Las motocicletas en CDMX: una solución a varios problemas
Carlos Barreto
La motocicleta es toda una cultura en la CDMX. Hoy, a diferencia de finales de los noventa, el uso de este vehículo ha cambiado de muchas maneras. Ahora vemos en el asfalto de la ciudad distintas cilindradas (tamaños de motor): motos y motonetas montadas tanto por chicos, hombres y mujeres de todas edades, moteros todos, que lucen como personas dinámicas, ágiles y modernas en las vialidades de la ciudad. Los modelos de motocicletas que hoy se pueden observar en las calles son variadas. Vemos muchísimas marcas que compiten en el mercado nacional y dirigen sus modelos a distintos tipos de consumidores.
Este vehículo de dos ruedas, con su gran dinámica y todas sus bondades –así como sus riesgos al montarla– se muestra como un medio de transporte alternativo al clásico automóvil que contamina más, es más pesado, es más grande y es más caro. Para las personas pragmáticas, como los actuales moteros y moteras, seguramente les parece absurdo moverse en muebles de cuatro ruedas que miden en promedio 1.50m x 3.50m y pesan más de una tonelada, rodando en espacios cada vez más reducidos por el hacinamiento de las personas en la megalópolis; seguramente lo que considerarán aún más absurdo estos moteros, es que en la mayoría del tiempo dentro del automóvil viaja solo el conductor.
La motocicleta podría ser el medio ideal de transporte, pero el motero se encuentra todos los días con retos muy complejos que los “no usuarios” de este vehículo desconocen. Se enfrenta, en el día a día, no solo a la falta de cultura vial por parte del automovilista común, también a la exposición directa y sin control de los autos particulares y camiones de carga que emiten más contaminantes de los permitidos –chimeneas en cuatro ruedas–, a los baches y topes en todas las calles de la ciudad que para el motero pueden ser muy peligrosos, y ahora, además, a la simplicidad con la que legisladores quieren estigmatizar al motero como un factor de riesgo y a la moto como una herramienta para la delincuencia.
En la Cámara de Diputados se habla de copiar la reglamentación vial con la que someten a los moteros en otras ciudades fuera y dentro de nuestro país como el caso de Guadalajara, en dónde actualmente los moteros deben circular –de manera obligada por su reglamento de tránsito– con un casco dónde tengan rotulada la placa de su moto y, asimismo, un chaleco con la placa. De manera simplista creen que con esto, en automático, se reducirá la delincuencia.
Actitudes y acciones como ésta dejan ver que la forma para tomar decisiones de los legisladores del nuevo gobierno, no cambia de la forma en cómo tomaban las decisiones los gobiernos anteriores. Las decisiones legislativas distan de ser tomadas a través de un análisis integral, dónde efectivamente se tomen a todos los actores de la sociedad y todas las variables en cada fenómeno social y en el impacto a diferentes problemáticas. Las necesidades de la sociedad hoy requieren a un gobierno que trabaje en equipo, multidisciplinario, con una visión periférica. Así, una sola decisión de ellos podría impactar de manera positiva en distintos sectores de la sociedad. Tal vez, en vez de estigmatizar hoy a los usuarios de un vehículo alternativo al automóvil, el poder legislativo debería buscar protegerlo más e incentivar el uso de este medio de transporte, pues a diferencia de otros vehículos automotores, contamina menos. Tan sólo por la reducción de emisiones contaminantes o la disminución en los tiempos de traslado, debería ser tomada en cuenta como iniciativa.
Son necesarias actitudes distintas y reglas útiles para hacer frente a las nuevas condiciones climatológicas que se viven en el mundo y al incremento de contaminantes en la Ciudad de México. Quizá encontremos que legislar para el beneficio de un grupo de ciudadanos como los moteros, podría incluso ofrecer bienestar a la salud de los capitalinos y mejorar las condiciones ambientales. Legislar a favor de los moteros le haría bien a la sociedad.