De Norte a Sur

Aunque no lo necesite, la gente sale y llena espacios públicos. ¿Por qué?


16 julio, 2020 @ 12:13 pm

Aunque no lo necesite, la gente sale y llena espacios públicos. ¿Por qué?

Enrique Román Alcántara

La pandemia covid-19 tomó por sorpresa a toda la humanidad. De un día para otro, muchas naciones tuvieron que ser muy ingeniosas para preparar estrategias con el fin de evitar los contagios y la saturación de hospitales. En muchos países, concretamente en Latinoamérica, en donde la desigualdad es de las más grandes del mundo, nos hemos dado cuenta de que todavía existen muchas personas que siguen saliendo de sus hogares, aunque no tengan necesidad. En el caso mexicano, hay millones de personas en situación de pobreza y dentro de la economía informal, por eso les es imposible quedarse en sus casas porque viven al día, es decir, el sustento para sobrevivir lo perciben de manera diaria. Pero llama, la atención las personas que siguen saliendo. En lo personal, he leído, visto y escuchado casos en donde las personas asisten a fiestas, reuniones “pequeñas”, hacer ejercicio en los parques con diversos aparatos o viajes para vacacionar.

Calles de Cataluña después del confinamiento.
Imagen: elpais.com

La autoridad desobedecida

Podría haber muchas razones para explicar el comportamiento de aquellas personas que siguen saliendo sin requerirlo. Por ejemplo, los países como México tienen un “yo” más frágil con respecto a otros, como China, Corea o Indonesia, que tienen un “yo” más apegado a la autoridad, hacia el Estado, y por esa razón tienen actitudes y legitiman acciones autoritarias. En las sociedades del occidente liberal esto no ocurre así. A la autoridad no se le tiene tanto respeto y ni siquiera se confía en ella. Un ejemplo de ello es cómo, para muchas personas, el virus no existe, sino que es un invento del gobierno para manipular a la población.

Existe un déficit en cuanto a representatividad, sin embargo, estas actitudes tomaron décadas para surgir. Un gobierno que no es cercano a sus ciudadanos no tiene calidad moral para acercarse y decirles qué hacer. Es un problema que se debe de resolver construyendo instituciones confiables, autoridades honestas y dando resultados, de lo contrario, la gente demandará medidas autoritarias para que se cumpla la normatividad sanitaria. Es el caso de Jalisco, en donde el gobernador, Enrique Alfaro, dijo que sería “sancionado” quien no cumpliera con las medidas sanitarias para evitar los contagios. Por ello, hay detenciones, hostigamiento y hasta un asesinato por parte de la policía por el simple hecho de no usar cubrebocas.

El pasado 14 de julio de 2020, Consulta Mitofsky publicó resultados de una encuesta sobre la pandemia. Ante la pregunta “Cuál de las siguientes medidas cree que hubieran evitado más muertes y usted hubiera aceptado” El 50.9% dice que “castigar a quien saliera de la cuarentena”, 72.3% “obligar el uso de cubrebocas” y 68.7% “cerrar las ciudades donde hubiera más brotes y no permitir entrar ni salir”, entre otros resultados. Lo que arroja la encuesta es que se hubieran aceptado medidas autoritarias para evitar la propagación del virus y así evitar muertes, sin embargo, el gobierno optó por no usar la fuerza legítima del Estado y confió en que la ciudadanía se cuidaría a sí misma.

Desde un punto de vista humanitario y democrático la medida es correcta, pero ante la ausencia histórica del Estado (con gobiernos anteriores), resulta difícil pedirle a esa misma ciudadanía que deposite su confianza en el gobierno ante una de las crisis más importantes en la historia de la humanidad. Esta negación a la autoridad se hace más visible con la enorme desigualdad en el país, la pobreza y la violencia.

En semáforo naranja, la gente llena el Centro Histórico de la CDMX.
Imagen: jornada.com.mx

La imitación social

También valdría la pena analizarlo desde otro punto de vista, el de la sociología psicologista, concretamente desde el concepto de imitación (de Gabriel Tarde). Los fenómenos sociales tienen su fundamento en la imitación. La repetición se da a partir de la relación mental entre dos individuos en donde hay influencia mutua. La imitación es contagiosa y psicológica, y por medio de esta, a su vez, se vuelve un medio entre los individuos y las instituciones sociales. De este modo lo individual se convierte en colectivo. Dicho en otras palabras, para que exista un fenómeno social la imitación es necesaria, y por medio de la imitación es como se reproduce la actitud asumida por el otro. Por ejemplo, si la persona “A” ve que la persona “B” está bailando, las persona “A” lo imitaría, y a su vez, otras personas harían lo mismo, lo cual surgiría el fenómeno social que es bailar con otras personas en una fiesta pasando de lo individual a lo colectivo. Por eso, en las fiestas, las personas no se quedan sentadas cuando alguien saca a bailar a otra: cuando miran dicha acción, la imitan.

Las personas que salen de sus casas sin necesitarlo podría explicarse bajo el concepto de la imitación. Dicho concepto también tiene una relación dialéctica, es decir, un conjunto de leyes para explicar un fenómeno social en donde la imitación es la afirmación de algo; la oposición es su negación; y la adaptación es la negación de lo negado. En este caso, la afirmación es la “nueva normalidad” que incluye quedarse en casa, todavía no aceptada por muchas personas al no querer adoptar las medidas sanitarias; la imitación es la oposición, o, la negación, de que hay que quedarse en casa; la adaptación es, finalmente, la negación de la oposición, que es una nueva ola de contagios a nivel nacional. Esto se reproduciría continuamente, una y otra vez.

Se trata de una imitación irreflexiva en donde se cree que “no pasará nada porque otros lo hacen”, por lo tanto, las normas sociales del comportamiento lo legitiman. Si el sujeto “A” lo hace, ¿por qué “B” no lo haría?

Existe toda una cultura de desencantamiento hacia la autoridad, hacia las leyes, hacia el bien común y el respeto hacia los derechos humanos en México. La mayoría de los mexicanos no confía en sus autoridades y hoy estamos pagando esas consecuencias. Si la 4T es un cambio en la forma de gobernar, se espera que eso también se traduzca en una nueva cultura política que sirva para construir ciudadanía, con un sistema educativo que enseñe con pensamiento crítico y crear instituciones confiables que lleguen hasta los rincones más pobres del país.

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