El periodismo en los tiempos del Coronavirus
Los cínicos no sirven para el oficio periodístico
Ryszard Kapuściński
En esta entrega me centro en sintetizar algunas ideas sobre ética periodística de Javier Darío Restrepo, quien coordinó durante muchos años el consultorio de ética periodística de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, hoy Fundación Gabo. Para Restrepo, la ética periodística es una utopía y en este sentido se puede decir que es un ideal y una serie de valores que están ahí como una suerte de brújula para orientar a quienes hacen periodismo.
Los valores esenciales de ética periodística
Señala que “los valores esenciales de la ética periodística son la verdad, la independencia y la responsabilidad”. En tiempos de esta entelequia denominada posverdad y de fake news, devenidas en un modelo de negocio, me interesa centrarme en el valor periodístico “compromiso con la verdad”. Para Restrepo “la verdad pertenece a la sociedad, no al periódico, ni al periodista”.
Continúa Restrepo “la verdad es base de la estabilidad social y atentar contra ella es poner en peligro el interés público. Así, la verdad es un bien público y, por tanto, no es una posesión que puedan manejar a su capricho y conveniencia los periodistas o los medios de comunicación. Existe una distancia entre la noticia como mercancía y la noticia como bien social; o, lo que es lo mismo, entre la verdad privatizada y la verdad al servicio del bien común. Esta última mirada sobre la verdad, revela otro de los deberes éticos del periodista: el correcto manejo de las fuentes”.
Información sin contexto es manipulación
Restrepo hace hincapié en el asunto de poner en contexto a los hechos de los que se hablan en los medios, situar antecedentes. Pues, señala, la información está incompleta si no se contextualiza. Ver y leer una información no significa entenderla. Con frecuencia vemos que la mayoría de sucesos que ocurren en el país y en el mundo están descontextualizados, se muestran sólo partes de hechos o lo que creo es peor, frases y dichos de personas importantes por sus cargos públicos o por ser conocidos en la sociedad, sin mayor explicación o contexto. Por tanto, hay que distinguir entre hecho y verdad.
Más allá de esta reflexión, cabe decir que las mentiras presentadas como verdades, la propaganda y la manipulación han sido utilizadas como instrumentos de dominación desde hace ya bastantes ayeres. Situémonos en el tiempo histórico de la Primera Guerra Mundial en el que incluso el gobierno de Estados Unidos creó un ministerio para fabricar el consenso entre la población para que aceptara la participación de ese país en dicha conflagración mundial.
Mi tesis es que la llamada posverdad y las Fake News, así como otros recursos usados desmedidamente por los medios, como las falacias de autoridad, las figuras retóricas, no diferenciar entre juicios de valor y hechos, editorialización desmedida de notas, se suman a una serie de estrategias más bien de orden ideológico cuyo objetivo es mantener intacto el status quo y el sistema de dominación. Es, lo que Noam Chomsky denomina como ‘la fabricación del consenso’.
La verdad como revelación y liberación
En esta lógica, la verdad toma otro cariz. Para mi, la verdad es más que un bien público que le pertenece a toda la sociedad, como indica Restrepo. La verdad acá tendrá una cualidad y esa condición cualitativa es lo que el filósofo Michael Löwy señala “la verdad como un instrumento de liberación para los oprimidos y explotados”. En este sentido, ¿quiénes se benefician de que no se conozca la verdad, a quiénes les interesa que la verdad permanezca oculta, disfrazada de hechos falsos o, peor aún, falseados deliberadamente? La respuesta parece simple: aquellos que tienen el control de los medios de comunicación, del poder económico y financiero y del poder político y que por tanto su interés es mantener el orden social establecido.
La verdad en tiempos de pandemia
En tiempos de pandemia, la reflexión sobre la verdad y la ética periodística es necesaria, sobre todo teniendo en cuenta que estamos en una lucha de clases, lo crean, lo entiendan o no, en la que también hay una lucha por la hegemonía, por el sentido y por sostener el consenso en el que las y los dominados y oprimidos del mundo se mantengan donde están aceptándolo además, sumisamente.
Por último, cito a Albert Camus quien decía que “no se puede odiar sin mentir y no se puede decir la verdad sin sustituir el odio por la compasión”. En una entrevista que le hicieron en 1951 Camus señaló que “de 10 periódicos, 9 mienten más o menos, en grados diferentes son portavoces del odio y la ceguera. Cuánto mejor odian, mejor mienten”. Me pregunto qué diría hoy, y qué diría de las redes sociales.