Gato con Lentes

Cinco años sin García Márquez, aunque parecen cien

Hernán Uribe Galindo


15 abril, 2019 @ 12:40 pm

Cinco años sin García Márquez, aunque parecen cien

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de solo 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla del río…

Con estas palabras inicia la obra Cien años de soledad, que nos describe la comunidad de Macondo, un sitio en Aracataca, Colombia, que traspasó la realidad, se quedó impregnada entre las páginas de diversas novelas y se volvió testigo de diversos infortunios; un lugar donde los hombres se sientan a la sombra y ven pasar la vida, las mujeres murmuran su historia en el umbral de sus casas de paredes blancas, mientras que en el fondo se realizan las labores en el infame platanal.

Macondo no sólo es el sitio que albergó a la familia de los Buendía, aquella estirpe condenada a cien años de soledad porque no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. También podremos localizar la casa museo donde nació y se crio Gabriel García Márquez, con sus habitaciones, testigos de la infancia del célebre autor, donde en cada una de éstas se encuentra decorada con pasajes de su novela más famosa, desde los pescados de oro hasta las mariposas amarillas que acompañaron a Mauricio Babilonia y a Fernanda Buendía.

¿Quiénes son todos estos personajes Fernanda, Mauricio, los Buendía? Pero más importante, ¿quién fue Gabriel García Márquez?

Gabriel García Márquez, autor de Cien años de soledad.
Imagen: semana.com

La familia de Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez, Gabo, nació en Aracataca, Colombia un 6 de marzo de 1927, hijo de Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez Iguarán.

Al poco tiempo de nacer Gabo, su padre se convirtió en farmacéutico pero originalmente era telegrafista y su salario no era suficiente para poder mantener a su familia. Debido a la presión ejercida por parte de su suegro para conseguir un mejor lugar de trabajo, se mudó a Barranquilla junto con su esposa Luisa y dejó a Gabriel con los padres de su esposa.

La historia de cortejo de sus padres es bastante curiosa. El padre de Luisa, el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía, desaprobaba esta relación ya que, a su parecer, Gabriel Eligio no era el hombre más óptimo para su hija por ser hijo de madre soltera, pertenecer al Partido Conservador Colombiano y ser un mujeriego.

Con la intención de separarlos, Luisa fue enviada lejos de la ciudad. Gabriel Eligio la cortejó con serenatas de violín, poemas de amor, innumerables cartas y frecuentes mensajes telegráficos. Después de esto, la familia de ella aceptó y Luisa consiguió el permiso para casarse con Gabriel Eligio un 11 de junio de 1928, en Santa Marta. La historia y tragicomedia de ese cortejo inspiraría más tarde a su hijo la novela El amor en los tiempos del cólera, donde representaría a sus padres mediante dos personajes, Florentino y Fermina Daza, y relata cómo Florentino intenta conquistar el corazón de Fermina a través del tiempo y una serie de desventuras.

Haberse criado con sus abuelos le dejaría profundamente marcado, dado que ellos alentarían la imaginación del joven escritor contándole historias, llenando la casa de fantasmas, trayendo de vuelta a los antiguos familiares, regalándole a su mente un mundo fantástico que sería la base para su estilo literario, el realismo mágico, el cual acompañaría a la mayoría de sus obras.

Desde su niñez se podía prever el gusto de Márquez por las historias –dado que el pueblo de Aracataca estaba lleno de éstas– y prestaba ávida atención a las pláticas que tenía su abuela con sus amigas en el comedor de su casa. Entre esto relatos se podrían encontrar las historias que el coronel le contaba a su esposa, los chismes del pueblo y finalmente los fantasmas que rondaban por ahí. De estos chismes nace el cuento “Crónica de una muerte anunciada” y varios de los acontecimientos y personajes de Cien años de soledad.

Su abuelo influyó en la obra de Gabo. Éste le narraba los sucesos vividos por él durante la “guerra de los mil años”, cómo se ganó el reconocimiento y respeto del pueblo por no guardar silencio ante la Masacre de las bananas, donde miles de trabajadores fallecieron. También lo llevo a conocer el circo y  el hielo.

Uno de los dichos recurrentes de su abuelo era “Tú no sabes lo que pesa un muerto”, haciéndole notar que no era sencillo asesinar a un hombre. Todas estas anécdotas las plasmó posteriormente en su novela Cien años de soledad, donde el coronel Aureliano Buendía es una representación clara de su abuelo y el circo se reflejaba en la llegada de los gitanos al pueblo de Macondo, donde en éste se encontraba Melquiades, un magnífico alquimista que es amigo de la familia Buendía.

La frase recurrente de su abuelo está representada en el remordimiento que siente  José Arcadio Buendía al haber asesinado a un hombre con una lanza por una simple disputa. Dicho remordimiento fue tal, que el fantasma de dicho hombre lo acechaba noche tras noche privándolo del sueño, hasta que finalmente José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, su esposa, se mudan del pueblo.

