El mundo laboral de las mujeres
Paola Martínez*
Este 8 de marzo en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, es necesario tener presentes las condiciones de vida y de trabajo que enfrentan las mujeres actualmente, en México y América Latina y que, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT)[1], se caracterizan por una serie de estereotipos, prácticas y normas sociales que reproducen la precariedad, la discriminación y la división sexual del trabajo. Si revisamos salarios, tipos de contratación, actividades desempeñadas y la vinculación entre las actividades propias del empleo con las tareas domésticas, nos dice la OIT, encontraremos que aspectos como el color de la piel, su condición de madres, de inmigrantes, su procedencia de ciudades o zonas rurales, si son jóvenes o no; son características que amplían la desigualdad y discriminación para ellas, al verse obligadas a aceptar trabajos informales, eventuales o por horas en los que, además de contar con bajos salarios, muchas veces no lo reciben en tiempo y forma.
La participación de las mujeres en el mercado laboral, además, está condicionada por el trabajo doméstico que realiza -como el cuidado de los hijos, de adultos mayores o enfermos y los quehaceres cotidianos-, pues en la región el 80% de estas tareas son realizadas por las mujeres, aun incorporándose al mercado de trabajo asalariado, con jornada completa o a tiempo parcial, lo que agudiza sus condiciones de opresión, discriminación y desigualdad.
Asimismo, el trabajo de las mujeres está concentrado en determinados sectores y oficios, comercio y servicios, principalmente, correspondientes con actividades de enseñanza, sanidad, comerciales y de servicio doméstico. En los pocos casos de quienes desarrollan actividades industriales, lo hacen en actividades intensivas de mano de obra, rutinarias, poco calificadas y de bajos salarios. Un dato relevante es que mientras mayor sea la participación de las mujeres en determinado sector con trabajo formal, mayor es la diferencia salarial de género que no se explica a través de parámetros como la edad, el nivel educativo, su puesto o la jornada laboral; es decir, un hombre de la misma edad, nivel de educación (o inferior) y en el desarrollo de las mismas actividades tiene un salario más alto las mujeres por el simple hecho de ser hombre; en América Latina y el Caribe la brecha salarial es de 17 %, mientras que en México representa un 18.7% menos salario que los hombres por hora trabajada, de acuerdo con un estudio publicado por la CEPAL, la SEGOB y el CONAPRED[2].
En este sentido, la OIT señala que inequidad de género, pobreza e informalidad están estrechamente vinculados en la región, pues la mayoría de las mujeres tienen trabajos precarios, sin prestaciones sociales y salarios por debajo del mínimo, pero que les permiten cubrir también sus horas de trabajo en el hogar. Señala también que, a pesar de haber impulsado varios convenios y recomendaciones para garantizar la igualdad de oportunidades y de trato para las mujeres en el empleo, poco ha sido el avance. Una de las razones es que, los convenios que implican menor compromiso tanto político como económico son los más aceptados por los Estados firmantes, mientras que son rechazados los que podrían limitar la explotación de la fuerza de trabajo de las mujeres o que implicarían mayor presupuesto gubernamental.
Mujeres y pandemia
A estas difíciles condiciones laborales previas a la pandemia por Covid- 19, debemos sumar ahora las consecuencias de la crisis sanitaria y económica, como el incremento de la tasa de desocupación de las mujeres con respecto al 2019, según información proporcionada en el reciente Panorama Laboral 2020 de América Latina y el Caribe de la OIT[3], en el que se prevé un regreso al mercado laboral más allá de la pandemia, pues son ellas las que están asumiendo las responsabilidades y tareas del cuidado de los enfermos, ancianos y niños; que en México presenta más de 39 horas semanales de trabajo no remunerado. Algunos datos reportados por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE)[4] en cuanto a la población ocupada según duración de la jornada de trabajo, hasta diciembre del 2020 se había incrementado la población de mujeres ausentes temporalmente con vínculo laboral, las que trabajan menos de 15 horas, así como las que trabajan más de 48 horas.
El home office o teletrabajo, además, significó la extensión de las jornadas laborales, tanto remuneradas como no remuneradas, pues se combinan sin horarios fijos de descanso las actividades propias del empleo con las tareas del hogar, por lo que se considera que estas formas de organización del trabajo podrían perpetuar los roles tradicionales de género, poniendo en riesgo los avances en materia de igualdad entre hombres y mujeres, como ya señalaba la CEPAL desde el 2018[5].
Debemos agregar que el confinamiento también incrementó la violencia familiar contra las mujeres que, según datos proporcionados por la Fiscalía General de Justicia, en el 2020 representó un 14% más del total de denuncias presentadas ante el Ministerio Público -que representan 27 mil 767 mujeres que tuvieron que enfrentar además la misoginia e indolencia de los funcionarios públicos que siguen atribuyendose como una de sus funciones el creer o no en las denunciantes-; mientras que 9, 694 mujeres solicitaron auxilio a Locatel, 3,245 más que en el 2019[6].
