Fue el rebelde del acordeón por trasgresor
Era el Rebelde del Acordeón porque al principio de la década de los ochenta, fue necio en tocar cumbia Colombia desde los barrios populares de Monterrey, donde el dominio de la música norteña parecía no dar cabida a nada más.
Los Tigres del Norte, Ramón Ayala y sus Bravos del Norte, Los Invasores de Nuevo León, Los Terribles del Norte, Los Mier (con la música chicana), entre otros grandes, dominaban el escenario musical del norte del país con sus corridos o canciones norteñas.
En ese universo emergió Celso Piña. Siempre aferrado a la cumbia colombiana, nada lo detuvo para convertirse en un símbolo de este género. A pesar de todo: de la situación precaria de su familia que le impidió estudiar música de manera formal e incluso, del entorno adverso donde parecía que no había cabida para alguien como él.
Pero fue estricto en su sueño, que le hizo también empujar a sus hermanos para crear el grupo Celso Piña y su Ronda Bogotá. Sus primeros instrumentos fueron obra de su padre quien restauró un acordeón y fabricó los primeros tambores de sus hijos de un modo artesanal para que pudieran lograr sus objetivos.
De sus carencias, Celso creó oportunidades y se convirtió en un acordeonista inmortal que, incluso, puso a bailar al maestro Gabriel García Márquez, el creador de Macondo en Cien Años de Soledad.
Fue un trasgresor de nuestros tiempos. Su música era la de los barrios bajos, la de los drogos y asaltantes, de los cholos baila-cumbias… pero cuando vieron que lo reconoció un Premio Nobel de Literatura, intelectuales e intelectualoides no pudieron evitar voltearlo a ver.
Celso Piña decía: “música es música” para referirse a la pereza que le provocaba la discusión de puristas que se rasgaban las vestiduras cuando se mezclaban géneros populares/tropicales con rock and roll, ska, rap, hip-hop, etcétera.
Por eso, conjuntó su talento con el de Control Machete, Lila Downs, Panteón Rococo, Café Tacvba, Natalia Lafourcade, El Gran Silencio, Eugenia León, Alex Lora, Benny Ibarra… muchos más, incluso la “tesorito” Laura León y la Orquesta de Baja California.
Sus conciertos y presentaciones dinamitaban los sentidos de quienes lo vimos y escuchamos. El paso del gavilán era inevitable. Las notas de su acordeón se traducían en gozo y paz al mismo tiempo. “Gracias por estar aquí pudiendo estar allá”, decía a su público.
21 de agosto de 2019. Se fue Celso Piña. Un infarto al corazón terminó con su vida de 66 años y cimbró a toda una República (y seguramente muchos países más).
Se fue el rebelde, el que cantó una canción que compuso su papá Isaac en el Auditorio Nacional, el que no dejaba bañarse en el río a sus hermanos hasta que les saliera bien la canción, quien apenas hace unas semanas paseaba con su acordeón por Londres y tocaba Los Caminos de la Vida frente a la Torre Eiffel en París, quien muchos pensaban que era colombiano y no mexicano, quien creó una rola para el barrio La Campana (uno de los más peligrosos de Monterrey) y al que nunca, jamás, podremos olvidar.
Descanse en paz, Celso Piña…
Britzia Lobatón
Mi Celso desdé mí corazón !!!! Uno de los músicos que admiro bastante. Gracias Revista Consideraciones. Me encanto sú artículo.