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Aun clic de encontrar el amor; la mayor trampa del capitalismo


11 febrero, 2020 @ 4:52 pm

Aun clic de encontrar el amor; la mayor trampa del capitalismo

Columna: Sin permiso concedido

Un “especialista” en marketing digital explicaba en la radio que conseguir pareja en estos tiempos no era comparable con ir a la tienda y comprarse una Coca-Cola, pero sí estaba al alcance de la señal del wifi, a un clic del Internet o a un “match” en la pantalla del celular.

Insinuaba que si nos aplicábamos, como dictan los principios de la publicidad, podíamos “conquistar” a esa persona que tanto anhelábamos, disfrutar de un romance medianamente serio o juguetón o, por lo menos, a una compañera o compañero de cama de largo aliento.

“Tú eres una marca, el producto más importante de tu vida”, pregonaba el experto con cierta excitación “Tu única meta -insistía- es satisfacer las necesidades sentimentales de un cliente que ¡eres tú mismo!”.

¡Caray! -pensé en voz baja- está bien que hay que echar mano de todo para no quedarse “flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones”, pero eso de concebirse como una mercancía ya era demasiado atrevimiento de este capitalismo salvaje.

Recordé entonces que en 1959, Erick Fromm ya advertía que el hombre moderno, la mujer moderna, se habían transformado en artículos, que experimentaban sus fuerzas vitales -entre ellas el amor- como una inversión que debía producirles el máximo beneficio en las condiciones imperantes del mercado.

Así, el mercachifles de la radio aconsejaba a los escuchas reconocer debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades personales para saber “con qué toros lidiar cuando te lances al ruedo” de las relaciones virtuales.

Consejo que por demás me pareció oportuno porque -como dice Groucho Marx- “una cita a ciegas puede convertirse en un cerdo con sombrero y bolso de mujer”, y por más interesante que se muestre alguien en sus redes socio digitales en cualquier momento terminas con un fantasma desnudo en medio de la habitación.

Pero pongámonos serios, por favor. Erick Fromm también decía que en el sistema capitalista las características que hacen atractiva a una persona dependen de la moda, tanto física como mentalmente, de un conjunto de cualidades populares que son la demanda en el comercio de la personalidad.

Supongo que por eso, el mercadólogo sugería “identificar tu objetivo (objetivos)”, estalkear-investigar en Facebook, WhatsApp, Instagram, Snapchat, Tinder… sus gustos, amigos, manías, interacciones, lugares de convivencia.

Se trata, afirmaba convencido de la oferta y la demanda, de darnos una idea del nivel socioeconómico del comprador, evitar perder el tiempo con quien no se comparte estilo de vida y preparar el terreno para la seducción.

Un poco de drama y estrategia -persuadía- servirán para dirigir tu mensaje correctamente, atraer la atención y activar el deseo de tu contacto, seguidor, perseguidor favorito.

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Imagen: elperiodico.com

Esta compañera sexual puede provocar adicción…

Por supuesto que estas recomendaciones son tentadoras, sobre todo en una época donde se expande sin recato la epidemia de la soledad, en el que el amor -más que cosa del corazón- es asunto de la guerra, el tarot y la psiquiatría.

Mientras escuchaba el programa -en el 93.5 de la radio y a 35 kilómetros por hora sobre un pesero- pensé que con este marketing sentimental se corría el riesgo de conseguir un idilio extremadamente “perecedero”.

Es más, imaginé que se trataba de un tema que tenía que regular la Secretaría de Salud y la Procuraduría Federal del Consumidor. Ajá, para prevenir, sancionar y atender las reacciones secundarias de la publicidad engañosa.

En serio, en este mercado de la felicidad y la personalidad se deben incluir leyendas en los perfiles de los conquistadores para advertir que, digamos por ejemplo:

“El abuso en el consumo de este galán es nocivo para la salud”, “Esta compañera sexual puede provocar adicción”, “Consúmase antes de conocerse”, “Agítese antes de usarse”, “Mojar a mano, evite planchar en seco”.