Nosotros los NACOS
A la memoria de Carlos Montemayor,
incansable revolucionario
y estudioso de las lenguas indígenas de México.
Ismael Hernández
Hace un par de años llegó a mis manos un librito muy curioso, se llama Cuaderno para el ciudadano en apuros. Es una especie de directorio en el cual cada página está dedicada a una letra del alfabeto y va acompañada de un pensamiento sobre alguna cosa cuyo nombre empieza con esa letra. Por ejemplo en la A tiene un pensamiento sobre la acción. Luego viene la “B de búsqueda”, la “C de conciencia”, la Ch “de chingadera” y así sucesivamente.
En la N “de naco” dice:
“Vale madres su origen histórico de raíz náhuatl; vale madres si está o no en el diccionario. Lo que cuenta de la palabra naco es la carga de desprecio, la intención humillante, su racismo y su clasismo. Dicen naco por no decir pinche indio, mestizo de mierda, pobre vulgar. Decir naco impide decir nosotros, todos nosotros. La palabra naco hiere a México como la espina de un nopal”.[1]
Desprecio por los de abajo
No puedo más que estar de acuerdo con estas palabras. La palabra naco se usa para insultar a los indios, a los mestizos y, en general, a los pobres. Fidel Castro ha insistido en que la pobreza no sólo debe medirse en términos materiales (como el ingreso semanal o el consumo de calorías), sino también en términos morales: por el desprecio, la humillación y la falta de esperanzas que se sufren. En el fondo, lo que los poderosos y adinerados sienten por el pueblo es precisamente eso: un enorme desprecio. Sólo hay que encender el televisor para comprobarlo: ahí veremos cómo se ridiculiza su música, su forma de hablar y de vestir, sus ideas e ilusiones.
La palabra “naco” será siempre clasista y racista
Algunas personas que se resisten a reconocer su racismo y clasismo dicen no usar la palabra naco para denigrar a los pobres o a los indios como tales sino a las personas vulgares, maleducadas, ignorantes y con mal gusto para vestir; tengan o no dinero. Sin embargo, eso no cambia mucho las cosas. Una treta muy común de los poderosos es ocultar su desprecio hacia los pobres aduciendo que no los fustigan por ser pobres, sino por no tener educación, como si una cosa y otra no estuvieran relacionadas en un doble sentido: primero, que los niveles de escolaridad, la educación formal, están estrechamente ligados y determinados por la posición económica y, segundo, que muchos hábitos, costumbres, formas de hablar, de vestir, de celebrar, en pocas palabras, muchas formas de vivir son juzgadas como vulgares, groseras y bajas solamente porque son propias de los pueblos indígenas y de las clases explotadas. Quienes usan la palabra “naco” para ofender consideran que por definición, la cultura del pueblo es vil y rústica y, por el contrario, la cultura de los poderosos, particularmente de los europeos y estadounidenses es, también por definición, elevada y refinada.
La Revolución social empieza en cómo hablamos
En efecto, la palabra naco impide decir nosotros, sintetiza todo el desprecio hacia los de abajo y la soberbia de quienes son o sueñan ser dueños del mundo, es una muestra de la división de la sociedad entre explotados y explotadores. Quienes consideramos que dicha división debe abolirse, quienes creemos en la igualdad, deberíamos desterrar la palabra naco de nuestro vocabulario.
Pero quizá aparte de abandonar la palabra naco, por ser denigrante, tenemos otra opción: darle un nuevo significado. Precisamente mi único desacuerdo con el Cuaderno es que no creo que “valga madres” su origen náhuatl. Quizá entender la historia del vocablo sea la vía para darle otro sentido y, con ello, volverla un elemento de identidad, organización y orgullo de los de abajo.
Origen de la palabra “naco”
La palabra naco viene de chinaco, que significa desnudo o harapiento. Chinaco, a su vez, viene de chinacate (del náhuatl xinácatl): nombre que se da al pollo sin plumas en la rabadilla.[2] De manera despectiva, los conservadores y aristócratas del siglo XIX llamaban chinacos a los pobres por sus ropas rotas y raídas, dando a entender que, al igual que los pollos sin plumas, van con el trasero descubierto. Al parecer las clases dominantes repiten ciertos patrones pues en varios países han acuñado términos similares para referirse al pueblo: en la Francia del siglo XVIII la realeza llamaba a los plebeyos sansculottes (lo cual podemos traducir como “descalzonados”), y en Sudamérica se les llamó durante el siglo XIX “descamisados”. En el fondo es la misma idea: que la gente del pueblo no tiene ni lo necesario para cubrirse las carnes, ni siquiera una hoja de parra.
