Pese a todo, México es un país feliz
@giaferrey
¿Ha escuchado que el siete es el número de la suerte?, tal parece que es así cuando se trata de los Reportes Mundiales de la Felicidad (RMF), documentos emitidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) donde -año tras año- han medido los factores económicos, políticos, sociales o ambientales que determinan la “felicidad” en 156 países desde 2012.
Hasta ahora, los reportes habían analizado la calidad de vida a partir de indicadores que medían fenómenos que, a ojos de la economía, parecen cuantificables: la pobreza, el acceso a servicios, la certidumbre laboral, la ascensión social, con críticas de especialistas de todas las áreas del conocimiento, quienes hicieron serios cuestionamientos a los alcances del estudio: ¿la felicidad se puede medir? ¿la felicidad es lo mismo para todos? ¿qué factores no medibles interfieren en nuestra felicidad social?
Es por esta razón que el séptimo reporte es especial, pues- ante las críticas- prioriza ¡por fin!, la importancia de la comunidad en la felicidad. Esta investigación responde a una pregunta esencial: ¿cambiarías a tu círculo cercano (familia y amigos) por una mejor calidad de vida (sistema de salud, salarios, satisfacción con el gobierno)? En México sabemos la respuesta y es por ello que ocupamos un lugar central en el reporte de este año.
Antes de empezar con las explicaciones a la felicidad, reconozcamos el trabajo bien hecho. México ocupa el lugar número 23 de los 156 países analizados, es necesario reconocer la labor del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) por estar entre los diez primeros lugares en cobertura y apertura de estadísticas a nivel mundial, según el Inventario de Datos Abiertos 2017 (ODIN) de la organización Open Data Watch.
Ahora sí. Lo que este reporte nos dice sobre México es lo siguiente:
- La familia que nos enorgullece.
Históricamente, nuestras relaciones interpersonales son nuestro ámbito de mayor satisfacción, seguido de nuestra ocupación y, en tercer lugar, nuestros logros, que mucho tienen que ver con el apoyo de nuestro círculo cercano.
- Tememos por los nuestros.
Los índices que se disparan negativamente tienen que ver, por mucho, con la situación en nuestras ciudades, el estado del país y la seguridad ciudadana, ¿les suena?, seguramente. Esta preocupación no solamente ha permanecido, sino que ha aumentado desde 2013.
- La felicidad también es latina.
América Latina presenta índices similares en la satisfacción con nuestras relaciones interpersonales, recordemos que los latinoamericanos somos querendones, preferimos una mayor proximidad física los unos de los otros, en cualquier circunstancia. Aun así, en el apapacho hay niveles: México y Costa Rica (en el puesto 12) son los únicos países latinoamericanos en los primeros 25 lugares. En los números 26 y 27 se encuentran Chile y Guatemala, respectivamente.
- La felicidad también es política.
El reporte muestra que aunque durante el sexenio pasado las métricas sobre actividad económica y los niveles de empleo son satisfactorias, no fue suficiente para que las y los mexicanos sintieran satisfacción con el país a nivel general. Curiosamente, el reporte captura el optimismo social derivado de la elección de Andrés Manuel López Obrador, pues nivel de satisfacción se elevó por encima de años anteriores.
Siento ser pesimista en este punto, pero debo recordar que estadísticamente el cambio presidencial pone optimista a la población en general. Un cambio del titular del ejecutivo cambia en positivo los ánimos: según la estadística la esperanza de México depende completamente de la adecuada conducción del cabecita de algodón. Asimismo, es notable que, aunque podemos visualizar optimismo hacia la política, la inconformidad por nuestros representantes sigue latente, estando apenas por encima de nuestra preocupación por la seguridad en las calles.
- Nuestro humor es inigualable.
Una mención especial merece el apartado Moods from tweets in Mexico, que explora y analiza el humor de los mexicanos, realizada a partir de nuestro comportamiento en Twitter desde diciembre de 2016. Esta gráfica refleja nuestras tristezas (sismos de septiembre de 2017), nuestros enojos (el gasolinazo, las muertes de periodistas, cuando perdemos en el fútbol) y nuestras alegrías (la navidad, el día del niño o cuando ganamos en el fútbol).
En resumidas cuentas, en una escala del 0 al 10, para 2018 nuestras relaciones interpersonales -nuestra relación con los nuestros- nos satisfacen tanto que rozan el 9 de calificación. Los mexicanos valoramos lo que tenemos, pues aprobamos casi todos los aspectos de nuestra felicidad, incluida la calidad de vida a la que calificamos con un 8.3. Sin embargo, todo se va al carajo cuando consideramos nuestro nivel de satisfacción con el país (apenas rozamos el 7) y ni se diga de nuestra seguridad ciudadana, que -de panzazo- obtiene un 5, sin aumentar ni una décima desde 2013.
Podemos concluir que sí, las y los mexicanos somos felices, o -para ser precisos- estamos satisfechos con nuestra calidad de vida, en comparación con el resto del mundo. Estados Unidos, por ejemplo, tiene un capitulo especial dedicado a lo que los expertos consultados llaman una “epidemia de tristeza”.
Esto arroja luz a la compleja relación entre las pequeñas cosas que nos dan alegría, las grandes decisiones en política o nuestro comportamiento en un mundo globalizado. Este reporte cuestiona nuestras prioridades, personales, familiares, sociales, nacionales. Tal vez la pregunta inicial tendría que ser reformulada: ¿cambiaríamos a nuestro círculo social más cercano por un mejor país o por mayor seguridad ciudadana?