Trabajadoras y sindicatos
Si bien el sindicato no es la única forma organizativa que se han dado los trabajadores en diferentes momentos históricos, sí podemos ubicar a éste como la forma más efectiva que han utilizado para imponer límites al capital al momento de enfrentarse en el mercado de trabajo. Es a partir del sindicato que la clase trabajadora, hombres y mujeres, logran vender de manera colectiva y en mejores condiciones su fuerza de trabajo. Sin embargo, se estima que en México sólo el 8.9% de trabajadores se encuentra sindicalizado y sólo 1% de ellos pertenece a un sindicato independiente; la participación de las mujeres en ellos, a pesar de la aprobación de leyes que obligan a implementar la paridad de género[7], está muy lejos todavía de ser una participación efectiva.
En México, según datos aportados por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, 8 de cada 100 dirigentes sindicales son mujeres y sólo 275 ocupan secretarías generales de sindicatos, 39 en federaciones y una general en confederación, y sólo en 25 estados hay presencia de mujeres líderes sindicales; destaca la Ciudad de México con 173 secretarias generales, seguida del Estado de México con 44 representantes[8]. El sindicalismo es un mundo de hombres, la proporción de mujeres con representación sindical es muy baja, tanto en México como en el resto de América Latina.
Sin embargo, no basta con la representación proporcional, pues desde la experiencia cotidiana en la vida sindical podemos ver que, aún cuando las carteras son ocupadas por mujeres, a la falta de experiencia sindical y política, se suman otras dificultades propias de su condición de mujer en esta sociedad. Desde la falta de tiempo para compaginar sus responsabilidades de representación sindical con su vida profesional y/o familiar, hasta las dudas, críticas y hostigamiento hacia su capacidad como dirigente.
Un nuevo tipo de sindicalismo, entonces, necesitaría impulsar una mayor participación de las mujeres en la vida sindical, además de asumir las demandas específicas de las trabajadoras y luchar por verlas plasmadas en los Contratos Colectivos (CCT) y Condiciones Generales de Trabajo (CGT); para que estas problemáticas dejen de ser asuntos marginales y se incorporen, de manera permanente, a la agenda de trabajo de los sindicatos.
El feminismo desde los centros de trabajo
El sindicato no es más que la lucha económica colectiva de los trabajadores, para conseguir vender su fuerza de trabajo en las mejores condiciones, y que esto le permita mejores condiciones laborales y de vida; garantizar políticamente esa negociación se da a través del reconocimiento derechos por parte del Estado. No es a través del sindicato como se acabará con el trabajo asalariado y con la explotación de los trabajadores, como tampoco la incorporación plena de las mujeres al trabajo asalariado significa su emancipación, pero la organización y lucha sindical es una escuela para ambos como clase. La defensa de sus intereses comunes hace que sean conscientes de su fuerza, de su capacidad para solidarizarse, del valor de su trabajo y, también, hay que decirlo, de lo limitadas que siempre serán sus conquistas económicas, mientras el régimen capitalista de producción y reproducción de la vida social permanezca intacto; es decir, no basta con ser una trabajadora estable y sindicalizada, en una país en el que se asesina entre 7 y 10 mujeres cada día o en una sociedad en donde no puede ejercer su derecho reproductivo, pues el aborto es penalizado; por mencionar dos problemas que enfrentan las mujeres en México y sobre los cuales los sindicatos no deben mantenerse al margen.
Como planteaba Aleksándra kollontay, el movimiento femenino es el resultado de la contradicción entre el aumento de las mujeres en la producción y la condición de discriminación social -sin derechos- a la que la somete el Estado[9]. Una contradicción que, no se revolverá desde las políticas de empoderamiento de las que hablan organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el feminismo institucional; tampoco desde la panacea del trabajo desde las plataformas tecnológicas; ni desde el sindicalismo que considera las demandas de las mujeres como asuntos exclusivos de comisiones de la mujer. Ni desde ninguna otra opción que implique dejar intactas las causas societales que condenan a las mujeres a la explotación, dominación, violencia, discriminación y desigualdad.
Desde la lucha sindical de las mujeres trabajadoras, las ideas y prácticas feministas están ancladas a la lucha cotidiana desde sus centros de trabajo, en este sentido, algunas cuestiones necesarias que han puesto sobre la mesa son: Conocer las normativas nacionales e internacionales sobre los derechos de las trabajadoras; revisar las cláusulas referentes a cuidados maternos, para buscar que éstas sean extensivas a trabajadores, pues los cuidados de los hijos o de la familia también les corresponde como derechos de los hijos que debiera proporcionar el Estado (estancias, servicios médicos, esparcimiento); hacer un comparativo de estas cláusulas contenidas en los CCT y las CGT -en los distintos referentes sindicales nacionales-, para demandar la homologación con las más avanzadas; formación sindical y realización de un diagnóstico de las problemáticas y demandas actuales, que sirva para integrar una agenda de trabajo cuyo objetivo sea que los intereses de las trabajadoras dejen de ser asuntos marginales; que los sindicatos establezcan en sus Estatutos, Principios, Comisiones de Honor y Justicia y demás normativas internas que no se tolera, sino que, por el contrario, se señala, castiga, denuncia y sanciona cualquier tipo de violencia de género; independientemente del tipo de contratación que tengan las trabajadoras y si están sindicalizadas o no. Y, a la par, que los sindicatos se pronuncien en contra de la violencia de género en el país, asumiendo una posición firme frente al Estado condenando los feminicidios y cualquier tipo de violencia contra las mujeres[10].
