Gato con Lentes

Víctor Flores Olea y la extinción de la generación de Medio Siglo

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27 noviembre, 2020 @ 10:42 am

Víctor Flores Olea y la extinción de la generación de Medio Siglo

Alfonso Vázquez Salazar*

La denominada generación de Medio Siglo en México se caracterizó por desarrollar una visión del país que fusionaba dos elementos en aparente contradicción: por un lado un afán de ser cosmopolitas ante una realidad mundial signada por los horrores de la guerra que requería de la construcción de un orden internacional dotado de instituciones efectivas para superarlos, y, por otro, la defensa de un auténtico nacionalismo que reivindicaba con energía la actualidad de la cuestión mexicana. La pregunta que se formularon, así como lo hicieron los jóvenes filósofos del grupo Hiperión, fue precisamente aquella que interrogaba sobre el significado de ser mexicano en un período de crisis que cuestionaba el sentido de la existencia misma y de todas las certezas políticas y sociales hasta ese momento levantadas.

A esta generación pertenecieron políticos, intelectuales y escritores como Carlos Fuentes, Francisco López Cámara, Porfirio Muñoz Ledo, Jaime García Terrés, Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, entre otros. Este último falleció en la noche del 22 de noviembre de 2020 a la edad de 88 años y por muchas razones encarnaba los ideales y las contradicciones de este grupo generacional: se mantuvo atento al escrutinio de la realidad nacional desde un trabajo intelectual que desarrolló en la Universidad y en diversos periódicos, revistas y suplementos culturales. También se destacó por ser un funcionario público del más alto nivel en el ámbito cultural durante el régimen posrevolucionario:  Director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM de 1970 a 1975, representante de México ante la UNESCO y otros organismos internacionales de 1976 a 1982; y fundador del CONACULTA en los noventas durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

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Imagen: Nexos.com Carlos Fuentes, José Luis Cuevas y Víctor Flores Olea et al. en los años 60. Foto: Fundación María García y Héctor García

Con la muerte de Flores Olea se extingue de manera formal la generación de Medio Siglo porque a pesar de que algunos de sus miembros siguen vivos e incluso algunos de ellos activos como el empresario y exgobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velasco; el ex director del FCE, exgobernador de Tabasco y mentor político del presidente Andrés Manuel López Obrador,  Enrique González Pedrero; o el Diputado federal Porfirio Muñoz Ledo, quien fue derrotado recientemente en la contienda por la presidencia de MORENA por el joven político Mario Delgado; la realidad es que dejaron de funcionar como grupo en 1968, aunque quizá haya sido más bien hasta finales de los años ochentas, cuando algunos de ellos tomaron la decisión de mantenerse en las filas del sistema político emanado de la Revolución en pleno viraje neoliberal salinista, mientras  sus coetáneos rompían con el partido oficial mediante la conformación de la Corriente Democrática del PRI e impulsaban un amplio frente electoral contra la facción neoliberal. A la larga, una vez que se consumó la alternancia en el país y que el PRI quedara desplazado como verdadero núcleo condensador del nacionalismo revolucionario, los integrantes de la generación de Medio Siglo se reencontraron en eventos académicos o tertulias culturales coincidiendo en sus ideas básicas, pero ya sin un proyecto político claro con el cual identificarse.

La cuestión de fondo estriba en que los integrantes de esta generación pugnaron por la inserción de México en los organismos internacionales que surgieron después de la segunda guerra mundial, como la ONU o la UNESCO, sin que ello implicara abandonar la potente cultura nacionalista que se consolidaba en nuestro país en aquellos años como resultado del crecimiento económico y el intenso proceso ideológico de la “Unidad nacional”. Pensaban que de esa forma su generación podía aspirar a ser auténticamente cosmopolita sin dejar de ser profunda e inquietantemente mexicana, actualizando la divisa de Alfonso Reyes, según la cual la única forma de ser provechosamente nacional era siendo generosamente universal.

