Odio a AMLO, amo a AMLO; maniqueísmo a la mexicana
Odio a AMLO, amo a AMLO, la grieta mexicana. Un maniqueísmo a la mexicana: contaminado a veces por el desprecio clasista. Que el facebokero estándar publique sus mensajes de odio no es novedad. Ayer una “amiga” de dicha red, legítimamente indignada con un tuit cruel ante el asesinato de Norberto Ronquillo invitaba a su vez a los secuestradores a que asesinaran a la insensible “pejezombie” del twitteo.
Apología o diatriba
Pero que el odio suplante al análisis en el ámbito de los especialistas o los académicos no debería promoverse alegremente. Es cierto: hace rato que tantas voces en los medios dejaron la investigación rigurosa y disfrazan de periodismo operaciones políticas. Pero no nos acostumbremos a esto. Y un síntoma preocupante es la parcialidad de algunos académicos.
La banalización de la “opinión”
Politólogos usando eslogans o memes chafas, por ejemplo. Gente que debería controlar su irritación ideologizada porque su tarea profesional consiste precisamente en eso: desafiar el enfoque dicotómico, privilegiar el análisis científico. Pues no. Porque AMLO es, más allá de sí mismo, el centro de todas las esperanzas y de todos los repudios.
El salvador o el chivo expiatorio
Esto se origina, por una parte, en un diagnóstico pueril de la sociedad en la que estamos, (algo imperdonable en un especialista). Una sociedad, que no pueden arreglar de la noche a la mañana ni AMLO ni Gandhi ni Jesucristo. Y por otra parte, en la necesidad, tan antigua como infantil, de buscar a un salvador o un chivo expiatorio. Y esto no es culpa del líder (que acumula las propias a ritmo constante), sino de la estupidez natural de nuestra especie.
Cómo pedirle a tanto irritado que se tome el trabajo de adaptar sus deseos a la evidencia, no de retorcer la evidencia para que se adapte a su ideología. ¿Qué promueven finalmente? ¿La erradicación del diálogo? Estoy hastiado de ver gente “seria” que practica impunemente lo que critica. Y esos amigos de la academia (solo algunos, por supuesto), que cobran por pensar el mundo, parecen barras bravas: han reducido el análisis a una toma de postura de porra de fútbol.
Pasa en ambos bandos. Hay que decirlo también: en medio del estalinismo revanchista que viene creciendo y de los insultos y manifestaciones de odio que culpan al gobierno hasta de los fenómenos astronómicos, hay un pequeño grupo de personas que insisten en pensar la realidad más que en sentirla. A mí sí me preocupa, y mucho, la suerte de ese club de gente escéptica y responsable, marginada cada vez más frecuentemente por la brutalidad de los que han tomado partido.