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El legado de la Revolución en la 4T

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20 noviembre, 2020 @ 9:15 am

El legado de la Revolución en la 4T

Alfonso Vázquez Salazar*

La Revolución mexicana hereda a la 4T una concepción de la nación, pero, sobre todo, una ideología constitutiva del Estado mexicano: el nacionalismo revolucionario. Sin este núcleo de ideas fuerza, no hubiera sido posible configurar el aparato institucional con el que México logró concretar distintos objetivos del programa social del movimiento revolucionario de 1910 en el siglo XX.

Esta ideología se nutrió del decisivo componente nacional-popular representado por las masas campesinas y obreras que participaron activamente en todas las fases de la Revolución mexicana –desde la democrático-electoral, con Francisco I. Madero; la constitucionalista, con Carranza; la institucional, con Obregón y Calles, y, finalmente, la soberanista, con Cárdenas– y cuya impronta quedó marcada en el diseño del texto constitucional de 1917 que fue la base para instrumentar las distintas reformas sociales que configuraron el nuevo rostro de la nación en el siglo XX.

En el centro de la ideología nacionalista están las clases populares

El nacionalismo revolucionario se caracterizó por identificar el interés nacional con el de las clases populares y, sobre todo, por reivindicar un proyecto estatal que permitiera garantizar el pleno ejercicio de la soberanía del país en función de un desarrollo económico independiente y estratégico, mediante la incorporación de las masas a las decisiones políticas en distintas instancias del Estado. Por esta razón, Arnaldo Córdova observó con suma perspicacia que el régimen de la Revolución mexicana había alcanzado aquello que no pudo concretar el presidente Porfirio Díaz durante su larga gestión de gobierno –a pesar de que su fuerte liderazgo contribuyó a consolidar la unidad política nacional–: una estructura institucional sólida que mantuviera y apuntalara la unificación de la nación.

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Imagen: riestranoticias.com

En efecto, la Revolución mexicana había logrado construir un Estado político fuerte que permitía darle un cauce y una mayor cohesión a la nación unificada durante la hegemonía del liberalismo juarista y porfirista en la segunda mitad del siglo XIX, por lo cual esa estructura institucional sólida, impulsada por la movilización efectiva de las masas durante el cardenismo y por su organización en sectores incorporados a las distintas instancias estatales, permitió un crecimiento económico sostenido durante tres décadas y avanzó en la fundación de organismos educativos y de seguridad social para el bienestar de la población.

Conforme fueron avanzando las inevitables contradicciones entre un modelo económico basado en la rectoría del Estado que requería del fortalecimiento de la burguesía nacional y del encuadramiento pasivo de las masas en organizaciones obreras y campesinas incorporadas a las instituciones del Estado, el sector de la burguesía financiera fue tomando distancia del proyecto nacional-popular de la Revolución mexicana y se alió con una fracción al interior del sistema político que terminó por imponerse y articularse de manera orgánica con el conglomerado de los intereses económicos financieros.

La llegada del neoliberalismo en México

Así nació el neoliberalismo en nuestro país, desplazando en la década de los ochentas al componente nacional-popular de la Revolución mexicana de la dirección del Estado y liquidando paulatinamente la ideología del nacionalismo revolucionario.

Después de treinta años de implementación del neoliberalismo en México que llevaron al debilitamiento de las instituciones y a su postración ante los organismos del financierismo global, además de su connivencia malsana con los más diversos poderes fácticos del país como bancos, medios de comunicación, narcotráfico y delincuencia organizada, se requiere la regeneración de una nación resquebrajada, la cual necesita de una potente intervención estatal para recuperar su cadencia y su plena salud pública.

Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República, también retorna a la toma de decisiones del Estado mexicano el componente nacional-popular reconfigurado de manera democrática y con una renovada concepción de la nación y el poder político que encuentra en la ideología del nacionalismo revolucionario uno de sus vectores fundamentales.

Quizá la principal lección del nacionalismo revolucionario sea que al neoliberalismo no se le combate con tribus nómadas ni con sectas anarquistas, ni mucho menos con ONG`S que son meras correas de transmisión con los intereses del globalismo financierista, sino con Estados nacionales fuertes.

Esa puede ser la gran herencia de la Revolución mexicana al proyecto de la Cuarta Transformación encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

 

*Filósofo, escritor y ensayista político. Profesor Titular de la UPN. Autor del libro Perfiles mexicanos. Ensayos sobre filosofía mexicana contemporánea (Cámara de Diputados, 2019)

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