El suceso del hielo es una parte vital de la historia, dado que José Arcadio Buendía lleva un día a sus hijos a las carpas de los gitanos. Entre todas éstas se encuentra una donde hay un cofre de madera. Un gitano de complexión robusta descubre la tapa del cofre y revela su contenido: era un cubo de hielo tan blanco y reluciente como un diamante. Fue tal la fascinación de José ante tal descubrimiento que descubrió el amor por la alquimia, una pasión que seguiría generación tras generación.

No es ningún misterio que gran parte de la obra de Cien años de soledad tomó mucha influencia en este pueblo y sus anécdotas. Nace desde la casa de Gabriel García Márquez, donde plasma a sus abuelos en diferentes personajes y lleva de la realidad a la ficción las tragedias del pueblo, tal como fue la Guerra de los mil días, pero en una de cien años; la masacre hecha por los dueños de la compañía bananera que posteriormente sería parte de la historia de los Buendía, donde uno de ellos fue víctima de dicha tragedia.

Cien años de soledad, primera edición.
Imagen: elcomercio.pe

Plasma también la fisonomía del pueblo: aquellas casas blancas de teja roja, que están cerca del rio, donde se puede encontrar incluso un barco encallado. Es curioso, porque una de las características principales del Macondo de la ficción es que esta perdido para la sociedad, es un ente totalmente ajeno al mundo externo, a donde no llega ni la guerra, donde sólo un puñado de personas sabe de su existencia. Ahora gracias a la novela, Macondo, el original, está olvidado y opacado por la ficción, donde el recuerdo de Márquez ideándolo y construyéndolo en su imaginación es más grande que la misma realidad, que el mismo pueblo en sí. Pero gracias al internet, ahora se sabe que Macondo existe, no sólo en las páginas, sino que puede ser identificado mediante coordenadas. Es algo palpable y se puede visitar, inclusive, si se lleva una copia de la novela, nos servirá de guía turística para localizar todos los sitios que se mencionan en la misma, porque el tiempo no ha pasado en este pueblo.

En el año de 1936, a la edad de 9 años tuvo, que mudarse a Sucre junto con sus padres debido al fallecimiento de su abuelo y la ceguera casi total de su abuela. Ahí decidió formarse en el ámbito académico, así que sus padres lo mandaron a un internado en Barranquilla. Pasaron los años y también los colegios, hasta que finalmente, en 1947, decide estudiar derecho en la Universidad Nacional de Colombia.

En este punto es cuando tiene mayor acercamiento a las letras, y tiene especial interés en La metamorfosis, de Franz Kafka. Su estilo surreal, su temática poco convencional y su semejanza con los relatos que le contaban de niño, atraparon a García Márquez y lo motivaron a escribir historias poco comunes, con personajes extraordinarios y situaciones nada convencionales, pero que dentro de la ficción de sus historias eran un suceso común.

Gabriel García Márquez, el reportero

Toda la vida he sido un periodista. Mis libros son libros de periodista aunque se vea poco. Tienen una cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados. (Gabriel García Márquez, 1991).

Conforme transcurría el tiempo, su deseo por escribir fue creciendo de manera desmesurada. Esto era frenado por el deseo de su padre de que acabase la carrera. Pero un suceso trágico ocurrió en el año de 1948, llamado el Bogotazo, donde a causa de esto la universidad cerró de manera indefinida. García Márquez traslado sus estudios a la Universidad de Cartagena, donde empezó a trabajar como reportero para el periódico El Universal.

El fervor por las letras y laborar en este periódico lo convencieron de abandonar la escuela y adentrarse en el mundo de la escritura. En El Heraldo escribía una columna desgarradora con el título de “Punto y aparte”, donde empezó a esculpir su redacción y estilo narrativo. Esto le ayudó a abrirse paso por diversas redacciones hasta que llegó a El Espectador, lugar donde publicó en una imprenta muy modesta, junto con sus amigos, su opera prima, La hojarasca, en el año de 1955.

En este libro se esbozaba, por primera vez el mundo imaginario de Macondo, además de recursos y personajes que aparecerían en obras posteriores, como el General Aureliano Buendía, o una figura de autoridad tirana que una multitud de personas odian con fervor. Lamentablemente el libro fue opacado por el propio trabajo de García Márquez en el periódico, pues los tirajes se agotaban desde el momento en que eran colocados a la venta gracias a que todos los seguidores del periódico deseaban leer sus reportajes y no le prestaban atención a su trabajo externo al periódico.

Estuvo en París como corresponsal de dicho periódico. Ahí padeció hambre y soledad, pero logro sobrevivir a estas adversidades y fortaleció su carácter como reportero. Esta situación la reflejo posteriormente en su cuento “El coronel no tiene quien le escriba”, ya que en sus páginas narra la historia de un coronel que no ha recibido el cheque de su pensión por muchos años.

