La incertidumbre y sus efectos en la vida laboral de la UNAM
“Ser libre significa no tener nada que perder”
Janis Joplin
El filósofo Zygmunt Bauman menciona que la historia general del capitalismo se puede dividir en dos grandes momentos: su etapa sólida, pesada, y su periodo líquido, liviano. Esta última etapa la denominó como la “Modernidad líquida”.
Capitalismo sólido y líquido
El capitalismo en su etapa sólida se caracteriza por el predominio de la certeza, el orden, una realidad laboral fija y estable, liderazgos políticos, con una economía industrial de acumulación (fordismo), un Estado social y una visión del mundo cargada de colectividad. “En esa etapa de la historia, el capital, la dirección y el trabajo estaban condenados, para bien o para mal, a permanecer juntos durante largo tiempo”. Cuando alguien entraba a laborar a un lugar, terminaba jubilado en el mismo sitio.
En el capitalismo liviano o líquido no hay certeza laboral. Una de sus características es la anulación de futuro. Quien empieza su vida laboral en una empresa, no sabe dónde terminará en tres años. “La modernidad pesada mantenía el capital y el trabajo dentro de una jaula de hierro de la que ninguno podía escapar. La modernidad líquida sólo ha dejado a uno de ellos dentro de la jaula. La modernidad sólida era una época de compromiso mutuo. La modernidad fluida es una época de descompromiso, elusividad, huida fácil y persecución sin esperanzas.”
El trabajo permanece fijo, pero el capital no, viaja con maleta ligera*, por eso las empresas trasnacionales han presionado a todos los Estados del mundo para que flexibilicen su derechos laborales, con el chantaje de la fuga de capitales. El neoliberalismo agudizó la evaporación del periodo sólido del capitalismo, pero no es su consecuencia directa. Ya que es la suma de diversos factores históricos como la irrupción de la tecnología digital interactiva, el fin de las grandes utopías, la crisis de sentido por las bombas nucleares, la globalización económica, entre otros.
La excepcionalidad laboral en la UNAM
Dicho esto, dadas las condiciones actuales de la vida laboral en México, se podría decir que la gran mayoría de los trabajadores mexicanos viven y padecen el capitalismo liviano, donde sólo hay precariedad sin derechos sociales e incertidumbre. Por eso llama la atención la condición de excepcionalidad en espacios de trabajo como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sobre todo para los administrativos, ya que en el sector académico, sólo una minoría vive en una certidumbre laboral.
Con la crisis sanitaria que actualmente padecemos, esas condiciones de certeza laboral resultan ser una enorme ventaja para salvaguardar la vida; sin embargo, la incertidumbre nos alcanzó. Cada que aumentan los contagios de alguna nueva variante de Covid-19; se cambia el semáforo epidemiológico; se modifican los lineamientos para el retorno seguro; se descubren cosas nuevas sobre las formas del contagio; o se aplica la jornada de vacunación para el sector educativo; asoma cabeza la incertidumbre. ¿Cuándo regresaremos, cómo será el modelo híbrido, regresaremos al semáforo rojo, cuándo se acabará todo esto, estamos ya en el inicio del fin? Desde hace dos años nadie puede responder con certidumbre estas interrogantes.
Desde el día uno de la cuarentena, en marzo de 2020, nadie sabía lo que íbamos a vivir durante estos dos años de crisis sanitaria. !Qué mayor incertidumbre que eso! en un espacio laboral tan sólido como la UNAM para el sector administrativo. Una de las grandes enseñanzas de la pandemia, es que nos obligó a mirar la realidad de forma dialéctica, impredecible, cambiante, pero sobre todo, llena de incertidumbre: como realmente es la vida. Y tenemos que aprender a vivir de esta manera, para incidir en su transformación. Pues aun en el regreso presencial, en semáforo verde y con el virus SARS-CoV-2 controlado y convertido en una simple gripe estacional, ya no hay retorno. Se han iniciado cambios irreversibles -pero además necesarios para prever escenarios de crisis- como el modelo educativo híbrido (presencial y a distancia), que en un mediano plazo puede trastocar la realidad laboral sólida.
“Si la ciencia gerencial del capitalismo pesado se concentraba en conservar la mano de obra, forzándola o complaciéndola para que permaneciera en su puesto y cumpliera con los horarios de trabajo y los programas de rendimiento, el arte gerencial de la época del capitalismo liviano se preocupa por deshacerse de la mano de obra, obligándola a irse. […] adelgazar, recudir, achicar, cerrar o vender algunas unidades porque no son suficientemente eficientes, y otras porque es más barato que los demás se las arreglen por su cuenta en vez de asumir la carga…” (Bauman).
