Gato con Lentes

La esencia de la educación es la finitud de la vida

Redacción


consideratum

24 enero, 2020 @ 7:43 am

La esencia de la educación es la finitud de la vida

Comunicación y constitución del ser humano

La esencia de la educación

Según Hanna Arendt, la esencia de la educación es la natalidad, el hecho de que sin interrupción hombres y mujeres nazcan en el mundo. La esencia de las transmisiones también es la natalidad, es decir, la sucesión ininterrumpida de las generaciones, el continuado vaivén de los que nacen y de los que mueren, la vida humana como movimiento continuo a pesar de los innumerables obstáculos de todas clases que, en todas las épocas, ponen en grave peligro la presencia del ser humano en el mundo.

Porque los unos saben que tienen que morir, quieren legar a los otros un poco de ellos mismos, sabedores del hecho de que todos los nacidos son seres que deficientes y caducos tienen necesidad de sus mayores.

El análisis de las transmisiones comporta la entrada en las profundidades de la tragedia de la temporalidad de los humanos, que siempre se encuentran condicionados por la alternancia entre la aparición y la desaparición de las generaciones. El hecho de tener que transmitir no es sino la señal inequívoca del ser-hombre-o-mujer-en-el-mundo, de disponer tan solo de una determinada cantidad de espacio y de tiempo.

Todas las facetas de la existencia humana, muy especialmente la religiosa, se encuentran determinadas por la calidad de las transmisiones que, desde el nacimiento hasta la muerte, recibe el ser humano. Día a día, comunicación concretan las e incomunicación son los factores decisivos que verdaderas dimensiones de la vida cotidiana de individuos y colectividades.

Comunicar significa poner en común; hacer comunión

Etimológicamente, comunicar significa ‘poner en común’, establecer unas relaciones con alguien o con algo que no nos pertenecen y que, además, se encuentran a una cierta distancia física y mental de nosotros. El hecho de comunicar y de comunicarse implica la voluntad de establecer unos vínculos que siempre deberían mantener la mencionada distancia y, por eso mismo, no se deberían resolver en un simple proceso de identificación o asimilación.

En un simple proceso de identificación o asimilación. Después de los primeros sonidos, que el recién nacido aprende a compartir con su madre en una relación de continuidad sin distancias, poco a poco va adquiriendo conciencia de los límites de su propio cuerpo al mismo tiempo, del espacio deshabitado que se constituye más allá de esos limites.

Este cambio de situación va acompañado del paso del grito -llanto- inarticulado, que es la primera expresión de lo humano compartida con el animal, al símbolo vocálico que llena aquella ausencia deshabitada, de tal manera que aprender a hablar es aprender a poseer simbólicamente, a sustituir con sonidos más o menos bien articulados la esencia de las cosas, a hacer presente lo ausente.

 

Fragmento del libro:

Duch, Lluís, Religión y comunicación, Fragmenta Editorial, España, 2012, pp. 43-44.

Imagen: diplomatie.gouv.fr
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Artículos realizados por la mesa de redacción de la Revista Consideraciones.