Gabriel García Márquez y Fidel Castro, amigos íntimos.
Imagen: opinioncaribe.com

Sus notas periodísticas se volvieron parte fundamental del periodismo en español. Gracias a notas como “Cuba de cabo a rabo”, “Operación Carlota”, “Cuba en Angola”, “Torrijos: cruce de mula y tigre”, “Los cubanos frente al bloqueo”, “Vietnam por dentro”, “Apuntes para un debate nuevo sobre las drogas”, entre otros reportajes realizados en Cuba, logró conocer a Fidel Castro. Éste se volvería su amigo íntimo; incluso, el escritor le proporcionaba sus borradores para que el exmandatario cubano los corrigiera.

Haber trabajado en medios impresos le sirvió para consolidar diversas obras tales como El amor y otros demonios”, “Relato de un náufrago” o “Relato de un secuestro”. Cada una de éstas eran historias verídicas, pero él las llenaba de fantasía y surrealismo. Tomaba elementos que habían sido parte de su niñez en Macondo y los involucraba en estas para, finalmente, crear un mundo totalmente nuevo.

Las mariposas amarillas llegan al  pedregal de San Angel

En el año de 1958 contrae matrimonio con Mercedes Barcha y un año más tarde se mudan a Nueva York, donde es corresponsal de Prensa Latina, pero después de una serie de amenazas que recibió por parte de la CIA y de los disidentes cubanos por su amistad con Castro, se muda a México con su esposa y Rodrigo, su hijo recién nacido.

Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, su esposa.
Imagen: libertaddigital.com

En México es donde García Márquez concibe su magna obra en el año de 1967, Cien años de soledad. Es una de las obras más importantes para el autor, ya que en esta desahoga toda la cantidad de recuerdos, emociones y sentimientos que experimentó en su infancia. Fue una catarsis el haber escrito esta novela dado que era semibiográfica. Cabe destacar que la situación económica en su casa no era la mejor y el pago por esta novela era su salvación financiera.

Pero aquel que espera con paciencia, será recompensado en el tiempo adecuado. Dicha espera para García Márquez terminó y finalmente su paga llegó y junto con ella la fama. Su nombre fue reconocido alrededor del mundo. Recibió múltiples premios en diferentes partes del mundo, hasta llegar a la mayor presea que un escritor puede recibir, el Premio Nobel de Literatura, en el año de 1982.

García Márquez siguió escribiendo y creó El otoño del patriarca, Doce cuentos peregrinos, o Vivir para contarla. Todos estos y más títulos fueron escritos durante su estancia en México, Cuba o Cartagena de las Indias. Pero su lugar predilecto era su casa del pedregal de San Ángel, en México.

Crónica de una muerte anunciada

En el año de 1999 le diagnosticaron cáncer linfático. Este provoco un cambio radical en su vida. Los tratamientos duraron tres meses y García Márquez comenzó a ser un hombre ermitaño; canceló viajes, dejó de responder el teléfono e incluso, terminados los tratamientos, dejo de visitar a los doctores, y sólo asistía a una consulta anual. Se encerró en su estudio a leer y trabajar. Afortunadamente pudo superar esta enfermedad y siguió con su vida de manera regular. Testimonios afirman que su apariencia mejoró, ya no era aquella de un sobreviviente al cáncer.

En abril del año 2014 es internado de urgencia en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición en la capital mexicana. El cáncer había regresado, pero ahora más invasivo.

Poco después, el 17 de abril de 2014, a las nueve de la mañana los noticieros anunciaban su fallecimiento. Tenía 87 años. Lectores de distintas partes del mundo visitaron su hogar para despedirse del escritor, como pensaron que le hubiese gustado, con flores y libros en mano.

Un grande de la escritura latinoamericana se iba de este mundo. Muchos hubiésemos querido que se fuese como Remedios la bella, elevado por el aire cuando tendía sus sabanas. Sin duda, fue uno de los escritores que con mayor influencia en la literatura no solo latinoamericana, sino mundial. De sus diversas narrativas, ninguna fue similar a la anterior. Siempre exploró un nuevo estilo de escritura, con intrincados cambios de tiempo a través de la narrativa de varias de sus novelas, buscando no sólo el ámbito de las letras sino también en el mundo cinematográfico con guiones para diversas películas.

Su legado es uno de los más importantes porque su huella está impregnada en diversos medios: la música –con la canción de Macondo escrita por Celso Piña, pero popularizada por Óscar Chávez–, la literatura –apareció en obras como la novela Cartagena, de Claudia Amengual–, en teatro, con Diatriba de amor contra un hombre sentado; y la televisión –en la serie norte americana Como conocí a tu madre, uno de los protagonistas porta una sombrilla amarilla, haciendo alusión a las mariposas amarillas.

 Por fortuna, Macondo no es un lugar sino un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo como quiere.

Gabriel García Márquez, El olor de la guayaba.

Hernán Uribe Galindo

Arquitecto en formación. Ávido lector de realismo mágico y ciencia ficción. Fanático extremo de la lucha libre.