En pobreza, la mayoría de muertos por Covid
Jesús Cortés Hernández
La pandemia de la Covid-19 ha venido a acentuar la desigualdad social que se vive en este sistema económico. Las consecuencias tanto de la enfermedad como de las condiciones previas, han sido asumidas por las poblaciones más vulnerables.
Tan sólo en México el 71 por ciento de las personas fallecidas por covid-19 tenían como escolaridad máxima la primaria y cuando se hace el estudio por sector laboral indica que casi el 46 por ciento eran trabajadores informales, trabajadores del sector público, transporte, jubilados y personas no remuneradas.
Lo factores para que esto ocurra son varios; desde un sistema de salud debilitado por años; malas políticas públicas sin cobertura para todos; una mala alimentación impulsada por los grandes consorcios de la comida chatarra y promovida por el estilo de vida de los trabajadores, los cuales no tienen el tiempo para dietas balanceadas cuando laboran más de 12 horas diarias con uno o más trabajos; precariedad laboral, la cual obliga a los trabajadores a producir en condiciones contrarias a su salud, sin medidas de seguridad ni sana distancia y mucho menos con alguna posibilidad de poder trabajar desde casa.
La verdad es que la estrategia gubernamental de quedarse en casa, si bien es necesaria; para muchos es imposible de llevar a cabo, pues las diversas necesidades impiden que así se desarrolle.
En esta realidad se tiene que asegurar que la vacunación en contra de la Covid-19 sea para los grupos vulnerables y los que más lo necesitan, pues son estos sectores los que están sufriendo los más duros estragos. El Estado debe asegurar el derecho a la salud y velar como un intermediario que proteja a sus ciudadanos que más lo apremian; para esto se debe apartar de la lógica del “libre mercado”, el que tiene más no necesariamente debería ser vacunado antes, sino el que más la necesita debe ser vacunado antes.
La compra de la vacuna por parte de privados únicamente responde a intereses mezquinos bajo la terrible consigna de “sálvese el que pueda”. No podemos dejar que el dinero defina quien vive y quien no, si así fuera, es que no hemos entendido nada de este 2020.
Miles de mujeres y hombres han unido sus esfuerzos como nunca antes se había visto en la historia, con el objetivo de detener la más grande tragedia médica desde hace un siglo.
Decía el gran Isaac Asimov: “no hay fronteras, hay humanidad”, hoy tal vez deberíamos decir: que no haya mercado, que haya humanidad.