¡Ya basta! Nos están matando
Ingrid
El domingo 9 de febrero, la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) detuvo a Eric Francisco, un ingeniero civil de 46 años que ese día se convirtió en el feminicida de Ingrid Escamilla.
Frente a su hijo de 14 años, el asesino degolló, desolló y descuartizó a Ingrid. Luego, como basura, desechó una parte de sus restos por el drenaje del baño, embolsó lo que sobraba y lo abandonó junto a una alcantarilla en la calle.
Bañado en sangre, con la boca seca y un nudo en la garganta, Eric Francisco Robledo Rosas fue detenido por agentes policiales a quienes relató lo sucedido. “Empezamos a discutir. Ella se enojó porque había estado tomando. Seguimos discutiendo. Nos empezamos a forcejear. Me dijo que me quería matar. Sacó un cuchillo y como que me lo enterró […] ese mismo cuchillo con el que me golpeó se lo enterré en el cuello”.
El fenómeno de violencia generalizada que por lo menos desde el año 2006 muestra su rostro en forma de una creciente espiral de cifras que no da tregua a ningún gobierno, por más legítimo o espurio que sea, sacude a la sociedad mexicana con más fuerza cada día. Y tal numeralia es igualmente brutal para describir la violencia de género contra las mujeres.
El año 2019, primero de la administración obradorista, cerró con un total de 36 mil víctimas de homicidio doloso y 976 feminicidios, de acuerdo con cifras de la organización Causa en Común y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
El 2020 trae nuevos datos no menos escalofriantes, pues sólo en el mes de enero 2 mil 892 personas fueron asesinadas en México; de esa cifra, los casos de 2 mil 819 víctimas son investigados como homicidios dolosos y 73 como feminicidios[1].
Definida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como una de las violaciones a los derechos humanos más graves, extendida, arraigada y tolerada en el mundo[2], la violencia contra las mujeres ha encontrado en el feminicido su forma de expresión más extrema.
Este tipo de crímenes de odio ha crecido exponencialmente desde que en 2006 Felipe Calderón iniciara la probadamente fallida guerra contra los cárteles de la droga en nuestro país. Al finalizar el 2012, el número de víctimas de feminicidio ascendía a 4 mil 112, mientras que para el 2018, la gestión de Enrique Peña Nieto le sumó 2 mil 486 casos a una cifra que hoy rebasa los 6 mil 600 asesinatos de mujeres por razón de género.
Si bien es cierto que el machismo es una cultura ancestral de la que no somos responsables de hacer nacer, la impunidad, la falta de garantía de los derechos sociales y la escasez de medidas efectivas para combatirla son condicionantes clave para la perpetuación de la violencia.
A pesar de lo alarmante que se mira el porvenir de las mujeres en este país de dolientes, la mirada del gobierno, ahora con la bandera del progresismo como insignia moral, parece distraída, insensible y distante, ante una problemática que nos discrimina y nos golpea y nos desaparece y nos asesina todos los días.
Las “llamativas” marchas rosas del año pasado no parecen causar más que indignación en los sectores conservadores que miran con desprecio el desgaste de la cantera negra del Ángel de la Independencia o el mármol del Hemiciclo a Juárez. Y no es sino hasta que las calles reclaman paz y justicia cuando cobran relevancia casos como el de Ingrid Escamilla, una joven de 25 años que murió en manos del fecundo monstruo del machismo y cuya dignidad fue lascerada por el morbo de la prensa cuyo modelo de negocio se cimienta en las imágenes de sangre y vísceras.
Fátima
El martes 11 de febrero, pasadas las 6:00 de la tarde, la pequeña Fátima fue vista con vida por última vez. Una mujer, Giovana, la sacó del colegio varias horas después del horario de salida, presuntamente porque a los padres se les olvidó recoger a la niña. Tomadas de la mano, Fátima y Giovana caminaron hasta la casa donde Mario, esposo de Giovana, las esperaba.
Fue Irma Reyes, tía de Mario, quien hizo la denuncia que resultó en la detención de los feminicidas. Luego de albergarlos en una habitación de su casa durante algunos días, doña Irma identificó los afiches que estaban siendo televisados y decidió actuar.
—Los reconocí por las fotos que salieron en la televisión. Entonces bajé y los encaré —ha relatado Irma en múltiples ocasiones a los medios de comunicación—. Díganme, ¡quién fue! ¿Fuiste tú? —le preguntó a Giovana—.
—Sí, pero él la agarró —contestó la mujer—. Me dio un par de cinturones para estrangularla pero no tuve fuerza porque todavía se movía. Entonces él terminó de ahorcarla—.
