Gato con Lentes

Cruz de agua: un libro sobre derrumbes, muertes y reconstrucciones del alma


myrna_armenta

30 marzo, 2020 @ 5:10 pm

Cruz de agua: un libro sobre derrumbes, muertes y reconstrucciones del alma

@myrna_armenta

Alejandro Moreno Villareal posee una mente y alma inquietas. Es chilango, estudió Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana y una maestría sobre Educación; actualmente es profesor universitario, escribe, ha compuesto canciones y también lleva muchos años aprendiendo cómo ayudar a la gente a sanar energéticamente; es un asiduo lector de tarot, conocedor de religiones orientales y corrientes de meditación que practica y enseña a quien lo desee.

Influenciado desde niño por la literatura que se leía y comentaba en su familia, siempre ha escrito, pero fue en estos últimos años que se animó a publicar relatos y textos poéticos. Sus primeros libros Memorias de un Cuervo en el exilio y La Puerta del Chamán: experiencias de una peculiar iniciación, los editó de forma independiente.

La respuesta que tuvo la segunda publicación lo incentivó a escribir Cruz de agua (2020, Infinita), su libro más reciente. A través de relatos y poemas divididos en tres partes: Derrumbes, Funerales y Cruz de agua, aborda las oscuridades del alma, las muertes internas que vamos acumulando, así como las distintas búsquedas y experiencias que surgen cuando intentamos renacer, reponernos, reinventarnos.

Alejandro Moreno Villareal, Sanador
Foto: Myrna Armenta

¿Cómo defines el o los géneros que desarrollaste en Cruz de agua?

Es un libro de experiencias internas, tiene relatos y poemas. Son relatos metafóricos, es un texto de experiencias personales más que de reflexiones, porque esto último sale de la mente y lo que escribí salió de la entraña.

¿Qué paso en ti para que te animaras a escribir poesía, que en general a veces se le da la vuelta y cuando uno comienza a escribir te recomiendan comenzar con cuentos?

Sucede que yo me rodeé de libros desde niño, mi padre era muy aficionado a la Literatura, por otro lado mi hermano estudió Letras; siempre estuvo ahí, se leía y hablaba sobre eso. Me encerraba a hacer la tarea pero no podía iniciar si no escribía cosas que traía, pero lo desechaba. Siempre me dio por escribir, en la secundaria, en la prepa… algunas cosas las mostraba, otras no, a nadie le importaban ni a mí. Luego empecé a hacerlo con más seriedad gracias a José Cruz (músico blusero), quien me puso un reto en una clase, me dijo que iba a escribir una canción, y yo: “pero no tengo las bases”, él me animó, me abrió una puerta y de ahí comencé a escribir canciones. Yo siempre comenzaba escribiendo la letra, luego melodía y música.

Publiqué de manera independiente Memorias de un Cuervo en el Exilio cuando vivía en Cuernavaca, no fue un gran éxito, pero fue la primera experiencia en publicar. Luego conocí a Daniel Zetina quien maneja la editorial Infinita e hicimos La puerta del Chamán y éste último.

¿Cómo surgió Cruz de agua?

Alguien me dijo que al leer la Puerta del Chamán le chocó que se acabara muy pronto, ¿y luego, qué pasaba después? Comenzó así… dije, voy a hablar de experiencias de otras personas, comencé a hablar con varias, pero una amiga me comentó que mejor sacara las cosas que yo traía adentro. Y así comencé a explorar, en ese tiempo viví una experiencia muy fuerte que me llevó a pensar el libro en tres partes y a darme cuenta que en mi vida soy tres o más cosas: Derrumbes, Funerales y Cruz de agua.

Alejandro Moreno Villareal, Sanador
Cruz de agua. Editorial Infinito

Cada lector hace sus interpretaciones, pero ¿de qué querías hablar en Cruz de agua?

Habla de una búsqueda muy personal, pero la puedo compartir con los demás, seguramente muchos se van a identificar con ello. Comienza con esta desazón total, por esta perdidés que está en Derrumbes y pasa a Funerales… que puede sonar fuerte, pero alguna vez platiqué con uno de mis maestros sobre esta idea de que morimos todo el tiempo, mutamos, dejamos yoes, enterramos un cadáver y renacemos… y luego llego a Cruz de agua, que no es la iluminación, pero es como las ganas de encontrarla a través de distintos caminos y conocimientos.

¿Cómo fue el proceso creativo en este libro?

Fue muy de las entrañas, había momentos de mucho silencio. Tengo una voz adentro, no es esquizofrenia (risas), pero me dicta frases, se me ocurre una y esa conecta con otra y otra, a veces me desespero porque en ese momento no puedo escribir, puedo estar caminando… por eso ahora traigo una libretita. Me sentaba a escribir, eran momentos, todo fue a lo largo de un año. Comienzo un texto y no paro hasta el final, generalmente no hago revisión, esa la hago hasta terminar. No tengo un momento determinado para escribir.

En tu libro hay muchas referencias a esta parte espiritual, esotérica, de religiones orientales, meditación… ¿fue inevitable o el libro trata también de eso?

Si estoy hablando de mí es inevitable porque también eso soy, forma parte de mí, pero no es un libro sobre meditación o sanación, es un libro de experiencias donde los demás pueden identificarse con lo que pasa en esas búsquedas.

El agua es un símbolo muy presente en varios textos…

El agua es mi elemento, el agua evoca las emociones, los sentimientos. Por ejemplo, en el tarot la carta de las copas es el agua, hay un texto de esto. Una vez alguien me dijo que mi elemento era el fuego, pero mi elemento es el agua. El sonido del agua, el contacto con ella me llama para hacer cosas.