El error de apreciación de la Generación de Medio Siglo consistió en no advertir que con la fundación de dichas instituciones para la construcción de un orden internacional que estableciera lineamientos para la convivencia de las naciones, simultáneamente se desplegaba el fenómeno de la globalización económica: en un primer momento dichos organismos contribuyeron al fomento del desarrollo en distintas regiones del globo, pero también funcionaron como diques de contención de los intereses geopolíticos del bloque comunista en la Guerra fría y, una vez colapsado éste, comenzaron a impulsar una agenda globalista que fue usada políticamente por EU para intervenir abiertamente en distintos países mediante la evaluación de la calidad de la democracia, la revisión de la procuración de los derechos humanos y la difusión de las llamadas políticas de identidad.

En efecto, con el fenómeno de la globalización venía de la mano también el neoliberalismo, y cuando éste se presentó con toda su crudeza en México en los años ochentas, miembros destacados de esta generación como Porfirio Muñoz Ledo pensaron que se trataba de una cuestión estrictamente económica que podía resolverse regresando la conducción del desarrollo económico al Estado, pero sin tener que renunciar ni mucho menos romper con los organismos internacionales de la globalización e incluso apoyándose en ellos para fomentar un viraje al interior de cada país afectado por el neoliberalismo.

Nunca se imaginaron que con la irrupción de un liderazgo como el de Donald Trump en EU, consecuencia del malestar de la población norteamericana con el modelo de globalización económica neoliberal, se rompiera con esos organismos internacionales y se prescindiera de ellos para la implementación de una política internacional basada en el “cara a cara” y en el reconocimiento de liderazgos fuertes con los que se pudiera llegar a acuerdos convenientes para ambas partes. Por esa razón, Porfirio Muñoz Ledo escribió en Twitter que con el fin de la era Trump en EU se acababan “las relaciones caciquiles, caprichosas e infecundas entre jefes de Estado: el llamado diálogo de orangutanes para mejor provecho de sus corifeos”, y apresuraba a que el presidente Andrés Manuel López Obrador reconociera el triunfo de Joe Biden porque con él se abría “la perspectiva de una diplomacia orgánica, respetuosa y con visión global que aproveche lo mejor de nuestro servicio exterior y comprenda, ordene y diferencie nuestros intrincados vínculos con los EU en el ámbito doméstico, fronterizo, migratorio, binacional, regional e interregional”.

La ingenuidad de la generación de Medio Siglo, representada por estas declaraciones de Muñoz Ledo, a caballo entre la aspiración a ser cosmopolitas a través de organismos fallidos como la ONU y la reivindicación de un nacionalismo revolucionario cada vez más edulcorado, confunde perspectiva global con apología del neoliberalismo. No hay perspectiva global sin neoliberalismo, ni globalización sin debilitamiento de las soberanías nacionales. La confusión también le tocó a Víctor Flores Olea quien en 1999 escribió el libro “Crítica de la globalidad. Dominación y liberación en nuestros tiempos”, reactualizando el debate teórico y político abierto por la teoría de la dependencia en los setentas, aunque aderezándolo a las tesis de la filosofía de la liberación que en ese momento comenzaban a cristalizar un profundo cuestionamiento al fenómeno de la globalización a partir de la exclusión que generaba y del papel que podían desempeñar las “víctimas” en su contención.

Aunque no aludía en su estudio con la suficiente claridad a la importancia de la vigorización de los Estados nacionales frente al fenómeno de la globalización económica, Flores Olea parecía diferenciar entre neoliberalismo, o globalización, y organismos internacionales que podían contribuir todavía al fomento de alternativas para el desarrollo, usando incluso en su libro datos arrojados por el PNUD.

Con la muerte de Víctor Flores Olea se extingue la denominada generación de Medio Siglo en México, la cual a pesar de sus contradicciones manifiestas en la tendencia a aspirar a un modelo de orden global, no renunció, aún con sus extravíos y confusiones, al nacionalismo ni a la reivindicación de la cuestión mexicana. Nos toca a otros dejar las cosas en claro y evitar sucumbir a los cantos del cosmopolitismo ingenuo que engendraron el desastre de la globalización económica neoliberal de nuestro tiempo.

 

* Filósofo, escritor y ensayista político. Profesor Titular de la UPN. Autor del libro Perfiles mexicanos. Ensayos sobre filosofía mexicana contemporánea (Cámara de Diputados, 2019)

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