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Cómo sanar las heridas emocionales en cuarentena


7 junio, 2020 @ 8:15 am

Cómo sanar las heridas emocionales en cuarentena

Laura Di Maggio

En esta temporada tan atípica para todo el mundo, nos enfrentamos a dificultades para llevar nuestras relaciones interpersonales, ya sea con los padres, amigxs o con parejas. Encerrados en casa, nos sentimos obligados a enfrentarnos con nuestros demonios, nuestras inseguridades y nuestras heridas emocionales.

El origen de nuestras heridas emocionales

Según el escritor y psicólogo Ricardo Silva Rodriguez, cualquier herida emocional tiene un origen en la frustración de alguna necesidad psicológica y emocional rota: necesidad de seguridad, de estima, de pertenencia y, por último, necesidad de amor. En el caso de la necesidad de seguridad, la causa de esta herida es la incertidumbre; la necesidad de estima nace en la desvalorización; el origen de la necesidad de pertenencia se halla en el rechazo; y el miedo es la raíz de la necesidad de amor, o mejor dicho, el miedo a la soledad.

En resumen, casi toda persona en su vida sufrirá de al menos una de estas heridas emocionales que se originan en la infancia. ¿Quién no tiene algún amigo con serias dificultades en la toma de decisiones? ¿Quién no tiene algún conocido que jamás toma iniciativas por sí mismo y siempre está esperando que el grupo de el primer paso: “¡A ver que dicen los demás!? ¿Quién no tiene algún familiar que tiene una relación muy apegada con sus hijxs? Y en definitiva, ¿quién no tiene algún amigo que maneja su relación amorosa de forma muy posesiva y celosa?

Todos hemos sido heridos; inevitablemente

Todxs hemos sido heridos de alguna forma o estamos en un proceso de sanación emocional. Todxs, en algún momento de nuestra vida, tendremos que enfrentar un proceso de sanación: la muerte de algún ser querido, un fracaso en la universidad o en la vida profesional, la separación con una pareja o una buena amiga.

La buena noticia es que las heridas emocionales tienden a sanar por sí mismas. Obviamente, siempre y cuando nosotros no nos saboteemos interfiriendo en el proceso.

Las tres entidades

Para entender mejor cómo operamos, tenemos que pensar en tres entidades: la mente, la conciencia o self, y el tercer observador. La mente es la capacidad autónoma de elaborar informaciones como recibir, analizar, asociar, separar y categorizar. Se trata de un estado evolucionado de la conciencia. La mente es una complejización de esta última.

La conciencia es la capacidad autónoma de percibir o conocer el significado de una cosa. El self es sensación, intuición. Una persona puede estar sana, pero no sentirse sana. Lo que elabora la mente no se refleja necesariamente en lo que la conciencia siente.

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Imagen: expansión.com

El tercer observador, observadora

En fin, llega la entidad más loca de todas “el tercer o la tercera observadora”. Te doy un ejemplo que te lo va a dejar muy claro. Duermes mal, te despiertas de mal humor, vas al trabajo y discutes con tu compañera más querida porque al hablar de cómo el proyecto se estaba implementando, ella te hace unas observaciones no acorde a tus ideas.

Peleas con ella, regresas a casa, cenas y mientras descansas en tu cama escuchando buena música te das cuenta de que esta persona sólo te quería dar un consejo para el proyecto y que no te estaba criticando para nada. Tu tercera observadora o tu tercer observador estuvo todo el tiempo ahí diciéndote: “Guey, te pasas de lanza. Sólo te despertaste mal y percibiste (conciencia) los consejos de tu compañera como críticas y elaboraste la situación como un conflicto (mente). Deja de hacer el bobo y soluciona el conflicto con tu amiga”. El tercer observador: tu salvador.

El tercer observador es parte de nuestro ser. Nos dice cómo están las cosas, ahí donde nuestras sensaciones y nuestras elaboraciones mentales transforman la realidad.

Lo mismo pasa con las heridas emocionales. ¿Sigues sufriendo en tu vida por alguna herida y no logras superarla después de muchos años?

Imagen: Laura Di Maggio

Cómo iniciar la sanación

Trata de focalizarte en esta herida y darle un nombre. Las reacciones podrían ser dos: primero, te ríes. Te das cuenta de que no hay supuestos para que la herida siga y hasta te parece ridículo que sigas sufriendo por aquel motivo.

Segunda reacción: no te parece tan graciosa y casi lloras sólo al pensarla. Pues aquí, tu tercer ojo te falló porque probablemente escapaste a la conciencia. Lo mejor es hablarlo con una persona externa que pueda ejercer de observadora u observador. Una psicoterapeuta que pueda ayudarte en procesar tu sanación (véase abajo un ejercicio que puede ayudarte a tratar tu herida).

