberales, durante esos diez años de resistencia (1900-1910) la Junta Organizadora radicaliza su estrategia y táctica de lucha. Algo natural, el problema es que en ese camino ideológico dejaron de ver dos elementos importantes y hasta inevitables para lograr el estallido revolucionario (la epifanía política): un líder carismático y el mito nacionalista.

Es cierto que sus dos intentos (1906 y 1908) de levantamiento armado fracasaron por las infiltraciones y traiciones que padecieron:

“Se lanzaron a la lucha en junio de 1908. Sin embargo, las múltiples delaciones, confiscaciones, detenciones y la escasez de recursos –sobre todo de armas- hicieron que de los más de 40 grupos que estaban seguros de levantarse, sólo entraran en combate los de las poblaciones norteñas de Las Vacas y Viesca, en Coahuila, y Palomas, en Chihuahua” (Maldonado, 1994: 39).

Pero también por la ausencia de esos dos elementos, antes mencionados. Ellos lograron la des-legitimidad del régimen dictatorial, pero no pudieron legitimar su propio movimiento de cara a la sociedad. El PLM asumió la esterilidad del voto a lo largo de los primeros cinco años de su fundación, pero dejó de ver su importancia como instrumento de legitimación para la vía armada. A pesar de que Madero nunca quiso encabezar la Revolución, el hecho de apostar por el sendero democrático, allanó el camino hacia la violencia revolucionaria, pues quedó en evidencia que no había más opciones.

¿Qué faltó en esos dos intentos revolucionarios (1906 y 1908), por qué no se logró el estallido social dos años antes? Si fuese cierto que era por las infiltraciones, el maderismo tampoco lo hubiera logrado dos años después, ya que el gobierno también estaba preparado para la insurrección del 20 de noviembre[4], la represión a los clubes anti-reeleccionistas, como en Puebla con la familia Serdán, es un ejemplo, pero en esta ocasión, el movimiento se desplazó de las ciudades al campo y fue ahí donde se consumó la sublevación.

La pregunta entonces es: ¿Qué produjo esa conexión entre esos miles de campesinos y un hacendado ilustrado, con nula trayectoria política?

Se menciona que de último momento, Madero agregó un párrafo en el Plan de San Luís donde hace referencia sobre la devolución de tierras a quienes les fue arrebatada, y que eso conectó con la población rural; sin embargo, el programa del PLM de 1906 contiene de forma explícita y extensa la devolución de tierras a sus dueños legítimos.

En mi libro Epifanía política indago sobre ese proceso cuasi religioso del momento justo cuando estalla una revolución social, de ahí el nombre de epifanía:

“Esa conversión de la ideología como depositaria de una esperanza transformadora de la realidad social y política, bien puede resumirse como la conversión de las ideas en un acto de fe. La teoría deja de ser únicamente un sistema lógico para transitar hacia un sistema de creencias. Se logra la conexión de la argumentación racional con las emociones colectivas. Sólo entonces un planteamiento político podrá influir en una gran masa para que invada y dispute el espacio público. Así es como distintos elementos se reconocen en una compleja unidad, a la vez frágil y sólida, de condiciones objetivas y subjetivas: el mito, la idea de cambio, la suspensión del miedo, un grupo organizado, la necesidad; todo acontece al mismo tiempo” (Solís, 2018: 11-12).

Friedrich Katz establece cinco pre-condiciones para que pueda acontecer una revolución: 1) Descontento social, 2) Politización de amplias sectores, 3) Crisis de legitimidad del régimen imperante, 4) La aparición de una alternativa política, y 5) La percepción de debilidad del régimen. (Katz, 2016).

Si aplicamos este esquema para indagar sobre la influencia y posterior desplazamiento del magonismo en 1910, veremos que Ricardo Flores Magón contribuyó en la politización y la crisis de legitimidad del régimen. Pero no lograron constituirse como una alternativa política, no por falta de programa o de visión, ni por falta de convicciones, valor, o figuras carismáticas, el propio Ricardo tenía una personalidad imponente, sin olvidar al carismático Práxedis Guerrero. La razón consistió en su desprecio hacia el peso político del mito nacionalista y la necesidad de un líder o una vanguardia revolucionaria.

Madero logró incendiar la pradera al asumir ese papel como alternativa política al régimen y utilizar el simbolismo nacionalista. Es importante aclarar lo siguiente: cuando se configura un ente colectivo, que se erige en gran medida por medio de una epifanía política, nunca es por decreto de una vanguardia revolucionaria o inspiración de un líder, sin embargo, este fenómeno tendrá siempre la necesidad de concretarse, encarnar, ya sea en un liderazgo o una estructura colectiva (partido), ya que las ideas deben cobrar cuerpo, para ser asequibles. Sólo así se logra la conexión con amplios sectores sociales.

