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A más de 20 años de la huelga en la UNAM

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19 abril, 2019 @ 9:09 am

A más de 20 años de la huelga en la UNAM

Mauro Espínola

Encender en el pasado la chispa de la esperanza

es un don que sólo se encuentra en aquel historiador

que esta compenetrado de lo siguiente:

tampoco nuestros muertos estarán a salvo del enemigo si éste vence.

Y este enemigo no ha dejado de vencer.

Tesis sobre la historia. Walter Benjamin

 

En este fragmento de una de sus famosas Tesis sobre la historia, Benjamin establece una poderosa imagen sobre el pasado y su escritura, encontrar en el pasado la esperanza, conlleva el peligro del triunfo de un enemigo que no sólo ha vencido en el pasado, sino que no ha dejado de vencer. La fuerza de dicha imagen, personalmente la encuentro en el llamado de Benjamin a recuperar a nuestros muertos y sus batallas, pero además a no dejar que el enemigo que venció en el pasado lo siga haciendo en el presente. En otras palabras, es un llamado a actualizar el pasado.

Este 20 de abril, se celebran 20 años del estallido de la huelga contra el Reglamento General de Pagos impulsado por el rector Francisco Barnés. Desde entonces se han escrito cientos de artículos, decenas de publicaciones y varios libros que intentan, desde diversas perspectivas, explicar qué fue lo que ocurrió en la máxima casa de estudios. Sin embargo, poco o casi nada se ha escrito sobre el legado del Consejo General de Huelga (CGH) y de la huelga que cimbró como nunca antes a la Universidad. Más allá de los aciertos y errores, que en todo caso hay que explicar, las generaciones posteriores tenemos una deuda con esa generación que se arriesgó y defendió a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Lo anterior no significa que seamos ajenos al también legado negativo de la huelga, el cual también abordaremos, producto de la intolerancia y el sectarismo, desarrollado como consecuencia de las presiones de la derecha sobre el movimiento. Pero ante la ofensiva desatada desde entonces contra los huelguistas, es indispensable en primer lugar reivindicarlos y reconocer el legado que nos han heredado y solo entonces señalar la herencia a la que debemos renunciar para continuar su batalla por una universidad para todos.

La crisis de 10 universidades estatales, de las cuales están involucradas en el descalfo millonario al erario con la Estafa Maestra, ha puesto de nuevo sobre la mesa, el tema del financiamiento público de las universidades estatales. A ello se suma el recorte presupuestal a la educación superior planteado por el actual gobierno. Aunque finalmente este recorte ha sido modificado, y algunas Universidades se han visto obligadas a transparentar sus gastos, así como a diseñar un plan de ajuste financiero que para la Universidad ha significado un pírrico recorte de los grandes salarios y la congelación de nuevas plazas.

En este escenario, en agosto del año anterior la COPARMEX propuso el cobro de cuotas de recuperación para quienes puedan pagarlas como una alternativa financiera para las universidades. Es decir, vuelven los problemas financieros de las universidades y las tentativas de generalizar los cobros que ya se hacen en instituciones como el IPN, la UAM o las universidades estatales como supuesta alternativa financiera. Aunque por supuesto esto hay que rechazarlo, porque todos los trabajadores y estudiantes ya contribuimos con nuestros impuestos para el pago las universidades mientras, en veinte años no ha habido un nuevo intento por impulsar dichos cobros en la UNAM.

Es verdad que existen otra serie de cobros, algunos de los cuales resultan absolutamente irregulares, y a los que se suman los gastos diarios que miles de estudiantes hacemos para realizar nuestros estudios como libros, copias, alimentos y transporte. Pese a ello, que la Universidad se mantenga como una de las únicas universidades del país con cuotas simbólicas, es la mayar herencia de la huelga del 99.

Esto se explica no sólo por el temor a que estalle en la UNAM una nueva huelga prolongada, sino especialmente por otra de las herencias del CGH: la politización del estudiantado universitario. La huelga de la UNAM dejó un conglomerado de grupos, organizaciones y activistas estudiantiles que de diversos modos han transmitido la experiencia e historia del movimiento estudiantil.