Según las declaraciones públicas de doña Irma, Giovana secuestró a Fátima porque Mario la amenazó y la obligó a hacerlo.
—Ese día, Mario me agarró a patadas, me sacó de la casa y me dijo que no me iba a dejar entrar hasta que llegara con la niña —confesó la asesina—. Me pedía que le llevara a su regalito… quería una niña para que fuera su novia toda la vida—.
Giovana le dijo a doña Irma que Mario la amenazó con tocar a sus hijas si no hacía lo que le pedía. Y dijo también que antes de matarla, abusó de ella.
—¿Tú ya conocías a la niña y a su mamá? —preguntó Irma—.
—Sí —le contestó Giovana—.
—¿Mario la violó?
—Pues, lo hacía con la lengua.
—¿Y tú estabas ahí?
—Sí. A él le gustaba que yo viera.
—¿Y por qué la mataron?
—Es que ella lloraba mucho y nos espantamos. Luego vimos en la televisión que ya la andaban buscando y la matamos.
La discriminación y la desigualdad de género tienen diversas formas de expresión violenta que a diario impactan en la salud, la libertad, la seguridad y la vida de niñas, adolescentes y mujeres de todas las edades. De acuerdo con la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), “prácticamente todas, en algún momento de su vida, han sido víctimas de violencia o han experimentado su amenaza por el simple hecho de ser mujeres”.
El fenómeno de la violencia, como han explicado especialistas en el tema, tiene su raíz en una multiplicidad de factores: desde la precariedad en las condiciones de vida de un amplísimo espectro de la población —aunque no exclusivamente— y la falta de eficacia en la actuación de las instituciones encargadas de procurar justicia, hasta la conservación y reproducción de esquemas culturales de sometimiento y subordinación de las mujeres (machismo y misoginia) fuertemente arraigados en nuestra sociedad.
—¿Tus papás se pelean? —le preguntó Irma al hijo más grande de tres que tiene la pareja la noche de la detención de los homicidas—.
—Sí. Mi papá le pega mucho a mi mamá. Le da unas patadas que hasta la dejan tirada —contestó el menor—.
—¿Y a ustedes les pega?
—Sí, pero mi mamá nos pega más porque todo lo que mi papá le hace a ella, ella nos lo hace a nosotros.
Si los hechos ocurrieron de la forma como Irma Reyes ha relatado, sería importante cuestionarnos sobre las circunstancias que orillaron a Giovana a cometer sus crímenes.
Una víctima de la violencia que se convierte en victimaria y feminicida debería ser suficiente carne para alimentar la voracidad amarillista, encender el escarnio público, cuestionar la moralidad oportunista de quienes ya gobernaron y lo hicieron bajo la Ley de Herodes y exigir al gobierno que tome las medidas que sean necesarias por lo menos para iniciar el largo proceso de pacificación que tanto necesita nuestro país.
Dos feminicidios en menos de una semana y esa larga lista que no deja de crecer provocaron que cientos de mujeres tomáramos las calles para gritar “¡Ya basta!”. Sin embargo, tal pugna no fue bien recibida por la administración en turno y sus simpatizantes, quienes han sugerido un trasfondo político de desestabilización y golpe de estado.
Y si bien tales apreciaciones no deberían tomarse a la ligera puesto que personajes emblemáticos del conservadurismo, la corrupción, la impunidad y de la toma del poder por cualquier vía como Margarita Zavala y lo que resta del debilitado Partido Acción Nacional se han colgado de legítimas iniciativas colectivas como el paro nacional #UnDíaSinNosotras del próximo 9 de marzo, es preciso aclarar que esta lucha no es en contra del gobierno, sino en contra de la tragedia que nos asecha, en contra de la violencia que nos calla, en contra del machismo que nos asesina.
Que nadie se equivoque: esta lucha es por las mujeres que nos faltan; esta lucha es por nuestra libertad.
[1] De la redacción. (2020, febrero 20). El año abre con 2,892 asesinatos en enero, entre homicidios y feminicidios. Expansión Política. Recuperado el 23 de febrero del 2020 de https://politica.expansion.mx/mexico/2020/02/20/2020-abre-con-2-892-homicidios-feminicidio-en-mexico-cifras
[2] ONU Mujeres. Violencia y feminicidio de niñas y adolescentes en México (2019). Recuperado el 23 de febrero del 2020 de https://mexico.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2019/03/violencia-y-feminicidio-ninas-y-adolescentes