La matanza de los “anexados” de Irapuato, recordatorio de nuestra indiferencia
Luis Angel Martínez
El sol comenzaba a arrastrarse por el suelo para esconderse: un grupo armado amotinó a las personas en el mismo suelo donde dormían, con jaloneos y las bocas de las armas bufando en silencio, con el veneno cargado. Que se agachen y sin mirar, ni se levanten, igual ya se los cargó la chingada. Más de 30 personas asesinadas.
Y tal vez las muertes fueron porque andaban en malos pasos y, además, quién sabe si pudieran deshacerse de ese mal, la adicción a la adrenalina, en polvo o verde yerba mala.
Por provenir de barrios, donde se observa sin pavimento y la terracería recordando el no poder ser acomodados o al menos tener un salario suficiente, a pesar del desarrollo que tuvo el estado y también la localidad de Irapuato en los últimos años.
Que la política de seguridad del presidente no es la adecuada, sólo cambiando el uniforme y nombre al ejército, manteniéndolos fuera pero no en los lugares donde se necesitan: una guardia que no ha procurado a la nación. O la estrategia para prevención de adicciones no llega a localidades lejanas.
Porque no es la primera vez, puesto que hace menos de un mes, un asesinato en grupo se efectuó y dejo el contador en 3: seguimos viendo sólo el morbo de los llantos de los familiares.
Donde después del niño ahogado, comenzarán a poner atención en la regulación y revisión de los diversos centros de rehabilitación.
Nos pesa, tras llamarlos “anexados”, a los seres humanos que no pudieron sobresalir por las decisiones tomadas, fáciles, propiciando el equilibrio de una sociedad donde algunos pueden comprar el alimento que deseen y acumular propiedades, mientras otros no pueden donde caerse muertos.
Y todos somos parte, por verlo normal, mantenernos y creer que no es posible que nos pase, que las cosas cambien, en la sobrevivida rutina e indiferencia.