De ese modo, pese a las dos décadas transcurridas, existe una presencia constante de activistas que transmiten las ideas de la huelga convirtiéndose en una memoria viva en la Universidad. No es casualidad que sea la UNAM uno de los bastiones de mayor relevancia del movimiento social en las últimas décadas, convirtiéndose en un verdadero epicentro de organización y discusión como en el movimiento #YoSoy132 o en las movilizaciones para encontrar a los compañeros normalistas de Ayotzinapa.

En contra parte, está el Politécnico Nacional que en 2014 estalló una huelga contra el Nuevo Reglamento Interno y los cambios a Planes y Programas de Estudio para sintonizarlos con la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) y la Reforma Educativa. En esta huelga, un aspecto de gran relevancia fue la negativa de la Asamblea General Politécnica a aceptar el ingreso a sus asambleas, de estudiantes de otras escuelas y universidades que no pertenecieran al IPN.

Esto fue producto de las declaraciones de la entonces directora, Yolloxochitl Bustamante, quien señaló que gente extraña al IPN estaba impulsando las movilizaciones. Esto significó un paulatino alejamiento de miles de estudiantes que solidariamente queríamos aportar a la lucha del IPN, tanto con nuestra experiencia como con nuestras fuerzas para contribuir en defensa del Politécnico. A la larga esto representó un aislamiento de la AGP y del movimiento del IPN del conjunto del movimiento estudiantil, que entonces estaba saliendo a las calles en reclamo por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa y en la que la AGP asumió una posición que acrecentó la distancia e incluso el malestar sobre su ensimismamiento.

huelga 1999 unam cgh
Imagen: Internet                            www.revistaconsideraciones.com

Esto fue en parte por las dificultades a las que se enfrentaron y enfrentan los activistas del IPN, y con ello la menor politización del estudiantado politécnico cuando estalló la huelga. Aunque esto se ha modificado desde entonces, es un contra ejemplo del legado político de la huelga del 99 al movimiento estudiantil en la UNAM.

Sin embargo, ese legado no ha dejado de ser contradictorio. Y este es un aspecto que también debemos asumir, ninguna herencia política es pura. Por el contrario, junto a aspectos de gran valor, como el arrojo y la irreverencia, el legado político del CGH tiene aspectos que desde entonces fueron piedra de toque de la huelga. La principal es la transmisión épica de la huelga, es decir una narrativa de la huelga que la presenta como legendaria y heroica donde aparentemente no hubo errores o donde estos son minimizados como producto de los ataques del adversario, sea el gobierno federal, local o rectoría.

Esto ha impedido un balance crítico del legado, herencia e historia de la huelga. Lo que ha impedido que se puedan extraer las experiencias y conclusiones más desarrolladas sobre esa lucha. Los ejemplos abundan, siendo la intolerancia política revestida de puritanismo ideológico que se reflejan en las acusaciones de ultras y moderados, la más significativa y que con otros términos se sigue repitiendo en el movimiento. Es decir, la torsión del debate político y estratégico en un debate teórico e ideológico que si bien es de gran importancia no puede sustituir al análisis y planteamientos concretos. Ejemplo de ello es la huelga indefinida como método indiscutido, que a su vez desdibuja la discusión estratégica sobre los pasos a dar para pasar de una lucha heroica a una lucha triunfante.

La entrada de la Policía Federal Preventiva (PFP) a la UNAM en febrero del 2000, significó el levantamiento represivo de la huelga. Pero las cuotas no se impusieron, siendo un reconocimiento real de las demandas del CGH y su aceptación por parte de las autoridades. Legado que hasta hoy es vigente. Las movilizaciones del 2014, en especial las desarrolladas entorno a Ayotzinapa, y los paros escalonados que cimbraron al país permitiendo una creciente movilización juvenil y popular, desmontaron parcialmente el legado negativo del CGH reabriendo los debates políticos y estratégicos para el movimiento estudiantil. Continuar en esa brecha, es la mejor conmemoración que podemos hacer a una generación que en medio de una de las ofensivas neoliberales más importantes, desafió los dictados del capital. Que nuestros muertos y sus batallas estén a salvo del enemigo, no pasa sólo por recordarlas sino por impedir que este enemigo siga venciendo.

Recomendamos el siguiente artículo: Balance histórico de la huelga de 1999 en la UNAM

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