Nacional Opinión

Rosario Ibarra: guerrillas, madres, medallas y valentía


20 octubre, 2019 @ 11:59 am

Rosario Ibarra: guerrillas, madres, medallas y valentía

Rosario Ibarra: guerrillas, madres, medallas y valentía

Daniel Varela Gasque / @DanVaGs

Doña Rosario Ibarra de Piedra fue condecorada con la medalla Belisario Domínguez en 2019. Se la entregó el Senado de la República, el 23 de octubre. Ella nació en Saltillo en 1927, pero Doña Rosario suele opinar que, para mal, ella nació políticamente en Monterey un 18 abril de 1975.

Ese día, su hijo Jesús Piedra Ibarra, un integrante del grupo guerrillero Liga Comunista 23 de Septiembre, fue detenido por la policía mexicana, para después ser trasladado a la Ciudad de México donde a pesar de estar bajo custodia de las autoridades desaparecería sin dejar rastro. Hasta el día de hoy Doña Rosario sigue sin saber el paradero de su hijo.

A menos de un mes de la detención de su hijo Doña Rosario viajó al Distrito Federal y se encontró con la realidad de la actividad contrainsurgente en el país: cientos, quizá miles de personas habían sido detenidas, torturadas y desaparecidas fuera de cualquier margen legal. Todo era parte de la estrategia para combatir a los diferentes grupos guerrilleros que lucharon en los años 70, en lo que ha pasado a la historia como la “Guerra Sucia” mexicana.

Aún con los peligros que representaba confrontar a las autoridades mexicanas sobre sus actividades represivas, Rosario Ibarra de Piedra siguió adelante: visitó estaciones de policía, penales, cuarteles militares y hasta confrontó cara a cara al presidente en turno, Luis Echeverría Álvarez. Pero no obtuvo más que silencio y menosprecio por parte del gobierno.

Rosario Ibarra de Piedra, Comité Eureka
Imagen: magis.iteso.mx

Pero mientras Doña Rosario es ignorada por el gobierno, un grupo se va formando a su alrededor: madres, hermanas y parejas de los desaparecidos rondan afuera de las dependencias públicas buscando a sus familiares detenidos, algunos por ser guerrilleros, algunos por criticar al gobierno y otros… sólo por tener mala suerte.

Juntos, los familiares encontraron la fuerza para continuar su búsqueda y eventualmente crean una organización a nivel nacional, conocida como el Comité Pro-defensa de los Detenidos, Desaparecidos, Perseguidos y Exiliados Políticos de México, o Comité Eureka!, por cuestión de brevedad. Durante la segunda mitad de la década del setenta el Comité es una constante afuera del Campo Militar Número 1, del Congreso, de los Pinos o de Palacio Nacional. Siempre al grito de ¡Porque vivos se los llevaron / vivos los queremos!

Uno de los grandes adversarios del Comité Eureka! fue la desinformación, la ignorancia en que la gran mayoría de los mexicanos vivían. La censura en los medios de aquellos tiempos hacía todo lo posible por pretender que la lucha de los familiares del Comité no existía y que en México no pasaba nada.

Pero Doña Rosario y el comité fueron insistentes e incansables. Cada vez era más difícil ignorar al grupo de madres desesperadas que acosaban al presidente afuera de cualquier acto público, y más aún mostrar indiferencia mientras ellas arriesgaban su salud en huelgas de hambre a las afueras de la catedral de la Ciudad de México. La intensidad y pasión de Doña Rosario conmovía a quien se le acercara.

Quizás el mayor logro del comité Eureka! llegaría en 1978, cuando, como parte de sus programa de reformas políticas, el entonces presidente José López Portillo aceptó las demandas del Comité, de ofrecer una amnistía que liberaría a los presos políticos y permitiría dejar la clandestinidad a guerrilleros dispuestos a abandonar las armas.  Pero eso no significó el final del trabajo de Doña Rosario y el Comité.

Rosario Ibarra de Piedra, Comité Eureka
Imagen: mundo sputniknews.com

Aún después del declive en la actividad guerrillera y la contrainsurgencia, cientos de detenidos desaparecidos seguían sin ser localizados y el Comité se mantuvo activo, año tras año, década tras década, siempre en lucha, siempre en defensa de los desaparecidos y perseguidos políticos de México. Doña Rosario Ibarra de Piedra dejó de ser una ama de casa para convertirse en una incansable luchadora social, una figura central en la historia de la Guerra Sucia y en el avance de los derechos humanos en el país.

Al inicio de la lucha, Doña Rosario y el comité Eureka! no recibieron mucha ayuda o reconocimiento por los medios de comunicación o la sociedad en general. El gobierno mexicano, consciente de las flagrantes violaciones a los derechos humanos cometidos durante la Guerra Sucia, ha tratado de mantener a un mínimo cualquier comentario al respecto. Su plan por décadas fue apostar al olvido.

El  7 de octubre de 2019, al reconocer la lucha de Rosario Ibarra de Piedra con la medalla Belisario Domínguez, el Senado de la República dio un paso notable hacia la verdad y quizás a la justicia. La medalla Belisario Domínguez fue creada con la intención de reconocer a “hombres y mujeres mexicanos que se hayan distinguido por su ciencia o su virtud en grado eminente, como servidores de nuestra Patria” y que se haya decidido otorgársele a una mujer cuya carrera política se ha dedicado a denunciar, cuestionar y criticar al Estado mexicano, parecería un gran paso adelante para admitir los errores que han cometido los gobiernos en este país.

Claro está que entre admitir errores y reparar los daños puede haber una gran distancia, por lo que no estaría de más tomar un poco de la admirable actitud de Doña Rosario para ser congruentes, incansables y por qué no, valientes.

Espacio para nuestros colaboradores ocasionales, quienes amablemente nos comparten sus reflexiones. En la Revista Consideraciones caben todas las opiniones.

Un comentario
  1. Daniel Luna Alcantara

    Enhorabuena por Doña Rosario y todas esas valientes mujeres mexicanas que estuvieron luchando junto a ella por tantos años, siendo un ejemplo a seguir para toda nuestra sociedad. Derribaron los muros de la infamia y hoy estamos viendo los frutos de su esfuerzo tenaz. México es hoy un mucho mejor país, gracias al empeño y sed de justicia de Doña Rosario. Un abrazo entrañable, de parte de Daniel Luna.

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