Ante el Covid hay de dos: o chingas al prójimo o le chingas
Los profesionales de la opinión que se consideran oposición y que según ellos son sumamente críticos, aseguran que AMLO ha fracasado. No dicen: como sociedad fracasamos. Ellos no han fracasado. Los hombres y mujeres de éxito no han fracasado porque sus empresas y negocios con el Estado fueron siempre exitosos.
“Los pobres son pobres porque quieren”
Los pobres son pobres porque quieren y la causa de la pobreza son los pobres. Así de simple lo explican. Acusan al mandatario —su enemigo predilecto—, de simplificar las respuestas a los grandes problemas, a los ineludibles desafíos y retos complejos. Pero su simplificación, por venir de ellos no es simplista, es chic.
Lo acusan —al presidente— de darle la mano al narco, de dar dádivas (pensión a adultos mayores, becas a estudiantes de escasos recursos, becas para aprendices en la industria y las iniciativa privada), y de otorgar microcréditos, que —según estas y estos críticos, a los que habría que considerar cuasi santos patronos— no sirven para nada.
Pitonisos de la desgracia
La ansiedad de ver a México convulso los lleva a asegurar, vaticinar una catástrofe, la cual, aseguran, tiene sólo un responsable: el ogro que ya no es ogro, ni filantrópico. Esos mismos críticos aseguran que nos lo advirtieron, a todas y a todos los que votamos por un cambio; dicen que no tarda en haber descontento social y por tanto brotes de violencia social, además de las violencias ya permanentes perpetradas por el narco.
Se llenan la boca. Dicen que personas como yo —apartidistas, impopulares, de a pie, que nos transportamos en metro, que somos empleados— no votamos razonadamente sino visceralmente. Como real visceralista confeso me carcajeo al leer sus rabiosas críticas, iracundas profecías.
Su inconfundible podredumbre
El fracaso de una nación —ellos y ellas—, lo observan tomando un trago, fumándose un cigarro acompañado de galletitas y café, ensaladas dulces, aceite importado. El abismo está ahí lueguito, pasando la balaustrada, en ese abismo donde estamos todos los que con incertidumbre hemos vivido por generaciones los trabajos y los días. Pero a ellos y ellas esa realidad no les importa. Es nuestra condena, nos gusta lamer el yunque. A ellas y ellos no. A ellas y ellos les gustan que se las laman o se los mamen, y que no les digan que les apesta aunque hieda su hiel por completo en todo su ser.
Ellos saben; nosotros somos los ignorantes, los ingenuos que no sabemos apreciar que ellos sí podrían llevar por otros derroteros esta crisis. Ellas y ellos, que son los buenos de la película, son México; los otros, que también somos millones, no contamos, somos menores de edad. La legión infantil.
Anarquista confeso
Mi anarquía les ve las costuras. La ingeniería anarquista de mi pensamiento les ve la cimiente de arena de su insulso discurso. A su desprecio por los programas sociales y su falso dolor porque no haya pruebas masivas y no se instale un estado de persecución y aislamiento, le falta las burlas veras; pero se limitan a vociferar porque ninguno expone posibles salidas, no falsas salidas, de esas que a ellos y ellas los llevaron al éxito.
También soy crítico
Yo puedo decir que pongo en duda y me desconciertan algunas decisiones; que espero que a Salinas Pliego se le obligue a pagar el SAT y se le impongan sanciones por no detener las labores no esenciales; eso espero.
No soy especialista en energías pero sé que no podemos en ello retroceder, no podemos caer en la devastación de los ecosistemas naturales sino en su reforzamiento; además estoy convencido de que las mujeres iniciaron una revolución que es nuestra obligación apoyar y fortalecer; y creo que la violencia a la niñez debe ser erradicada; así en muchos temas y aspectos que, de atenderse, harían más habitable este mundo.
Hacernos responsables
Pero de eso a que yo me crea capaz de concluir que una sola persona nos ha llevado al fracaso y no hacerme responsable de ese fracaso, hay un largo trecho, el cual debo de recorrer mirando al otro, a lo otro.
Todos los días —hay días que esto me cansa, pero lo siento como una responsabilidad— leo y escucho noticias, opiniones, estadísticas; sobre lo que sucede en México y el mundo y no veo cómo ni de qué manera pudiera reducir al dedo inquisitivo con el que estas personas escriben —como si sufrieran de vómito y diarrea verbal.
La anarquía que construye sobre la empatía
En mi andar anarquista, que no visto de negro ni me cubro el rostro, no pintarrajeo muros ni asalto comercios, digo, mi anarquía la entiendo de una forma integral como la autonomía del cuerpo: la inteligencia no está separada de la emoción, ni las ideas están lejos de la práctica, porque las cosas requieren de esfuerzo. Ese mayor esfuerzo que debemos hacer quienes no heredamos nada. Para aprender debemos guardar silencio en la mente y con todo el cuerpo ser sensiblemente perceptivos.
Espero que cuando pase la pandemia, si es que sobrevivimos a ella, nos veamos con menos encono y más capacidad de empatía.