Desigualdad, machismo y medio ambiente; los retos post pandemia
Liliana Ramírez Ruiz
Lo urgente ahora es la salud
A mediados de mayo me hicieron una entrevista en la que en minuto y medio respondía cuatro preguntas sobre la “nueva normalidad”. La tarea fue muy difícil y seleccioné una serie de temas que me parecieron los urgentes.
Lo primero, debido a un virus, el sistema del tratamiento de las enfermedades se volvió el aspecto predominante de la actualidad. ¿Por qué lo dije? Antes de la llegada del Covid-19, la política y la economía habían sido los lentes de análisis de cualquier fenómeno social. Si hacemos un ejercicio y buscamos en redes las noticias de los últimos tres meses, lo que prevalece es nuestro intento por entender cómo un virus se convierte en enfermedad global. Los discursos sobre la salud se volvieron centrales, aunque vale destacar que la definición sobre qué es la salud es incierta, ni la Organización Mundial de la Salud sabe con seguridad a que se refiere cuando habla de ella.
El Covid-19 tomó tal relevancia que los gobiernos han realizado cálculos (ahora si económicos) sobre la escasez de recursos sanitarios y salvar vidas, contener el desempleo y el problema del hambre. La racionalidad entre la ética y la ganancia ha sido diferenciada dependiendo del territorio. En México, y en América Latina en general, las medidas son controversiales. En nuestro país, los distintos actores de la Secretaría de Salud han dado recomendaciones para intervenir sobre nuestras conductas, vida privada y cuerpos, con la promesa de mantenernos a salvo. La comunicación de los distintos niveles de gobierno hasta hoy es confusa, el único mensaje claro ha sido “Quédate en casa”.
El privilegio de quedarse en casa
El “Quédate en casa” es excluyente ¿quién puede quedarse en casa? La ilusión de mantener un confinamiento como en países europeos, se ve rota con la desigualdad social. Nuestros tomadores de decisiones, en lugar de buscar generar apoyos como el ingreso básico temporal o distribuir de modo distinto el apoyo económico a personas adultas mayores, han centrado su esperanza en que el discurso de las siete de la noche logre contener este país. Además, surgen cuestionamientos para saber si se pudo fortalecerse el sistema de salud desde principios de año y si una anticipación frenaría que llegáramos a este momento de pico de contagios.
¿Y la salud mental?
El segundo problema que mencionaba en la entrevista es la forma en que han comprometido nuestra salud mental. Protegernos y cuidarnos, es algo que en ningún momento se cuestionará. Se compromete, en tanto se permite que las personas salgan a trabajar, comprar o consumir, antes que salir a caminar a los parques e idear formas seguras de socializar. Interrumpir el contacto y limitar la socialización tendrá consecuencias que no podemos imaginar. Por ejemplo, en las prisiones y en los hospitales psiquiátricos, las personas tienen más espacios de interacción social que quienes cumplieron el confinamiento.
Todo cambia menos la violencia machista
Derivado de lo anterior, señalaba que todo había cambiado, pero los roles de género no y con esto se ha triplicado la jornada laboral de muchas mujeres (trabajadoras, trabajo doméstico y el rol madre). El desgaste y cansancio de las mujeres frente a esta asimetría en las relaciones de producción y de cuidados, es otro foco rojo. La violencia de género a las mismas se reconoce como la otra pandemia y el presidente Andrés Manuel López Obrador lo ha minimizado e invisibilizado y así colaborado con el problema.
Los retos ante la nueva normalidad
La siguiente pregunta que respondí fue sobre los retos a los que nos enfrentamos. Mi respuesta fue que serían dos; 1) el incremento en la desigualdad social y 2) la violencia de género. Ahora pienso que a esto debe sumarse nuestra relación con el medio ambiente. Los seres humanos no somos el centro del planeta y debemos construir relaciones éticas entre nosotros, con los animales y con la naturaleza.
Además, la llamada “nueva normalidad” generará una especie de laboratorio social. La pandemia nos hizo romper con lo cotidiano, nos toca reorganizar nuestra vida sobre nuevas certezas. En las relaciones sociales, lo observaremos en las prácticas: tomar la temperatura al entrar a los espacios de trabajo o mercados, ver a los otros como un potencial peligro y responder a nuevas formas de control social. Todas nuestras interacciones cara a cara se verán transformadas y nuestros cuerpos aprenderán nuevas formas de generar proximidad.
Tal es el caso de lo sucedido con el gobierno de Alberto Fernández en Argentina, recomendó el sexting o el cibersexo. Dicha recomendación debe venir acompañada de formas de mantener la seguridad y la privacidad, si no estaremos abonando al ya cruel y enriquecido mercado de la pornografía.
Para las personas, atender a ciertos actos ceremoniales forma parte su construcción identitaria. El filósofo Byung-Chul escribió que desaparecieron los rituales; no es posible asistir a la iglesia, o bien, juntarnos para festejar los cumpleaños. En mi opinión, se cambiarán ciertos rituales como ahora los conocemos, otros adquirirán mayor fuerza.
Pienso en dos personas que se encuentran y al mirarse uno le dice a otro ¿cómo estás? La pregunta puede escarbar en el interior de nosotros en la forma como hemos vivido la pandemia, el miedo, la enfermedad, la muerte y la indignación. La indignación en el sentido de que mientras aceptamos el encierro, se comete abuso policial y se realizan expresiones racistas. Esto ha venido acompañado de viejas y nuevas formas de protesta.
Fortalecer lo comunitario es también urgente y necesario
Para concluir, me centraré en la pregunta sobre cómo afrontar lo que nos espera. Mi respuesta es que debemos activar y fortalecer las redes sociales comunitarias y barriales de la ciudad y del país. Lo colectivo ahora más que nunca debe tomar fuerza. La leyenda no es cuídate y cuida a los que viven contigo en tu casa, más bien sería amplia el espacio donde se gestan tus relaciones. Pensémonos como comunidad, generemos cada vez más células de apoyo con aquellos que se encuentran vulnerables. Esta estrategia podrá reducir el peligro que viene con la reapertura, pero no resuelve el problema. Mi recomendación no incluye al gobierno, porque ellos no hacen lo que si hace la ciudadanía organizada.
Las cifras oficiales del viernes 12 de junio en México: 16 mil, 448 decesos confirmados acumulados y 139 mil, 196 casos positivos confirmados acumulado. En la “nueva normalidad” esos números expresan historias individuales y colectivas sobre la enfermedad y la muerte. Cuando vea uno de estos números, recuerde que cada contagiado y cada deceso expresa una vida, que es dolor y miedo para familiares, amigos y vecinos.