Internacional

El Saldo de la Resaca Electoral: el Plebiscito Chileno


11 septiembre, 2022 @ 7:48 pm

El Saldo de la Resaca Electoral: el Plebiscito Chileno

El proceso social no va a desaparecer […] Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse.

                                              Salvador Allende

Jorge Grana

Finalmente llegó. El domingo 4 de septiembre el pueblo chileno acudió a las urnas para rechazar o aprobar el texto constitucional emergido de una Asamblea Constituyente. El “Rechazo” se impuso con un amplio margen. De esta experiencia surgen diversos apuntes.

Un pueblo democrático

Chile es un país acostumbrado a los procesos democráticos. Los plebiscitos y referendos son una realidad constante. La dictadura de Pinochet terminó en las urnas. La posibilidad de reunir a una Asamblea Constituyente que redactara un nuevo texto constitucional emergió del sufragio. Desde México es difícil imaginar procesos como el del país andino. Digo esto sin caer en la comparación absurda. Los procesos políticos y las poblaciones poseen diferencias diametrales. Sin embargo, en nuestra nación ha sido difícil consolidar mecanismos de democracia participativa.

La vía chilena al socialismo enseñó al mundo que este se puede instaurar sin recurrir a las armas. El socialismo democrático fue una realidad. “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo”, escribió el Che Guevara en la dedicatoria de su libro Guerra de guerrillas al presidente Allende. Las votaciones del domingo reflejan el espíritu democrático que poseen los chilenos. Empero, la democracia es un régimen de apariencias, de aparente libertad dentro de los márgenes de un sistema de dominación capitalista.  El sufragio dominical tuvo la libertad de votar o pagar una multa por no hacerlo, el voto fue obligatorio.

El triunfo del “Rechazo”

El comportamiento del votante se presta a un análisis artero. Quizá sea temprano para responder la pregunta “por qué”. Sin embargo, es necesario considerar un par de puntos que nos den claridad en medio de la penumbra en la que nos dejó un proceso relevante para la región. En opinión de quien escribe estas líneas, el proyecto constitucional garantizaba una sociedad más justa e igualitaria al nombrar a Chile un país plurinacional y al revertir la Constitución de Pinochet que era opuesta a las mayorías y favorable a los mercados. El nuevo texto otorgaba derechos fundamentales como la educación, la vivienda y la salud.

¿Cómo un texto favorable a las mayorías puede ser rechazado? En primer punto tenemos que considerar las fake news esparcidas por la franja del “Rechazo” y sus militantes. “Vamos al comunismo”, “los pueblos indígenas podrán separarse de Chile”, “Evo Morales influyó en el proceso”. Mentiras.

Cierto es que el discurso de las noticias falsas influyó en el votante indeciso que optó por preservar el orden actual por temor al cambio. La franja del “Apruebo” no pudo contrarrestar las mentiras. Hubo bastantes intentos, pero fueron insuficientes para revertirlas. En el proceso electoral del domingo convergieron dos grandes electores: el joven y el adulto mayor. En opinión de algunos comentaristas, el adulto mayor salió del confinamiento de la pandemia para votar por el “Rechazo”. La tercera edad es conservadora. Quizá por eso los resultados contrastan con los obtenidos por el presidente Gabriel Boric en noviembre de 2021.

Por otro lado, el joven votante es un elector en el que influyen diversos elementos y tendencias ideológicas. Los jóvenes fueron un factor determinante para llegar al Constituyente. Sin la juventud de 2019 en contra de la alza en el precio del transporte no habría proyecto constitucional. Aunque hay un sector identificado con la izquierda, también hay uno que lo hace con la derecha. Un fenómeno de América Latina es el surgimiento de tendencias que pugnan por el libertarismo, espectro ideológico que vela por la disminución del Estado y el dominio del mercado.

El país andino hizo un examen a la administración de Boric. El “Rechazo” ganó en regiones y comunas gobernadas por la coalición del presidente. La aprobación de Gabriel disminuyó después de asumir su mandato. Aunado a la inflación por la que atraviesa al país (similar a la del resto del mundo), la inseguridad aumentó en el terreno chileno.

El papel del Estado

El proyecto constitucional reflejó algo bastante importante: el papel que debe asumir el Estado para buscar condiciones económicas, sociales y políticas equitativas para la sociedad. Chile, el país que fungió como ensayo del neoliberalismo, es una nación con grandes diferencias económicas que comprueban el fracaso del sistema neoliberal.

La urgencia de contrarrestar las condiciones desfavorables de vida llevó a los chilenos a buscar soluciones en gobiernos con tendencias a la izquierda. El nuevo texto constitucional iba encaminado hacia esa ruta asumiendo que el Estado debe ocupar un papel central en la construcción de sociedades justas.

En América Latina es claro que hay dos proyectos de nación diferentes: uno que vela por un Estado interventor y otro que lo hace por un mercado que regule las relaciones económicas. La nueva ola progresista latinoamericana devela la necesidad de revertir las condiciones desfavorables auspiciadas por el mercado.

¿Qué sigue?

Chile debe replantearse hacia dónde quiere ir y cómo lo quiere hacer. ¿Cómo hacerlo? Recurriendo a un nuevo proceso constituyente que tome en cuenta la experiencia del “Rechazo”. Los partidos políticos van a jugar un rol central de convocarse a una nueva Asamblea.

Se debe reorientar el descontento popular de años pasados y canalizarlo a procesos políticos más amplios. Los analistas sugieren a Gabriel Boric un cambio de gabinete, pero lo cierto es que también debe modificar su rumbo. El trabajo de una nueva Asamblea Constituyente debe ir de la mano de un buen ejercicio del poder.

Gabriela Mistral, poeta chilena, escribió: “Dame la fuerza de las olas del mar, que hacen de cada retroceso un punto de partida”. No todo está perdido. El triunfo del “Rechazo” representa el inicio del trabajo colectivo entre gobierno y ciudadanía. Hoy como nunca debe retumbar la sentencia de Salvador Allende: “tengo fe en Chile y su destino”.

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