Yo estoy con la gloriosísima Policía Federal
Fernando Martínez Flores
Me da mucho gusto que la Policía se pueda manifestar
sin ser golpeados por la Policía.
Abraham Mendieta
Estamos en esos pocos momentos de la historia donde no se ha visto ningún tipo de represión a las manifestaciones de cualquier tipo. Hoy protestan quienes antes reprimían.
Yo voy con la Policía Federal porque de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad y Participación Ciudadana 2018, del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados, tiene una calificación de 6.1 respecto a instituciones de seguridad. Lejos del Ejército o la Marina con calificaciones superiores de 7.7 y 8.2, respectivamente. Si fueran estudiantes pasarían de panzazo. Mediocres les llamarían algunos.
Cómo no voy a estar a favor de aquellos servidores públicos que a cambio de un billete de 200 o 500 pesos nos dejan seguir con nuestro camino en las carreteras, aun cuando hayamos (o no) cometido una infracción. Tengo que secundar la corrupción sistemática, de ella nos podemos beneficiar en algún momento. No podemos continuar con las políticas anticorrupción de la actual administración, tenemos que seguir degenerando al régimen.
Defiendo a aquellos que hicieron famoso a Atenco durante 2006 y que le dieron, hasta hoy, reconocimiento internacional. Los sucesos del “Mayo Rojo” serían el detonante del #YoSoy132, seis años después, durante la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. En su visita a la Ibero, los estudiantes le increparon la actuación que tuvo como gobernador del Estado de México y las tácticas que éste uso para -según él- restablecer la paz y el orden.
Las imágenes de la brutalidad policiaca continúan frescas en la memoria de los pobladores. El uso excesivo de la fuerza, las graves violaciones a derechos humanos junto con los casos de violencia sexual, violaciones y tortura a mujeres llevaron a que los hechos ocurridos en San Salvador Atenco llegaran hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos; pero actualmente, Peña Nieto y los demás autores, tanto materiales como intelectuales, siguen impunes.
Por supuesto que voy a apoyar que Felipe Calderón sea el líder del Sindicato de Policías. El creador, en 2009, del actual cuerpo policiaco le tiene que dar continuidad a su proyecto autoritario y represivo. No tiene que ser Marko Cortés el nuevo “Juan Guaidó mexicano”, sino Felipe Calderón el que tiene que encabezar el golpe de Estado que derroque al gobierno que le está restituyendo a los pobres lo que gobiernos anteriores les quitó.
El expresidente Calderón tiene la suficiente calidad moral para liderar al gremio que durante su sexenio gozó de gran impunidad. Llegó a la presidencia legítimamente después de las elecciones más competidas de la historia. Sin fraude, sin intervención del gobierno, sin apoyo de los empresarios; llegó gracias al apoyo popular. Esto tampoco es propaganda para el cadavérico “México Libre”.
Tenemos que defender los derechos laborales de aquellos que han tenido como misión disolver las manifestaciones que velan por ellos. La huella de Nochixtlán sigue, y seguirá, presente en la pugna de los maestros de la CNTE y de Oaxaca. Quienes usaron las balas para que los disidentes de la evaluación volvieran a las aulas hoy piden no someterse a los exámenes de control de confianza. Los que a punta de pistola obligaron a los maestros a detener las protestas ahora exigen salarios dignos y mejores condiciones de trabajo.
Los históricos aliados de la comunidad estudiantil en este momento necesitan su apoyo. El por qué es muy sencillo y basta con recordarlo. Ahí tenemos la ocupación de Ciudad Universitaria en el año 2000 durante la huelga más larga en la historia de la UNAM, donde más de 2000 elementos invadieron el campus deteniendo a cerca de 600 jóvenes que tenían tomada la Universidad ante las políticas impuestas por el rector Barnés de Castro. Las detenciones arbitrarias de cada marcha en la que participan los estudiantes también dan cuenta de ello.
La Policía Federal debe asumir las consecuencias de los agravios que ha cometido en contra de la sociedad a lo largo del tiempo. Ellos son los responsables del desprestigio en el que están sumidos, nadie más. Para muchos, sus demandas son legítimas; para otros no son más que caprichos de un pequeño sector que se siente humillado.