El lema tierra y libertad fue pronunciado por primera vez en nuestro país, por Ricardo Flores Magón en Regeneración el 19 de noviembre de 1910. Su origen es -sin lugar a dudas- anarquista. Entre las versiones más aceptadas, es que proviene de los Naródnikis rusos de mediados del siglo XIX

Uno de los pasajes más emblemáticos y poco conocidos[5] del magonismo, es el encuentro entre Emiliano Zapata y Jesús Méndez Rangel, quien era un representante de Ricardo Flores Magón, en febrero de 1913, en Morelos. Se dice que Jesús Méndez:

“…fue como delegado de la Junta Revolucionaria establecida en Los Ángeles, California —de la que yo formaba parte[6]— para entrevistar al revolucionario suriano Emiliano Zapata, con el propósito, entre otras cosas, de presentarle el manifiesto anarquista expedido el 23 de septiembre de 1911. De cuya entrevista el mismo Rangel refiere lo siguiente: Zapata ordenó a su Secretario que diera lectura al manifiesto en presencia de sus Jefes y Oficiales, quienes demostraron sus simpatías y buenos deseos para implantarlo en México” (Maldonado, 1994: 53)

Armando Bartra comenta que en ese encuentro entre Jesús Méndez Rangel y la comandancia zapatista, aquel les lee el manifiesto “Tierra y libertad” de septiembre de 1911, y que hubo aceptación y coincidencia con los jefes sureños -de hecho se ha mencionado que el sueño magonista, cobró vida en la experiencia revolucionaria de Morelos, pues expropiaron tierras y fábricas, y antepusieron el colectivismo autónomo- excepto en un punto: el cambio de la bandera mexicana por la roja. Es decir, la fuerza del mito nacionalista fue el motor del inconsciente colectivo en la Revolución mexicana.

El ideario magonista maduró demasiado pronto. En esos diez años de encierro, persecución, represión, conspiración, intentos fallidos de revolución, formación política, militancia, organización de huelgas, Ricardo Flores Magón logró agudizar su mirada programática e ideológica. Se anticipó al bonapartismo de los caudillos del norte, que se montaron en la Revolución para consolidar un nuevo régimen autoritario que duraría 70 años. El problema es que, atalayar tan lejos, lo distanció de una realidad histórica que no supo disputar.

Como sea, la historia también necesita de los héroes derrotados, de las figuras marginadas que sin llegar a la inalcanzable condición inmaculada, logran la proeza de recordarnos todos los días que podemos, y de hecho, debemos vivir con la dignidad en alto. Ese es para mí su mayor legado de mis paisanos, los hermanos Flores Magón.

Bibliografía

Bartra, Armando, (2022), Magón, un anarquista en la Revolución mexicana, FCE, México

Blanquel, Eduardo, (1963), El pensamiento político de Ricardo Flores Magón, precursor de la Revolución mexicana, Tesis de maestría, FFyL, UNAM

Katz, Friederich, (2011), Pancho Villa, ERA, México

Lomnitz, Claudio, (2016), El regreso del camarada Ricardo Flores Magón, ERA, México

Maldonado Alvarado, Benjamín, (1994), La utopía de Ricardo Flores Magón, UABJO, México

Solís, Octavio, (2018), Epifanía política, STUNAM, México

Womack, Jonh, (2011), Emiliano Zapata y la Revolución mexicana, Siglo XXI, México

Notas

[1] Armando Bartra sostiene esta tesis en su libro “Magón, un anarquista en la Revolución mexicana”, FCE, 2022.

[2] Claudio Lomnitz en “El regreso del camarada Ricardo Flores Magón”, menciona con detalle aquellos meses previos a la Revolución.

[3] Es verdad que las milicias magonistas no eran numerosas, pero muchos de los que al paso de la Revolución se convirtieron en Generales, empezaron con pequeños grupos de 50 y hasta 20 hombres, pues lo que importaba era el carisma, como fue el caso de Francisco Villa, quien podía levantar un ejército en semanas.

[4] La Revolución mexicana es la única en el mundo, que fue anticipada con día (20 de noviembre) y hora (seis de la tarde) para su estallido.

[5]  De los pocos testigos que dejaron testimonio de este encuentro está Nicolás T. Bernal en sus memorias escritas muchos años después de haber acontecido.

[6] Librado Rivera, citado en Maldonado Alvarado, Benjamín,  La utopía de Ricardo Flores Magón, 1994, UABJO.

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Sociólogo y Comunicólogo por la FCPyS de la UNAM. Autor del libro Epifanía política y El fin de una era en la UNAM. Twitter @octaviosolis