¿Cuál es el origen de esa excepcionalidad laboral?
El Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) se formó durante la década de los años setenta (1972-1975-1977), en las postrimerías del Estado social, en los últimos años del Estado nacionalista, poco antes de que la clase gobernante diera el viraje ideológico hacia el modelo económico neoliberal (1982). Durante la última gran ola de insurgencia sindical en México, se logra consolidar una organización que garantiza estabilidad laboral hasta el día de hoy y que ha logrado sobrevivir ante el naufragio neoliberal.
Otra característica del capitalismo sólido frente al capitalismo líquido, es que en el primero la política está mediada por líderes, mientras que en su versión líquida, son las figuras nombradas por Bauman como asesores (ahora denominados como inflenciadores) los que median la vida pública. La gran diferencia entre uno y otro, es que un líder nos interpela como masa, una comunidad concretada en la acción política. Mientras que los asesores (influencer) nos interpelan como individuos para orientar e influir en nuestro comportamiento, sin la movilización colectiva. Por lo que una organización sindical con arraigo en la colectividad, amalgamada entorno a un liderazgo político, ha permitido esa solidez y sobre todo, preservar la vida laboral -creada en el siglo XX- ya muy avanzado este siglo XXI, en el que han desparecido sindicatos, derechos laborales como la jubilación; aunque la actual incertidumbre nos coloca de golpe en la sensación de evaporización de estos tiempos líquidos.
Otra de las fuentes de la certeza laboral, es el espacio mismo de la Universidad. A pesar de haber sido una enemiga del Estado post revolucionario en sus inicios, a mediados del siglo pasado se convirtió en la gran apuesta del Estado-nación mexicano. El enorme incremento presupuestal entre las décadas de los cincuenta y setenta, es una muestra de ello. En los ochenta, los neoliberales le redujeron hasta un 40% su presupuesto. Hubo dos intentos por privatizarla (1986 y 1999) detenidos por el movimiento estudiantil. La Universidad Nacional se ha mantenido pública hasta hoy y eso, es parte fundamental de esa certeza laboral. Es decir, gracias a la consolidación de su presupuesto. Sólido como sus cimientos de piedra volcánica, pero que también se pueden sacudir ante un fuerte sismo.
“La fábrica fordista, el modelo más ambicioso de la racionalidad en la época de la modernidad pesada, era un lugar de encuentro cara a cara, pero también era un tipo de matrimonio entre el capital y el trabajo.” La pandemia aceleró el proceso de lo intangible en el mundo laboral. Cuando nos fuimos a resguardar a nuestras casas en marzo de 2020, en cuestión de semanas despertamos en una realidad educativa de 2040, en la que el espacio-tiempo se licúan, se evaporan. Y la implementación de un modelo educativo híbrido nos exige estar a la altura de los cambios por venir. Hoy más que nunca la frase de Marx cobra sentido: “Todo lo sólido se desvanece en el aire.”
La incertidumbre pandémica nos colocó de golpe -a los trabajadores de la UNAM- en la ingravidez del capitalismo líquido que describe Zygmunt Bauman. Aún es sólida nuestra realidad laboral, pero estos dos años han iniciado una transformación irreversible. Es momento de atalayar hacia dónde va el curso de los acontecimientos para incidir en dicha transformación.
Cita:
* “El trabajo desencarnado de la época del software ya no ata al capital: le permite ser extraterritorial, volátil e inconstante. La desencarnación del trabajo augura la ingravidez del capital. La mutua dependencia entre ambos ha sido unilateralmente cortada; mientras que la capacidad de trabajo sigue siendo incompleta e insatisfecha si se le deja sola, y depende de la presencia del capital, el caso inverso ya no es aplicable. El capital se desplaza tranquilamente, contando con la posibilidad de breves aventuras provechosas, confiado en que esas oportunidades no escasearán y que siempre habrá socios con quienes compartirlas. El capital puede viajar liviano, y su liviandad y motilidad se han convertido en la mayor fuente de incertidumbre de todos los demás. en esta característica descansa la dominación de hoy, y en ella se basa el principal factor de división social.” (Bauman, Zygmunt, 2003, Modernidad líquida, FCE, México, p. 130.).