Mientras más avance haya en la lucha de las mujeres desde los centros de trabajo, más grande será la necesidad de avanzar hacia la lucha política relacionada con las condiciones de desigualdad que viven en la sociedad y que rebasan la vida laboral; llevándolas a preguntarse por qué la lucha gremial no las libera de otros trabajos y condicionamientos socio-culturales que les impiden decidir sobre su bienestar y su cuerpo, entre otros aspectos necesarios para su pleno desarrollo.
El 8 de Marzo en México
A pesar de la poca participación de mujeres sindicalistas en la marcha del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en los últimos años se ha configurado una coordinación para la marcha, que se reúne con meses de antelación y a la que asisten comisiones de trabajadoras provenientes de algunos sindicatos, diferentes colectivos y organizaciones feministas, mujeres militantes de diversas organizaciones políticas, así como activistas estudiantiles. Las consignas expresadas de manera consensuada giran en torno a dos cuestiones generales: las desigualdades que enfrentan las mujeres en el mercado laboral y la violencia de género, cuya expresión más dramática en el país es el incremento de los feminicidios.
De manera particular, se denuncia la extensión de las jornadas de trabajo, las contrataciones sin derechos laborales, los despidos injustificados, la desigualdad salarial, el acoso laboral y sexual, así como la disminución de recursos y programas de atención y protección a las mujeres; poniendo énfasis en cómo esta situación se agudiza para las mujeres en zonas rurales e indígenas. A la par, se exige el derecho al aborto en todo el territorio nacional y el incremento de recursos para programas sociales, para atender tareas domésticas que cultural y socialmente se les asignan a las mujeres; a través de servicios estatales como lavanderías comunitarias o barriales, comedores públicos, estancias infantiles, centros de cuidados a adultos mayores o discapacitados, por mencionar algunos que son posibles.
Cada año, lento, pero avanzan las actividades más acordes con del Día Internacional de la Mujer Trabajadora; más allá de los convivios, programas musicales y festejos convencionales del ser mujer. La movilización en las calles también ha venido creciendo y ahora, a pesar de la pandemia, se realizará, pues en torno a ella se encuentran y desencuentran las diferentes expresiones y prácticas feministas en México. En torno a la marcha y a la Huelga Internacional de Mujeres -que también va tomando impulso-, se ponen en juego diferentes prácticas y formas de entender el feminismo, desde los distintos sectores y organizaciones de mujeres que participan, y desde la brecha generacional que existe entre ellas; a veces, entre fuertes discusiones y disputas sobre la orientación de las actividades, su contenido político y quiénes pueden participar. Sin embargo, es un espacio más en el que estas confluencias y discrepancias, pueden ir sedimentando la lucha de mujeres -gremial y política; como género y como clase- que se necesita para enfrentar las condiciones de precariedad, desigualdad, discriminación y violencia en que nos encontramos.
* Socióloga, Maestra en Estudios Latinoamericanos
[1] OIT, Panorama Temático Laboral 5. Mujeres en el mundo del trabajo. Retos pendientes hacia una efectiva equidad en América Latina y el Caribe en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/documents/publication/wcms_715183.pdf
[2] CEPAL/SEGOB/CONAPRED, Discriminación estructural y desigualdad social. Con casos ilustrativos para jóvenes indígenas, mujeres y personas con discapacidad en: http://www.conapred.org.mx/documentos_cedoc/Discriminacionestructural%20accs.pdf
[3] OIT, Panorama Laboral 2020 de América Latina y el Caribe de la OIT en: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/documents/publication/wcms_764630.pdf
[4] INEGI, Resultado de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (Nueva Edición) (ENOE). Cifras Oportunas de Diciembre de 2020 en: https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2021/iooe/iooe2021_01.pdf
[5] CEPAL, Panorama Social de América Latina en: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/44395/11/S1900051_es.pdf
[6] Olson, Georgina, Aviva covid violencia contra las mujeres; respuesta de protección, insuficiente; experta en: https://cieg.unam.mx/covid-genero/notas-violencia.php
[7] La reforma laboral aprobada el 1 de mayo de 2019 obliga a que los sindicatos establezcan en sus estatutos la representación proporcional; es decir, que el total de las secretarías esté integrado por igual número de mujeres y hombres.
[8] STyPS, Reforma Laboral impulsará presencia de mujeres en puestos de dirección sindical en: https://www.gob.mx/stps/prensa/reforma-laboral-impulsara-presencia-de-mujeres-en-puestos-de-direccion-sindical
[9] Kollontay, Aleksándra, “El movimiento de las feministas y la importancia de las trabajadoras en la lucha de clases” en Catorce conferencias en la Universidad Sverdlov de Leningrado (1921), Buenos Aires, Cienflores, 2018.
[10] Estas son algunas de las conclusiones del Encuentro de Mujeres Trabajadoras de la CNSUESIC en el 2018.