La poesía es de todos
Hace frío sin ti, pero se vive
R.D.
Hay seres humanos que por lo incandescente de su ser, por el brillo de su inteligencia, se convierten en la medida de algo que no apremia ser medible. En tiempos de obscuridad su ausencia no es vacío sino pesadas sombras que no languidecen siquiera a media noche. Y es que las palabras tejidas por la mano de un poeta trascienden épocas y fronteras. Las del poeta Roque Dalton aún mantienen su eco por toda América Latina: “Yo como tú, amo el amor, la vida, el dulce encanto de las cosas, el paisaje celeste de los días de enero… Creo que el mundo es bello, que la poesía es como el pan, de todos”. Hoy su persona y obra son la irreductible medida de una auténtica poesía que tanta falta nos hace ahora.
Nacido en San Salvador, El Salvador, en el año de 1935, vivió la mayor parte de su vida perseguido, proscrito, exiliado. Estuvo una temporada en nuestro país donde conoció a Efraín Huerta, quien por cierto escribió un poema dedicado a él por su asesinato ocurrido en 1975: Matar a un poeta cuando duerme. Bellísimo poema donde lamenta su muerte a traición. “Le dispararon […] de abajo arriba, para que la bala llegara al cerebro y deshiciera bruscamente su genio y su infinito amor.” De paso confieso -¿qué más hacer en este tiempo de confesionarios colectivos?- que supe de Dalton por Huerta, en la lectura de su libro Circuito Interiordonde se incluye este poema.
Años más tarde bebí de su poesía, reconocí en su figura la síntesis de una generación que dio todo lo que poseía, su vida y obra para participar en los procesos revolucionarios de América Latina. “La cárcel hace todo lo posible por doler [sentencia Dalton] es la húmeda tumba de los días más solos, el odio a cuatro muros… es la noche de hierro que nos cae de pronto; el pozo sin estrellas donde se olvida hasta el olvido… Pero hasta la cárcel puede llegar a amarse, cuando uno tiene suficiente corazón.” Combatió ferozmente en contra de los gobiernos autoritarios, reaccionarios y conservadores de El Salvador, militó en el Partido Comunista Salvadoreño hasta 1967. Para 1973 se integró al Ejército Revolucionario del Pueblo. La guerrilla salvadoreña que no toleró la actitud crítica del poeta, organización que le hizo un juico político y lo asesinó, al menos es lo que se dice, pues el magnicidio sigue sin resolverse realmente.
Roque Dalton decía respecto a la poesía, y me parece que aplica a toda creación literaria, incluso el periodismo, que la poesía no está hecha de palabras, sino de ideas. Asumir esta premisa aleja al autor de cualquier vacua pretensión literaria. Las palabras dejan de ser adornos, ya no emperifollan, por lo contrario, encarnan un pensamiento. La cacería imaginativa es tras una idea y no por las palabras. Estoy convencido de que los vientos de cambio no se anuncian, se alumbran en la epifanía de un auténtico poema. Siempre es la imaginación la que abre los ventanales para que invadan huracanes de una mejor vida para todos. La utopía apremia mística, y ésta únicamente puede germinar en imágenes poéticas.
Por eso, mejor dejar que el poeta despida esta modesta columna. Como una suerte de epitafio para sí mismo Dalton escribió:
Alta hora de la noche
Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre
Porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
Sería el tenue faro buscando por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
Desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.