“El juego del calamar” o la metáfora capitalista
Como fan declarada de los contenidos asiáticos que ofrecen las plataformas digitales como Netflix no podría dejar de ver la serie sensación del momento “El juego del calamar”. Siempre digo que estos contenidos pueden ser harto cursis y melosos o estar en el otro extremo y ser un poema al género gore, las historias sórdidas y hasta surrealistas y presentar escenas de la violencia más extrema y a veces hasta innecesaria. Lo que viene a continuación recomiendo no leerlo si no has visto la serie (alerta de ‘spoilers’).
“El juego del calamar” es una “serie de televisión surcoreana estrenada el 17 de septiembre de 2021 en Netflix. Narra la historia de un grupo de personas en peligro de exclusión que arriesgan sus vidas en una misteriosa competición de supervivencia, basada en juegos infantiles, con un premio de 45.600 millones de wones.” Las personas involucradas en esta competencia tienen en común tener deudas estratosféricas e impagables, están a punto del desahucio, viven al límite y al borde de la marginación. Dato importante: la deuda de las familias coreanas, en la vida real, asciende a billones de wones (moneda oficial de Corea del Sur). Algunos de nuestros personajes incluso son delincuentes con deudas de juego, ex presidiarios, otros más han perdido sus negocios y deben los préstamos bancarios, otros sólo quieren una nueva oportunidad. Así, me parece que la serie es una suerte de metáfora del momento capitalista neoliberal en su fase más violenta y destructiva, como las escenas de la serie.
El escenario es un lugar escondido en una isla con diferentes sets para llevar a cabo los juegos infantiles en los que se tendrán que enfrentar nuestros protagonistas junto a otros cientos de competidores. El lugar está bien vigilado y comandado. El supervisor con máscara negra es la metáfora del Estado y los uniformados de rojo y con máscaras que se identifican según sus tareas con un triángulo, un círculo y un cuadrado son la burocracia que administra el lugar y el aparato represivo del lugar, porque a las masas hay que tenerlas bajo control.
En uno de los últimos capítulos llega un grupo de personas identificado como los VIPS, nunca les veremos el rostro porque portan máscaras de animales, pero por su idioma sabemos que son extranjeras, el anfitrión (en nuestra metáfora el Estado) sólo vigila que los VIPS tengan lo que necesitan y disfruten de las competencias en las que los jugadores son vistos como caballos de carreras. Los VIPS están ahí para presenciar los juegos directamente y apostar por su jugador preferido. Yo no pude evitar pensar que ese reducido grupo de seis hombres blancos era una alegoría a los seis más ricos del planeta: Jeff Bezos, Jeff Bezos, Elon Musk, Bernard Arnault, Bill Gates, Mark Zuckerberg y Warren Buffett.
Sin tener ya nada que perder, las y los jugadores van despojándose de su humanidad, la ética y la moral, incluso sus rostros y su apariencia física se va transformando y desgastando conforme avanza el juego y atestiguan una feroz e inhumana competencia. Son ya personas desclasadas que en el exterior pertenecen a lo que Marx define como el lumpen proletariado o lo que para Zygmunt Bauman son los “residuos humanos” (muy bien representado por Ali, un migrante de Pakistán que ha sido engañado por su empleador y luego por quien consideró su amigo y cómplice en los juegos, sólo busca tener dinero para poder regresar a su país con su esposa e hijo). El individualismo y la competitividad llevada al extremo y en lo alto, en lo más encumbrado del lugar, el dinero acumulado por cada persona que ha perdido en los juegos que fueron jugados en la infancia cuando aún no se perdía la inocencia. El dinero en su envase, un puerquito transparente, que siempre recuerda cuál es la meta y por lo que hay que continuar sin importar ya nada, es eso o la muerte. Aquí, la vida, como en el sistema capitalista más atroz y violento, ha perdido su sacralidad.
Tanto los trabajadores como los concursantes ya no tienen identidad propia al vestir exactamente iguales e identificarse con números y no por sus nombres de pila; sin embargo, en alguno de los diálogos se habla de que ese lugar es democrático, ahí todos son iguales porque tienen la misma oportunidad de ganar el premio, o morir jugando, y por tanto las trampas no están permitidas. Como en el capitalismo tardío, se es igual frente a la muerte.
La serie, como prácticamente todo lo “Made in Corea” tiene muchos aciertos; sin embargo, hay varias cosas que quedan en el aire: por ejemplo, el supervisor más importante y que resulta ser el hermano perdido del policía infiltrado, del que no volvemos a saber, pues teóricamente lo balearon y cayó al mar sin poder revelar al mundo la verdad de lo que ocurre en la isla. Tampoco entendimos el papel bastante oscuro, por cierto, que tiene el abuelito jugador 001 y tampoco el mensaje final que recibe el protagonista, se quedó como muy suelto el asunto y probablemente haya una segunda temporada. Mientras tanto, no queda duda que la realidad supera la ficción y vivimos en un constante juego de supervivencia, resistencia y permanente deshumanización.
Juan cruz
A mi me pareció más a lo que se vive en Cuba o Corea del Norte en donde la gente está presa, todos igual de jodidos y tienen que luchar por sobrevivir, mientras que los vips son los más poderosos de esos regímenes como Venezuela, Bolivia, etc.
Kim
Sí, Juan, ya vimos que tu mamá no tomó ácido fólico, siéntate por favor.
Sergio
No existe la definición neoliberal. https://youtu.be/FLIEVaVsNwc
Ruth Dávila
No sé a qué te refieras con "no existe la definición neoliberal" Sugiero leer David Harvey "Breve historia del Neoliberalismo" donde explica muy claramente qué es la fase neoliberal del capitalismo, que tiene que ver sí con la economía, pero también con un cambio político e ideológico y de una enorme concentración de la riqueza. Lee el libro, luego lo discutimos.