Alteridad Nacional

Miles de Mujeres que Luchan se encontraron en territorio zapatista

31 diciembre, 2019
Andrea Nieto Dávila


31 diciembre, 2019 @ 2:08 pm

Miles de Mujeres que Luchan se encontraron en territorio zapatista

Llegada al semillero

Una fila de autobuses llenos de mujeres esperan su turno para entrar al caracol zapatista. Mujeres encapuchadas reciben los registros, mujeres encapuchadas vigilan la entrada, mujeres encapuchadas conducen a las otras mujeres que vienen de 49 países al Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, en Chiapas. Los autobuses se internan en las montañas chiapanecas, en un cielo tan estrellado que parece fusionarse con las inquietas luces del campamento. El campo está cubierto de hongos (casas de campaña) rodeado de montañas con densa vegetación. Y cuando las mujeres se bajan del autobús, se encuentran con las integrantes del ejército zapatista que ayudan a bajar las maletas, las orientan y las protegen. La entrada de hombres está prohibida.

Al día siguiente, miles de mujeres se congregan en el patio principal del semillero “Huellas del Caminar de la Comandanta Ramona” y se lleva a cabo la inauguración. La Comandanta Amanda da un discurso en español, pero con un vocabulario juguetón, confiado, firme. El discurso fue celebrado por las mujeres presentes, que hervían en entusiasmo. La Comandanta Amanda hizo énfasis en lo indispensable que era ocupar el espacio para conocer los otros modos de las luchas de mujeres de distintos calendarios (edades) y distintas geografías:

“De repente tal vez te ayude en tu lucha el escuchar y conocer otras luchas de como mujeres que somos. Aunque estemos de acuerdo o no estemos de acuerdo con otras luchas y sus modos y geografías, pues a todas nos sirve escuchar y aprender. Por eso no se trata de competir para ver cuál es la mejor lucha, sino de compartir y de compartirnos.”

Hubo una asistencia de unas cuatro mil mujeres de 49 países distintos. Se permitió la entrada a las crías, y los hombres acompañantes esperaron afuera del semillero durante los días que duró el encuentro.

El primer día fue para hacer denuncias. Mujeres valientes tomaron el micrófono y, sin miedo ni filtro, expusieron sus situaciones. Las denuncias eran contra las malas políticas de gobiernos de muchos países, contra autoridades en universidades e instituciones, contra el narcotráfico, contra el sistema capitalista patriarcal, contra la discriminación racial y de clase, contra familiares y gente cercana que había abusado sexualmente de ellas, contra los asesinatos y desapariciones de mujeres. Fue un día duro. La voz del micrófono se escuchaba por todo el recinto (semillero) y las palabras de desesperación y dolor sacaban lágrimas a muchas asistentes. La ira y tristeza se revolvían en el ambiente sin importar las diferencias de nacionalidad, color, o clase.

Noches de música para apapachar la lucha

Por la noche, la música se encargó de canalizar y liberar esa energía. Mujeres con instrumentos tocaron acordeones, clarinetes, saxofones, tambores, guitarras, jaranas, mientras reivindicaban la lucha feminista, incitaban a la unión, a la reconexión, al amor propio. Por otro lado, se abrió el micrófono a cantar, y se encendió un público eufórico al presenciar la voz de cantantes poderosas pero desconocidas, y de otras conocidas en la industria de la música como La Oveja Negra, Obelia Peralta, Audry Funk e incluso Mon Laferte, que contribuyeron a esa amalgama de solidaridad única que genera la sororidad. Ninguna se llevó más aplausos que otra; ninguna protagonizó a las mujeres que luchan. Todas asistimos como iguales y como iguales bailamos, cantamos y coreamos la revolución que “será feminista o no será”.

Las zapatistas se encontraban detrás de las cámaras, de los micrófonos, de las cocinas y de sus capuchas. Una amiga y yo nos acercamos a invitar a bailar y a participar en la organización de los eventos a varias de ellas. Una mujer de juicio (de edad) nos respondió con calma que “el espacio es para que ustedes se organicen, nosotras ya estamos organizadas”. Nos explicó que ellas habían trabajado mucho para tener comisiones de todo, para que no faltara comida ni cobijo y que nos correspondía a las presentes el conocernos para compartir nuestros modos de lucha. Los espacios, entonces, eran completamente libres, sin la colonización de un pensamiento hegemónico que limitara o encausara los pensamientos y epistemologías. La zapatista hablaba bajo su capucha y acompañaba su voz con ojos expresivos que reían, enseñaban y empatizaban con nosotras.

Imagen: Andrea Nieto www.revistaconsideraciones.com

¿Cómo estamos luchando?

El segundo día fue para compartir lo que se está haciendo. La multitud se dividió en conversatorios en donde mujeres de colectivas y otras individuales debatieron y compartieron muchos temas: migración, afrodescendientes, sexualidad, abolición de la prostitución, ciclismo, viajeras, canábicas, desaparecidas y asesinadas, lesbianismo, talleres de autodefensa, yoga, entre otros; también se organizaron por regiones, universidades y nacionalidades. No había tiempo suficiente para escuchar todas las conversaciones. El semillero se convirtió en un campo minado de círculos de mujeres organizadas o en proceso de organizarse. Lluvias de ideas por todas partes que, por la noche, desencadenaron una tormenta de música y celebración.

El tercer día, fue un día cultural. Talentosas de todas partes ocuparon el escenario para cantar, bailar, hacer comedia, teatro, poesía, entre muchas otras actividades. El público siempre fue excepcional. Se mostró apoyo a todas, se abrazó a las que se quebraron en llanto, se soltaron carcajadas ante las bromas, y se enfureció cuando las llamas del machismo aún quemaban a las compañeras y hermanas.

Hubo también un torneo de fútbol. ¿Qué se siente poder quitarse la playera con libertad y confianza al celebrar un gol? También tuvieron lugar espectáculos de fuego, arte callejero y acrobacias. Mujeres que promueven el consumo local y artesanal vendieron libros, libretas, jabones, películas, copas menstruales, ropa, stickers, joyería, etc. Las zapatistas también vendieron productos y comida.

Asistieron mujeres muy familiares con el zapatismo, otras que no lo somos. Mujeres que somos abiertamente feministas, otras que aún no lo son. Como lo dice el nombre del encuentro, fue para Mujeres que Luchan. Las amistades, redes e intereses que se consolidaron son la muestra de la efectividad de este evento. No es el primero y no será el último. Todas nos fuimos a casa con el compromiso de esparcir lo que aprendimos, compartir más espacios, de respetar otros modos y de sembrar en nuestros contextos las semillas que las zapatistas sembraron en nosotras.

Imagen: Andrea Nieto www.revistaconsideraciones.com
Imagen: Andrea Nieto www.revistaconsideraciones.com
Andrea Nieto Dávila

Tesista de la Facultad de Arquitectura. Editora de la sección de feminismo porque en secreto no quiere que acabe el mundo.