Gato con Lentes

La pandemia obliga a repensar la muerte desde la individualidad

Raúl González


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1 noviembre, 2020 @ 2:19 pm

La pandemia obliga a repensar la muerte desde la individualidad

Casi siempre, la muerte suele presentarse de forma intempestiva. Invade nuestra cotidianeidad y se lleva una parte de nosotros; cuando parten nuestros seres queridos, también se marchan los recuerdos que compartimos con ellos. Recordar no vuelve a ser igual.

La tradición sublima la muerte

En occidente, la muerte es un asunto colectivo. Implica un ritual, según la liturgia religiosa, en el que un determinado número de personas se congrega para despedir a sus difuntos. En México, esta práctica tiene dos vertientes, por un lado, el dolor y la tristeza que están presentes en todo funeral, tiempo después, dan paso a una colorida celebración que maravilla al mundo: el día de muertos.

Habitualmente, las primeras horas de noviembre, se convierten en un tiempo lleno de mística y tradición. Caminos floreados de cempasúchil se combinan con el olor a copal, ambos guían hasta los altares dispuestos para recibir a nuestros muertos. Comida, bebida, y objetos personales, son algunos de los elementos que integran la ofrenda. En su instalación participa la familia, se trata de un trabajo compartido.

¿Cómo se concibe la muerte?

Para el sociólogo alemán Norbert Elias, existen tres formas de ver la muerte: aceptándola, como un proceso natural de la vida, temiéndole, viviendo con el miedo latente perecer, y evitándole, prefiriendo no hablar del tema. Todo parece indicar que, en nuestro país, se le concibe de la primera manera. Pues es común escuchar frases populares de entera resignación cómo: “algún día todos nos vamos a morir”, enfrentando esa fase final de la existencia.

Es así que el día de muertos, viene a ser la continuación del proceso de duelo. Las calaveritas de colores y variados sabores, el papel picado, las velas y las flores, no son más que el ambiente necesario para recordar de una forma menos dolorosa nuestras pérdidas. Representar a la muerte como algo menos triste y sombrío. Incluso, podemos reírnos de ella.

Imagen: Pinterest

Un Día de Muertos diferente

La actual contingencia sanitaria por COVID-19, impide, parcialmente, y complica esta tradición. Cerrados los cementerios y las plazas, ante el riesgo inminente de volver a semáforo rojo en la ciudad de México, se cierra la posibilidad de compartir el recuerdo por los difuntos. No solo eso, quienes recientemente perdieron a sus familiares por el virus, no experimentan el mismo duelo que se vive en circunstancias comunes.

La angustia, la desesperación, el miedo permanente, la zozobra y la incertidumbre por lo que no pudo ser, son algunas de las tantas emociones por las que atraviesan aquellos a los que el COVID-19 les arrebató a sus seres queridos. En su proceso de asimilación no cabe más que un dolor profundo. Dolor que no puede ser compartido ni en el ritual ni en la tradición.

La pandemia exige individualidad

Una herida abierta producto de la falta de una despedida adecuada. Las víctimas del coronavirus, no tienen tiempo para ser veladas en un ritual, ante la amenaza de un contagio, todo se reduce a trámites burocráticos desde frías oficinas de hospital. Sin una “cristiana sepultura”, los restos de los finados tienen un destino solitario. Morir por SARS-cov-2 anula la posibilidad de compartir la muerte. Esta se tiene que asimilar desde la individualidad.

Al momento de escribir estas líneas, se contabilizan 91,753 decesos, pronto llegaremos a los cien mil, y no queda más que el consuelo de que todo esto se termine lo más pronto posible. Sabemos que la muerte siempre nos acecha, sea por la violencia del crimen organizado, o por una pandemia mundial, México no para de desangrarse.

Con todo esto, el recuerdo de los que ya no están, siempre nos acompañará. Solo los mexicanos sabemos vivir el dolor de la muerte, de una forma única: de frente, con valentía. Después de todo, adonde quiera que vayamos, nuestro recuerdo siempre regresará.

Muerte
Imagen: Hotel Posada de Roger

 

Raúl González

Comentócrata, amante de la historia, bibliófilo por vocación, universitario por decisión.