Alejandro Moreno Villareal, Sanador
Foto: Myrna Armenta

En la primera presentación del libro hablaste de una experiencia que te dio el título, cuéntala otra vez.

Es una historia extraña, una persona que se dedica a sanar, una curandera, me puso una Estrella de David en la mano e hizo una cruz de agua, me dijo que había un espíritu en esta estrella y que sólo la bendijera con cruces de agua, que la usara como un talismán. Lo conservé durante mucho tiempo hasta que alguien me la robó. La cruz de agua es como poner una parte de mí en el agua, no tiene nada que ver con la religión católica.

¿Fue como una experiencia de iniciación?

Fue un ritual para activar la protección que trae esta estrella; se activaba con la cruz de agua. Cuando me di cuenta que mi elemento es el agua, lo conecté con esta experiencia, y de alguna manera cuando creo, cuando escribo, ritualizo, necesito el agua, mucho. Este símbolo es una cosa muy personal, es echar andar mi propio espíritu, mi espíritu que está desde los derrumbes, desde la desgracia, luego mis funerales y la renovación, la búsqueda.

En tus relatos de pronto hay mucha fatalidad, soledad y oscuridad a pesar de que hablas de sanación, luz, muchos te decimos “Cuervo”. ¿Te consideras un escritor maldito, oscuro?

(Risas) Pues no ahora… con Memorias de un Cuervo en el exilio, un amigo escritor me comentó que era medio maldito (el texto). En la presentación me decían que los remitía a Baudelaire; era mi ideal, pero años después, ya no. No pienso en eso.

Hay un fuerte contraste entre esta parte oscura, fatal, abismal y luego quienes te conocemos sabemos que sanas, que siempre estás leyendo, dando consultas, meditando. Dime: ¿cómo te llevas con estos dos polos? ¿Cómo llegas a un equilibrio si es que existe tal?

No puedes seguir siendo maldito cuando entras a esto de querer trabajar por la sanación de otros. No hay un equilibrio, acepto las dos partes, hay momentos en que estoy que me lleva el carajo y hay momentos donde hay gente que me ayuda, que me dice cosas positivas, que soy un colibrí (risas).

Crees que es un libro complejo de leer, a mí de pronto me parece que sí, requiere cierta atención para no perderte y saber a quién le hablas, saltas de primera a segunda persona en un mismo texto…

Generalmente me hablo a mí cuando digo cosas como: “cuando no existías” no me refiero a que otra persona no existía, soy yo, así me sentía, es válido, es poesía, es literatura. Los libros son para descubrirte.

Alguien en la presentación te agradecía por escribir poesía en un mundo donde casi nadie lee, donde a nadie le importa, hipermaterial, concreto…  ¿pensaste en esto?

Si se puede escribir poesía, hay alguien que la puede leer; si te sale, no creo que debas ser un ser aislado, siempre habrá alguien a quien le interesará. ¿Qué hago con esto? Alguien lo va a leer, va a conectar con alguien. En este, o en cualquier otro momento, se puede escribir. Creo que sí hay público para la poesía.

La poesía ayuda a no llorar o poder llorar, a reír, ayuda a que las cosas no te estallen por dentro. Si no tuviéramos esto, este mundo sería un verdadero manicomio; resignifica las cosas, las sublima. Hay que darle significado a todo esto que vivimos.

Piensas escribir algo más…

Sí, una novela, pero en estos momentos se me niega, como si adquiriera vida propia y me dijera que ahorita no. No sé qué voy a escribir, a ver qué sale, me voy a esperar.

¿Te sientes más cerca del Alejandro escritor con esta obra?

Al principio me dio miedo, pensé que no iba a gustar, es demasiado íntimo. Luego hablé con María Luisa Alós, una amiga periodista y escritora, ella me dijo que estaba muy bien, y una de sus amigas escritoras me compartió que había frases que le enchinaban la piel y así poco a poco comencé a tener seguridad.

Sí, me siento más cercano al escritor, soy como un poeta que arde, sin querer ser mamón… aunque pudiera sonar mamón así me veo, por eso escribí “Un poema que arde”, un texto que viene en el libro.

El libro se puede adquirir en sus redes sociales y en presentaciones

Próxima presentación (sujeta a cambios por contingencia Covid-19)

16 de mayo a las 18:00 horas

Café Chapata Vive

Diagonal de San Antonio 1410, local B. Narvarte Poniente.

 

Un poema que arde (fragmento)

Hay una hoja que arde dentro del bolsillo de mi pantalón,

con un fuego que calienta la fría mañana.

Derrite la tinta que han dejado los garabatos

para dar paso a un absurdo escrito, un absurdo poema,

un poema que habla de vacío,

habla de todo lo que está pendiente,

habla de lo que quisiera entender.

Descubro en él a mi padre, quien escribió en mi espalda

sin saber lo que yo haría en “La Puerta” al pie de la montaña,

un nicho donde iría a encontrarme con él para enseñarle mis alas

o reconocer a mi abuelo y su túnica.

entender lo que construía con sus manos,

porque he sido señalado y abandonado,

he sido designado para sanar

y caminar por un sendero de flores antes de que oscurezca,

para regresar después protegido por las sombras.

No soy de mi ciudad.

Soy el pie de piedra,

soy alma de río,

soy cruz de agua.

 

Periodista, música y promotora cultural. Siempre profundizando en las historias con pocos reflectores. Cultura, música y arte desde una visión social.