La resignificación de las palabras
Sin embargo la palabra cambió de significado con la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa, desde entonces chinaco ya no se usó para designar a los pobres en general, sino específicamente a los guerrilleros juaristas, los cuales casi por regla estaban mal alimentados, mal armados y vestidos con harapos. Los guerrilleros juaristas no podían despertar más que risa y desprecio entre los conservadores, quienes estaban convencidos de que esa “chusma” jamás podría derrotar al ejército profesional de Napoleón III… y sin embargo lo derrotaron. La tenaz resistencia del Presidente Juárez y de todo el pueblo, la persistente labor de las guerrillas logró derribar al imperio pelele de Maximiliano y propinar una dolorosa derrota al ejército más poderoso del mundo en ese entonces.
Durante esos años, chinaco se volvió sinónimo de guerrillero y patriota, de tal suerte que entre los pobres dejó de ser un insulto para convertirse en un honor, en un timbre de orgullo;[3] esto queda de manifiesto en los versos que el General juarista Vicente Riva Palacio dedicó a los chinacos:
Desnudos y con hambre, pero erguidos;
sólo ante Dios doblegan la rodilla.
Si es bandido, Señor, quien no se humilla,
pertenezco desde hoy a los bandidos
Por supuesto, entre los conservadores, chinaco seguía significando desharrapado, y a eso sumaron el significado de “bandido”, “ladrón” y “asesino”. Siempre han dicho lo mismo de los luchadores sociales, de los que defienden su patria con las armas en la mano.
Con la reacción porfirista regresaron muchos monstruos que la Reforma había destruido, entre ellos el sentido denigrante de chinaco, mismo que se conserva en la palabra actual naco, que es su contracción. Ya no se guarda memoria de su significado original ya que la industria textil se ha desarrollado tanto que ahora el acceso a la ropa es mucho más amplio, y por ello ya muy pocos traen harapos por necesidad.[4] Sin embargo, conserva su fuerza como insulto clasista.
Naco es chido
Si recuperamos la memoria histórica de las luchas de nuestro pueblo por su liberación, como la Guerra de Reforma y la resistencia contra la intervención francesa, podemos darle un nuevo sentido a la palabra naco con el fin de que deje de ser un impedimento para decir nosotros y, al contrario, se convierta en un elemento de identidad popular y podamos decir con orgullo: nosotros los nacos: nosotros los patriotas, nosotros los revolucionarios. Como diría el grupo Botellita de Jerez: “Todo lo Naco es Chido”.
Referencias
[1] Claudia Burr, Claudia Canales y Ana Piñó. Cuaderno para el ciudadano en apuros. Calentamiento global A. E., México, 2007.
[2] Carlos Montemayor (coordinador). Diccionario del náhuatl en el español de México. Segunda edición corregida y aumentada. UNAM/GDF, México, 2009.
[3] Aquí encontramos otro paralelismo histórico entre la Francia revolucionaria y México. En aquel país sansculotte también cambió de significado, dejó de ser palabra despectiva para convertirse en sinónimo de patriota y revolucionario y, por ello, era asumida con orgullo.
[4] Ahora, muchos usan ropa rota pero por moda, y son precisamente los jóvenes de clase media. Esto nos lleva al fenómeno de la apropiación cultural, del cual hablaremos en otra ocasión. Por cierto, hablando de apropiación cultural, en el 2015, en el número 90 de la revista Algarabía, apareció un texto firmado por Carlos Bautista Rojas que evidentemente se “inspira” en este artículo. En el 2018, en la misma revista, María del Pilar Montes de Oca publica otro texto que también retoma partes de este, las retoca para hacerlas digeribles a sus lectores y, otra vez, no me citan. Por último, en 2012 Vicente Quirarte escribió un estudio introductorio para el libro La chinaca (Senado de la República, 2012) donde también hay curiosas similitudes con este artículo.
Tuputamadre
La palabra Naco no hiere, lo que hiere pero a la vista, son los nacos indios que no fueron a la escuela y no se bañan.