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#DíaDelMaestro: feliz día de la inestabilidad laboral en la UNAM


unogermango

15 mayo, 2020 @ 3:44 pm

#DíaDelMaestro: feliz día de la inestabilidad laboral en la UNAM

No se puede ser profesor si no se tiene la certeza de ser profesor. Pero en la Universidad Nacional Autónoma de México muchos profesores, la mayoría de ellos, tienen apenas unas horas frente a grupo. Es decir, ¿son profesores? O desarrollan cualquier otra profesión y asisten, por unos momentos a la semana, a ser profesores. Si no se tiene la certeza de ser profesor, no se puede ser un profesor.

La llegada del Covid-19 aisló, por instrucción de las autoridades, a toda la planta de profesores. Junto con los alumnos, fueron los primeros en experimentar la cuarentena. Con esta acción, el viejo problema de la inestabilidad laboral adquirió matices nuevos. No ha desaparecido el señalamiento sobre la indiferencia de la Máxima Casa de Estudios hacia la mayoría de los profesores, por el contrario, la obligación de la atención virtual ha demostrado que la desigualdad salarial y laboral no deja de presentarse en cada acontecimiento dentro de la UNAM.

Imagen: politica.expansion.mx

Covid-19. Un problema nuevo para los docentes

La pandemia acorraló a los profesores de la Universidad. A los problemas añejos del gremio se sumaron otros inesperados, inimaginables hasta hace seis meses, pero reales hoy: las clases en línea. De pronto llegó la indicación de irse a encerrar a casa; posteriormente, instrucciones para atender a los alumnos en aulas virtuales. Luego, nada. Y después, una tardía modificación al calendario escolar. La pandemia se había instalado, y con ella, la incertidumbre sobre cuál era el mejor camino para alcanzar los objetivos escolares. Todos parecían tan certeros como equivocados. Pero algo debía hacerse.

Casi dos meses después de haber iniciado la cuarentena muchos profesores ya concluyeron el semestre. Algunos, incluso, se despidieron de sus alumnos. Videos, fotografías y hasta columnas periodísticas presumen el éxito alcanzado en la impartición de las clases en línea. Algunos testimonios triunfales son preciosos, especialmente en el nivel medio superior. Otros, más recatados, confiesan sus problemas iniciales, aunque después se sobreponen y triunfan. Pero la realidad es menos gloriosa.

Trasladar la clase a una plataforma desconocida resultó sumamente problemático. Para profesores de licenciatura con preferencia por la cátedra, lo impersonal de las sesiones resultó decepcionante; para algunos alumnos no hubo motivación y el interés se diluía. Para profesores de bachilleratos y prepas, las estrategias didácticas conocidas y preparadas para las aulas, no pudieron concentrarse en formularios, PDFs y Power Points; para los alumnos, fue una carga excesiva de materiales realizados con premura.

Seguro hubo quienes disfrutaron el experimento. Aplausos para alumnos y profesores deseosos de adaptarse a las nuevas circunstancias. La gran mayoría no lo logró. Incluso, muchos docentes nunca se pusieron en contacto con los alumnos. La UNAM estableció la plataforma Teams, de Microsoft, para facilitar la comunicación entre alumnos y maestros. También recomendó otras, de distintas empresas, para iniciar las clases en línea. Es larga la lista de plataformas de videoconferencias, aulas virtuales, bibliotecas digitales y repositorios académicos. Aprender a usarlas requirió mucho, mucho tiempo, pero era una obligación porque, en ese momento, era el trabajo del profesor. Pero, ¿y si no se tiene la certeza de ser un profesor porque las condiciones laborales indican lo contrario?

Imagen: youtube.com

La pandemia destaca las malas condiciones laborales

La Universidad Nacional tiene, desde hace años, un serio problema laboral con los profesores. Su política es muy sencilla: zanahoria y garrote. La promesa de ascender en el escalafón docente tiene, como requisito, pasar por encima de los compañeros. Si no destruyes a la competencia, no accedes; si lo haces, mantienes la estructura. Una vez adentro, está comprobado que nadie quiere salir y las luchas gremiales son derrotadas antes de existir. El sistema es indestructible y ha arrinconado en la inseguridad laboral a miles de profesores, de distintos niveles, de la UNAM.

La pandemia agravó el problema. ¿Cómo un profesor, contratado por 4 o 6 horas a la semana, puede dedicarse por completo a la preparación de materiales en una plataforma desconocida? ¿Cuál fue su base pedagógica? ¿Y la metodología didáctica? Normalmente, estas dudas se aclaran en cursos para profesores y se resuelven antes de comenzar el semestre. En esta ocasión, sólo se tuvieron una o dos semanas para arrojarse a una labor desconocida. Lamentablemente, muchos profesores debieron buscar el sustento en otros sitios, porque la pandemia estaba a la vuelta de la esquina y amenazaba la seguridad laboral de millones de personas. Aún así, la mayoría de profesoras y profesores –de asignatura y de carrera–, decidieron hacer lo posible e improvisaron con eficacia. Hay una ética motivadora en las actitudes de miles de ellos.

