Emergencia sanitaria es también emergencia ética y ambiental
Xicotencatl Servin
Si de algo podemos estar seguros es que a raíz de esta pandemia surgirá un cambio importante en los aspectos económico, político y social. Pero el cambio no debe quedarse ahí, el cambio más importante y vital tiene que darse en la consciencia de la humanidad sobre el origen de esta pandemia. En estos momentos es cuando más debemos pensar sobre nuestros fracasos y nuestras debilidades, revisar a fondo nuestros sistemas de salud y sobre todo repensar nuestros presupuestos y paradigmas éticos y políticos.
Debemos empezar por reconocer que la crisis sanitaria que hoy nos acoge es en realidad consecuencia de una crisis ética y ambiental que nuestro egoísmo antropocentrista ha causado. Debemos dejar de pensar que el virus que ha iniciado la pandemia ha surgido espontáneamente y aceptar el hecho de que el detonante común de ésta y de otras enfermedades infecciosas es el desequilibrio que hemos provocado en los ecosistemas y el medio ambiente. El capitalismo salvaje que se sustenta en esta perspectiva egoísta del mundo ha exacerbado a partir de la explotación inconsciente de nuestro planeta el desequilibrio global, el cual se convierte en nuestra mayor crisis actual.
Antropocentrismo y desequilibrio ambiental
Nuestra visión antropocéntrica nos ha despojado de la consciencia básica de nuestra coexistencia en el planeta; el hecho de que formamos parte de una simbiosis con millones de especies, virus y bacterias que habitan la tierra desde antes que nosotros. Nos hemos tomado como un ente ajeno, aislado y único, y no como lo que realmente somos, una parte en coexistencia con la totalidad natural. Esta óptica nos ha hecho perder la referencia de nuestro origen, permitimos que nuestro egoísmo desencadenara un desequilibrio brutal en nuestro ambiente. Nos olvidamos de que no estamos solos, sino que coexistimos en una relación mutua con otros seres vivientes y que el bienestar de los otros es el nuestro también.
Después de todo el daño y sufrimiento que hemos causado a las miles de formas de vida con las que coexistimos, hoy resentimos ese daño en nosotros mismos, el desequilibrio se ha manifestado de una forma perjudicial para nuestra especie. La naturaleza ha cobrado su factura.
No hay otra forma de entender mejor el origen de este virus que a partir del “desequilibrio ecológico” que hemos generado. En aras de satisfacer nuestros caprichos de consumo estamos poniendo en peligro nuestra propia existencia. Las pandemias que en los últimos años hemos atravesado están en relación directa con la forma en la que habitamos este planeta; la forma de alimentarnos, la agroindustria, la ganadería intensiva y el consumo clandestino de animales salvajes junto con la deforestación y la destrucción de los ecosistemas son la fuente principal de estas enfermedades.
Debilitar el antropocentrismo
Debemos cambiar esta perjudicial forma de ver la realidad, la naturaleza y la manera en la que interactuamos con los otros seres vivos y con el medio, de lo contrario, esta mirada antropocéntrica terminará siendo nuestra condena. Debemos apostar urgentemente por la consciencia de que nuestra existencia depende de la participación en una red interconectada con el mundo natural. Debemos cambiar nuestra razón egocéntrica y antropocentrista por una consciencia solidaria y ética que no sólo incluya a los humanos sino también al resto de los animales con los que compartimos este planeta. Debemos dejar de vernos como un agente aislado del mundo natural y comprender que dependemos de la existencia en equilibrio de miles de formas de vida entre ellas los animales.
Este virus nos ha dado buenas razones para cambiar nuestra óptica de vida, pues nos ha demostrado lo frágil que somos ante los cambios impetuosos de la naturaleza, que un pequeño agente invisible puede ser más fuerte que nuestras grandes estructuras sociales y causar miles de muertes y que, el bienestar de nuestra especie depende del bienestar y equilibrio de todas las demás especies.
Dos acciones necesarias para el futuro
Estamos ante un dilema urgente, un “dilema existencial”. O nos preocupamos y actuamos en crear un mundo habitable y en equilibrio, o seguimos devastando nuestro entorno y el único hogar que tenemos con nuestros nocivos hábitos de consumo y nuestro egoísmo antropocéntrico que no benefician a nadie y que está poniendo en peligro a nuestra especie y al planeta entero. Por lo pronto dos acciones son de suma importancia y recaen en nuestra completa responsabilidad como humanidad: cambiar nuestros hábitos de consumo que implican la destrucción masiva de los ecosistemas y de la tierra, pues está ya demostrado que el alto consumo de carne en el mundo nos está costando muy caro a nivel de salud social. Y, por último, debemos empezar a considerar por el bien de todos, a los demás seres vivos y ecosistemas como parte constitutiva de nuestra propia existencia, impulsar la idea de la inherente relación que existe entre el cuidado de la biodiversidad y la salud sanitaria mundial.