La 4T: un año de transformaciones
Un largo camino
En el año 2006, quienes apoyamos el gran movimiento democrático encabezado por Andrés Manuel López Obrador, sabíamos el tamaño del daño que habría en el país tras el fraude electoral, pues se nos había advertido de la tentativa de privatizar los pocos bienes públicos que quedaban: la educación pública, la salud, la energía eléctrica y los hidrocarburos. Pero eso sólo fue una mínima parte del desastre. También sabíamos del saqueo al erario público, la venta de recursos naturales, la destrucción de derechos laborales, la subordinación a dictados financieros internacionales, la impunidad judicial, la represión a opositores, el aumento de impuestos. Por si fuera poco, a partir del sexenio de Felipe Calderón, también padecimos las consecuencias de la descomposición social y el genocidio de cientos de miles de mexicanos a raíz de una muy lucrativa “guerra contra el narcotráfico”. El eje de todos los males: la corrupción desmedida de gobernantes ineptos y ambiciosos. Esa fue la historia de México de los últimos sexenios.
Tuvimos que esperar a que se dieran las condiciones políticas y las coyunturas con el país del norte, para que el movimiento encabezado por López Obrador tuviera una oportunidad para llegar a la presidencia. Y así fue: el dirigente social llegó con el margen más alto registrado hasta entonces: 30 millones de votos frente a los 16 del 2006. La victoria fue aplastante y las expectativas muy altas. A partir de ahí se formaron bloques muy claros: los que apoyan la Cuarta Transformación y la “oposición” que se ha aglomerado alrededor del cascajo de partidos, sectores empresariales, financieros, expresidentes y organizaciones que se vieron despojadas de privilegios. A partir del triunfo surgió también un fenómeno muy curioso: al nuevo gobierno se le exige que resuelva en pocos meses lo que otros gobiernos ni siquiera intentaron a lo largo de un siglo. La llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador nos enseñó que los cambios molestan, sobre todo a quienes se sienten integrantes de élites (económicas, sociales, intelectuales), y sobre todo a quienes robaron mucho desde el gobierno.
El primer año de la Cuarta Transformación
Los cambios de fondo en el primer año del gobierno obradorista eran previsibles; desde su primer programa como candidato en el 2006 estaban trazadas las políticas a seguir: apoyo a los sectores más vulnerables, protección de los recursos naturales (en particular el sector energético), desarrollo de la economía a partir de la inversión pública y privada, respeto a los derechos humanos, fomento al campo, apoyo a la educación y la salud pública, y, fundamentalmente, combate a la corrupción. De manera que lo sucedido en el presente año en materia económica y social es congruente con el proyecto obradorista original. ¿Pero en qué consistieron los cambios llevados a cabo el primer año de gobierno? ¿Podemos hablar de acciones planeadas a largo plazo o son sólo destellos condenados a consumirse rápido? Para este examen nos apoyaremos en el informe pronunciado el primero de diciembre en el Zócalo capitalino, pues ilustran de mejor manera lo que ha sucedido.
Se ha hablado que parte importante de la imposibilidad de que en México se llevaran a cabo transformaciones de fondo en un contexto de corrupción, es que la ilegalidad estaba blindada por una legalidad; es decir, todos los despojos siempre estuvieron protegidos por la ley. Por eso mismo el presidente comenzó su informe por lo que se ha hecho en el terreno legal:
- La corrupción llevada a rango de delito grave.
- Ley de austeridad republicana.
- Extinción de dominio para devolver al pueblo lo robado.
- Reforma para prohibir devolución de impuestos.
- Evasión fiscal, fraude electoral y robo de combustible como delitos mayores.
- Eliminación del fuero presidencial para que el primer mandatario pueda ser juzgado.
- Revocación de mandato.
- Consulta popular.
- Nueva ley laboral que garantiza voto libre y secreto en sindicatos.
- Ley de Salud para garantizar atención médica y medicamentos gratuitos.
- Cancelación de reforma educativa.
- Reforma para que el Ejército pueda participar en tareas de seguridad pública.
- Constitución de la Guardia Nacional.
- Elevar a rango constitucional pensiones para adultos mayores, discapacitados y becas para estudiantes de bajos recursos.
El segundo gran cambio tiene que ver con la cuestión de erradicar la corrupción del gobierno: el combate al robo de combustibles (que se redujo hasta en 95%) y la condonación a grandes corporaciones fue el primer paso de esta medida. La disminución del gasto de gobierno y el ahorro en bienes y servicios (la llamada “austeridad republicana”) aportó una cifra mucho mayor a lo que se tenía estimada: 200 mil millones de pesos.