En fin, este no pretende ser un artículo de psicoanálisis, sino un insumo para reflexionar sobre nuestra salud mental y espiritual.

Tratamos de enfocar estos tiempos de confinamiento obligado como una oportunidad, no sólo para hacer conciencia sobre nuestro impacto en el mundo, sino también para ser mejores personas.

Ahora mismo habrá gente que se estarán volviendo locos por no poder salir a chupar unas caguamas con sus cuates, por no poder hacer ejercicio como quisieran, por no poder salir con sus amigxs a ver una película, una obra de teatro o un concierto, o simplemente dar un paseo en una área verde, o donde nos dé la gana. ¡Qué lindo sería hacer una sola de todas estas actividades que dábamos tan por descontado!

Pues deja de pensar en lo que no puedes tener ahora. Tómalo como un tiempo de reflexión obligada, de introspección en tu ser, tus emociones y tus deseos. Trata de pensar que a lo mejor mientras tu estés encerrado en tu cómoda habitación con balcón o hasta con un patio o un jardín, hay personas que tienen por casa un pequeño apartamento de 35 metros cuadrados sin ventanas, gente que no tiene ni una casa, otra que se enfermó de coronavirus, y hay gente en las comunidades rurales que tienen casa con escaso acceso al agua, imagínate a una higiene decente para la pandemia.

Y en el peor de los casos hay personas que ni siquiera tienen una casa. Así que aprovechemos nuestro privilegio y enfoquémonos en sanar nuestras heridas para poder dar algo más a este mundo que una publicación en Instagram que diga “yo me quedo en casa y tú eres pendejo por hacer lo contrario” con el objetivo de salir de esta cuarantena listxs para nuevos desafíos y retos.

Imagen: Laura Di Maggio

Ejercicios prácticos para trabajar con tus heridas emocionales:

  1. “Observando tu herida”

*Ponte en un lugar íntimo y donde no te pueda distraer.

Piensa en tu herida emocional: aquella situación o persona que cada vez que lo piensas sigue doliendo o a lo mejor te enoja. O simplemente enfócate en aquello que te causa mucho dolor, cuando lo piensas. Esta herida puede originarse en una de las causas que mencionamos arriba – miedo, incertidumbre, desvalorización y rechazo.

Ahora, dale un nombre a tu herida.

*Reflexiona sobre los efectos que te provoca esta herida: enojo, sufrimiento, culpabilidad etc…

*Piensa en alguien que te dice que sigues herido y necesitas ayuda.

*Dale una forma a este alguien: sigue tu creatividad. Lo importante es que le crea a esta persona.

*Acércate a esta persona y empieza a conversar. Cuéntale de tus heridas emocionales y preguntale si esta herida es real.

* Espera su respuesta. Dale – y date tiempo-, seas paciente. No hables, solo escúchala.

¿Qué resultado obtuviste? ¿Escuchaste una voz interior que te decía que ya esta herida no existe? Se trata del tercer observador: tu salvador, tu “yo interior” que te recuerdas que no hay motivos para seguir sufriendo.

Obviamente, si no tienes identificada la herida, significa que el motivo escapa a tu conciencia y que necesita una tercera persona que te ayude. En este caso, sería más aconsejado acudir a una psicoterapeuta.

  1. “Perdonarse”:

Este ejercicio tiene el fin de liberar y expresar la carga emocional subconsciente.

Relájate y piensa a  alguien que quisieras poder perdonar. Al pensarlo, seguro que emerge una cierta carga emocional. Fijate en donde la percibes en tu cuerpo.

¿Hecho? Bueno, ahora trata de imaginarte en otro lugar. Puede ser en una playa, en un volcán, en un bosque, en un cenote. De repente se te acerca una niña chiquita, de 5-6 años. Mientras que la niña se va acercando, te das cuenta que se trata de aquella persona que necesitas perdonar.

Observa la vulnerabilidad y inocencia de la niña, un poco como cuando tu eras chiquita también. Piensa que también ella ha sido víctima de las heridas emocionales de sus padres u otras personas y que no es totalmente culpable de lo que hizo. No te apures, vive esta experiencia, sientela y luego liberate de tu dolor. Podrías empezar haciendo desaparecer la niña entre las estrellas del universo u abrazando a la niña. Tú escoges.

Espacio para nuestros colaboradores ocasionales, quienes amablemente nos comparten sus reflexiones. En la Revista Consideraciones caben todas las opiniones.