Nacional

Los saldos a un año de la pandemia


23 marzo, 2021 @ 5:55 pm

Los saldos a un año de la pandemia

Dedicado a mi padre, quien falleció por COVID-19 en diciembre del 2020.

Osiris Israel Benítez Vasconcelos

Hace un año, el gobierno de la república anunció la Jornada Nacional de Sana Distancia, la cual ha marcado la cotidianidad de las personas. Aunque ésta fue cambiada el 01 de junio de ese año por la llamada “Nueva Normalidad”, es inevitable voltear a ver lo que la pandemia ha dejado y evidenciado.

Cuando se anunció la Sana Distancia y se reiteró hasta el cansancio el #QuédateEnCasa, los pronósticos apuntaban que estaríamos en confinamiento entre 60 y 100 días. Que sería suficiente ponernos ese tiempo en pausa para que el problema se controlara y volviéramos a nuestras rutinas de siempre, pero no fue así y todo apunta a que nunca volverá a ser así.

Los cubrebocas se convirtieron en parte de nuestro guardarropa, y hasta buscamos que combine con lo que llevamos puesto. Las reuniones se adaptaron a la cuadrícula del Zoom y a los problemas de conexión. En las clases, los que siempre hablaban en ellas ahora son los que no apagan sus micrófonos, y los que mostraban desinterés por ella viendo por las ventanas, ahora son los que nunca prenden sus cámaras.

El trabajar desde casa al principio fue el sueño soñado de muchos trabajadores, pero con el tiempo se fue volviendo una pesadilla por los gastos que implicó y por el acoso de los jefes a los trabajadores que en automático pensaron que sus empleados ya estarían disponibles 24/7 por el hecho de estar en casa. El gel antibacterial se volvió un producto elemental a la hora de hacer las compras, ya hasta tenemos nuestras marcas favoritas, y el papel de baño adquirió un valor sagrado por lo cual escaseó al principio de la pandemia.

pandemia un año balance
Imagen: marca.com

Dentro de esos cambios, también se han evidenciado desigualdades sociales. ¿Cuántos niños, niñas y jóvenes no han podido tomar sus clases por no tener un dispositivo o conexión a Internet? ¿Cuántas personas han perdido sus empleos porque su lugar de trabajo cerró o ya no pudieron pagarles? ¿Cuántas personas se han enfermado o han muerto por cumplir con sus jornadas laborales? ¿Cuántas personas se han enfermado o han muerto por no tener los servicios suficientes para seguir las medidas como el lavado de manos? ¿Cuántas personas han muerto por no tener Seguro o los recursos suficientes para pagar una clínica? ¿Cuántas personas han muerto por no ser atendidas de otras enfermedades por la saturación de los hospitales? ¿Cuántas mujeres han sido violentadas por estar encerradas en casa con sus agresores?

En fin, hay muchas preguntas y muchos reclamos justos, pero pocas respuestas y dentro de esas pocas respuestas, muchas son sólo señalamientos para decir quién es el culpable.

Del mismo modo, lo que no ha cambiado y al parecer se ha intensificado más en este tiempo es la desinformación. Al principio se desconocía en gran medida qué era este virus, cómo nos podíamos contagiar, sólo veíamos noticias sobre cómo el virus afectaba a otros países, y en nuestra desesperación buscamos cualquier información en la cual creer. Esto no significa que la desinformación surgiera con la pandemia, sino que está alcanzó un nuevo nivel que amenazaba vidas. Se viralizó en redes sociales muchos casos de personal médico siendo agredidos porque fueron considerados como foco de infección.

Muchas personas compraron medicamentos para lupus porque leyeron en una cadena de WhatsApp que curaba el Covid. O aceptaron un tratamiento de dióxido de cloro sin medir las consecuencias con tal sentirse a salvo de la enfermedad. Y en días más recientes días, ha habido un desconfianza con las vacunas porque vieron en algún video que alguien sufrió de efectos secundarios a pesar de que otros miles no tuvieron ninguna complicación.

La idea de este texto no es la de quejarme o señalar culpables (a título personal considero que es corresponsabilidad tanto de las autoridades como de la población en general), sino voltear hacia atrás y ver qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal. Hace un año, el COVID-19 se veía como un problema lejano, hace un año los primeros casos reportados eran de personas que viajaron o que fueron a algún evento masivo.

Hoy, hay casos de personas que se enfermaron por ir a trabajar, que tuvieron algún descuido en las medidas de salud o simplemente pensaron que nunca les daría. Hoy, a hace un año del inicio oficial de la cuarentena, no se sabe cuando la pandemia va a terminar. Incluso se ha llegado a pensar que así será nuestras vidas de ahora en adelante. Lo que sí es una certeza es que el virus nos ha marcado a todos y que hemos tenido que aprender a vivir con él.

Espacio para nuestros colaboradores ocasionales, quienes amablemente nos comparten sus reflexiones. En la Revista Consideraciones caben todas las opiniones.