Otro proyecto importante tiene que ver con la recuperación del campo (bastante abandonado en las últimas décadas), y el apoyo a 2 millones de ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios (en mayor medida, a las comunidades indígenas). En este ámbito es de resaltar el programa “Sembrando vida”, que ha alcanzado, en un año, más de 500 mil hectáreas y ha creado alrededor de 300 mil empleos y el año que viene, estas cifras se multiplicarían al doble. El propósito del programa es, además de fomentar la economía regional, “arraigar a los campesinos a la tierra y reducir la migración”.
En cuanto a la recuperación económica de los trabajadores más vulnerables, los números son buenos: el salario mínimo subió 26%; se crearon más de 600 mil empleos según el IMSS y en un año el peso se fortaleció 4% en relación al dólar. Y ante las críticas que ha recibido el nuevo gobierno con respecto a que la economía no ha crecido, el presidente tiene una postura: “No ha habido crecimiento pero existe una mejor distribución de la riqueza. El presupuesto público no se queda en pocas manos y llega a la mayoría de la gente”. Es decir, crecimiento económico no significa necesariamente bienestar social.
Es preciso subrayar un par de cuestiones más de fondo que ha llevado a cabo la 4T, las cuales constituyen una diferencia radical con los sistemas neoliberales:
- No se han privatizado bienes públicos.
- No ha crecido la deuda que, a la fecha, es de 10 billones de pesos.
Los programas sociales también están arrojando resultados favorables: 8 millones de adultos mayores pensionados, 10 millones de estudiantes becados, 1 millón de jóvenes afiliados al programa “Jóvenes construyendo el futuro”. Quizás, como resultado de los apoyos a estudiantes, aumentó en 25% la matrícula en el nivel medio superior y bajó la deserción. Las Universidades del Bienestar Benito Juárez, han iniciado actividades con 100 planteles distribuidos en las comunidades más pobres del país.
Según los que saben, más allá de obras como el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles y el Tren Maya, la verdadera fuerza de la Cuarta Transformación reside en la recuperación de la producción petrolera, la construcción de la Refinería de Dos Bocas, y la consolidación del Banco del Bienestar, que pasará de 400 a 13 mil sucursales en todo el país.
Finalmente, se puso en marcha algo que había sido “letra muerta” por más de medio siglo: el derecho a la salud, con el plus de una urgente campaña nacional contra las adicciones.
Los pendientes
Sin embargo, todo gran proyecto de transformación tiene oquedades, resquebrajaduras y espacios que es preciso llenar. Es evidente que además del crecimiento económico, la seguridad pública es uno de los grandes temas pendientes por resolver. En efecto, la situación de violencia, inseguridad, desintegración social y corrupción en todos los niveles de las policías y los órganos de impartición de justicia en el país ya era bastante grave, sin embargo, las estrategias y los mecanismos en este ámbito deben ser más eficaces. El tema de Culiacán dejó entrever puntos débiles que el primer cuadro de gobierno debe atender con urgencia. También los esfuerzos se deben multiplicar por disminuir los índices de homicidios, los feminicidios, el secuestro, el robo y la extorsión.
Aunque hay programas concretos como “Sembrando vida”, y medidas como disminuir la utilización del fracking, y aunque en su informe el presidente habló de rehabilitar la selva y rescatar la flora y la fauna del sureste, es evidente que las medidas de protección ecológica deben reforzarse, pues el deterioro de nuestros ecosistemas es alarmante. También es preciso hacer una revisión a fondo sobre la explotación de los mantos acuíferos por parte de las grandes corporaciones de todo tipo (mineras, refresqueras, metalúrgicas, agropecuarias, alimentarias) pues están acabando con las reservas de agua para el futuro inmediato. No sabemos a ciencia cierta cuál es la situación del agua en el país, pero parece no ser un tema prioritario en la agenda gubernamental.
Y aunque se ha avanzado en el tema de género y en la protección a los derechos humanos, es imperioso que se instauren políticas de protección a los y las niñas, pues las cifras en cuanto a violaciones, robo, secuestro, maltrato y homicidio infantil son desgarradoras.
El sentido de la lucha obradorista no se ha perdido: “Yo sólo soy un dirigente. El pueblo es el que manda”, ha dicho el presidente al cierre de su primer informe de gobierno.
Está de más decir que la transformación del país, para que se haga visible y tenga resultados concretos, no depende de un hombre ni de una corriente política, sino del grueso de la ciudadanía.