No se puede decir lo mismo de otro sector de la UNAM. Muchos profesores, con más privilegios, se mantuvieron al margen. No sabemos cuántos son ni quienes son todos, porque la UNAM nunca dará a conocer esa información. Pero no acudieron al llamado de las clases en línea. Varios de ellos son profesores de carrera, con prestaciones y sueldos muy superiores a los profesores de asignatura. Eso los convierte en una especie de intocables. Nadie les increpó por desdeñar la emergencia. Ni lo harán. No tienen miedo porque las autoridades nunca se meten con ellos, ni siquiera cuando mantienen comportamientos grotescos contra alumnas y alumnos. ¿Por qué habían de recriminarles la desidia?

La desigualdad y la falta de estabilidad laboral de los profesores estalla en cada suceso importante ocurrido dentro de la UNAM. Es el elefante en medio de la sala. Maquillarlo con historias de éxito y agradecimientos vacíos por parte de la institución, no desaparecerá el conflicto. Los profesores de la Universidad requieren certezas laborales, no palmadas en la espalda.

Los horrores que trajo la pandemia

La pandemia se instaló con una fauna nueva: los profesores de redes sociales. Académicos e investigadores han mostrado, sin pudor, su nulidad para la empatía. Se envolvieron en su problemática y dejaron de servir a la Universidad. Simplemente, abandonaron la docencia o la academia y se dedicaron a la crítica superflua contra las autoridades federales. A pesar de su sueldo pagado por la UNAM, se dedicaron a escribir sus columnas en diarios mientras el resto de la planta académica trataba de ser socialmente responsable. Muchos, muchísimos académicos, con sueldos por encima de la decencia, estimulados por el PRIDE y el SNI, decidieron que la mejor forma de participar en la solución a la pandemia era dejar de ser productivos… si alguna vez fueron productivos, porque muchos de ellos, amparados en una seguridad laboral intocable, ni siquiera se presentan a trabajar.

Imagen: Twitter

Otro problema develado por la pandemia ocurrió entre un reducido, pero significativo, grupo de alumnos. No es materia, propiamente, de una reflexión por el día del maestro, pero al formar parte del binomio en el aula, se convierte en relevante. Casi todos los alumnos “acudieron” a las clases virtuales, excepto aquellos cuyas posibilidades financieras no se los permitieron. Las clases en línea cuestan y requieren recursos tecnológicos por encima de algunas economías. No sólo por eso es importante mencionarlo. Preparar clases para alumnos sin acceso a internet o sin dinero para la compra de datos, implica una carga extraordinaria de trabajo, un trabajo que, para muchos, significa sólo un ingreso extra, pequeño, pero necesario.

La cuarentena no detiene la desigualdad

La pandemia es un problema público y hallar una solución a los contagios, nos ocupa a todos. Por esa razón, las voces de profesores no se levantan con dureza en esta fecha, en el tan manoseado Día del Maestro. La cuarentena nos obliga a una solidaridad comunitaria y la comunidad universitaria ha mostrado una unidad ejemplar, pero no significa que los problemas hacia el interior no existan. Una de las grandes deudas de la UNAM es con sus profesores. Gran parte de la planta docente de la universidad más importante del país tiene condiciones laborales deprimentes comparadas con el compromiso magnífico plenamente demostrado. Un poco de justicia no se vería mal en este día de la maestra y el maestro. Tristemente, este es un artículo que se leerá hoy y se olvidará mañana. Recordarlo no es algo que sea conveniente para la Máxima Casa de Estudios de la nación.

Se agradecen las felicitaciones, pero el 15 de mayo es un día de lucha. Cuando el agradecimiento llega desde las alumnas, alumnos y colegas, bienvenido sea. A las autoridades se les agradece también, pero se les recuerda que una tarjeta, un mail o un tweet, no compensan la inestabilidad laboral de la mayoría de sus profesores y la indignante desigualdad con que son tratados.

Editor de contenidos en la Revista Consideraciones. Profesor de la UNAM y estudioso del comportamiento de los gatos. El lenguaje lo es todo.

Un comentario
  1. Facundo Jiménez

    Estimado colega: tú opinión merece algunas consideraciones, pareciera que tu artículo hace responsable al profesor de su situación, siendo el efecto de un problema estructural de la UNAM. Desde que la burocracia implementó políticas públicas meritocráticas en los a los 80s, se estratifico, fragmento a los docentes. Se impuso el programa de estímulos a los docentes, que dividió más al profesorado e inicio la precarización de los mismos. La falta de organización de los propios docentes ha permitido el control de parte de la casta universitaria. La Pandemia vino a ver que el rector y sus señores feudales impusieran las clases virtuales sin que hubiera conseso con los docentes y estudiantes. La pandemia vino ver el autoritarismo histórico existe en la universidad.

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