La izquierda y sus “contradicciones”
@miguelmg28
Estoy en el café de la sirenita verde, tomando un café americano caliente que cumple un poco mis estándares de un buen café negro; uso tenis de los que tienen una paloma, cuyo valor en México oscila entre los 1,500 y 2,000 pesos; asimismo, mis pantalones de mezclilla son de la marca que empieza con la letra “L”. Estos pantalones deben costar unos 2,000 pesos. Mi playera es de la marca de las 3 rayas, que cuesta alrededor de 500 a 1,000 pesos. Mi teléfono celular, marca Samsung, cuesta unos 4,000 pesos. Casi lo olvidaba: la computadora con la que escribo este artículo es marca HPy costó aproximadamente unos 15,000 pesos.
Hacer mención de estos detalles tiene sentido porque en el pensamiento social de algunas personas –de la derecha, para ser más específico– ninguno de los productos anteriormente mencionados debería ser utilizados o adquiridos por individuos, como yo, simpatizantes con la izquierda. Para ellos –una clase social con privilegios desde muy pequeños–, quienes se hacen llamar de izquierda sólo deben viajar en transporte colectivo, es decir, no tener su propio automóvil; también, sólo pueden consumir alimentos que hayan sido cosechados por sí mismo. Es más, tampoco pueden hacer uso de la tecnología ni mucho menos andar por lugares “exclusivos” o caros, porque evidentemente se estaría cayendo en una contradicción. Pero más que una contradicción, es casi un pecado utilizar un teléfono móvil o escribir algo en Twitter mientras se porta una playera del comandante Che Guevara.
Así ha sido el reclamo por parte de grupos privilegiados de la derecha. Sólo están a la espera de que alguna figura pública de izquierda asista a los lugares que ellos asisten, para que entonces se le sea sorprendido con una foto tomada de incógnito, para después subirla la red con una frase como “Ven, estos son los simpatizantes de la izquierda, acudiendo a lugares que sólo nosotros, los privilegiados, podemos asistir”. Algo así escriben. El caso más representativo de estos acontecimientos son los sucedidos con el diputado del distrito 4 de la delegación de Iztapalapa, Gerardo Fernández Noroña. El diputado Noroña, mínimo una vez al mes, se encuentra envuelto en “escándalos” debido a que se le “sorprende” en las salas VIP de Aeroméxico o en algún supermercado de Polanco. Es muy común que quienes lo sorprenden cometiendo tal “delito” lo increpen para reclamarle que él no debería estar ahí, lugar único y exclusivo para ellos. O algo así dicen.
Todo este recuento de los lugares a los que no deben ir los simpatizantes de izquierda o los productos que no pueden adquirir, en realidad sólo es la expresión más pura de un clasismo inmanente. Este clasismo encierra en sí mismo el desprecio por cierto sector de la sociedad que concuerda con una lucha en común. Por más que estos individuos clasistas y racistas insistan en que ciertos lugares sólo son propios de ellos, lo cierto es que en ningún lugar debería existir un rechazo según la ideología política que se mantenga. El desprecio y odio hacia el diputado Noroña, en realidad está anclado en las declaraciones dichas por el presidente Andrés Manuel López Obrador, al mencionar que la austeridad será un elemento clave en su gobierno.
Esta austeridad, por si aún no ha quedado muy claro, en realidad hace referencia a los gastos superfluos que mantenían los gobiernos anteriores y que se usaba de forma innecesaria. El primer ejemplo que dio el presidente López Obrador fue la venta del avión presidencial, valuado en 218 millones de dólares. El segundo paso fue la reducción de sueldos de algunos servidores públicos dado que, según la constitución, ningún funcionario público puede ganar más que el presidente de la República. El mensaje que el presidente quiere dar con esta medida es que existe una enorme cantidad de dinero derrochado en cubrir gastos inútiles tales como: vales de gasolina, apoyo para el mantenimiento de vehículos personales y hasta salones de belleza.
El caso del diputado Fernández Noroña no es aislado. Gibrán Ramírez, politólogo del Colegio de México y actual secretario general de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social, fue visto llevando a cabo uno de los actos más deleznables y bajos que puede hacer cualquier miembro que se autodenomine de izquierda: comer. Gibrán fue captado comiendo en el restaurante San Angel Inn, al parecer de alguien, un lugar único y exclusivo de la clase alta de la sociedad mexicana. Y por ello fue exhibido y criticado. Lo más sorprendente del caso no es hallar a un miembro de Morena comiendo en estos lugares, sino que el difusor de las fotografías haya sido el subdirector editorial del periódico El Heraldo.
Estos casos reflejan perfectamente la forma de pensar de algunos mexicanos, quienes tienen definido cuál debe ser el papel de los simpatizantes de la izquierda y que, de ningún modo, deben olvidar que el mundo está hecho singularmente para la gente de derecha, es decir, aquellos privilegiados que tienen el suficiente dinero para gastar en restaurantes lujosos y viajes de primera clase. El mensaje es claro: la derecha tiene sus lugares ya asignados y bajo ninguna circunstancia permitirán que los izquierdosos gocen de estos lujos y privilegios intrínsecos a la clase alta. El trabajo de la izquierda, ahora ya en el gobierno, debe ser la de conservar espacios asignados para la derecha, cuyo valor es inamovible e inmutable.
Quizá sea el momento adecuado de terminar con este escrito, ya que siento las miradas de las personas que observan detalladamente cómo le doy sorbos a mi café, utilizo mi computadora marca HP, mientras tengo a un lado mío el libro “Las izquierdas en México y América Latina: desafíos, peligros y posibilidades”. Vaya contradicción la mía, que voy por la vida utilizando mi teléfono marca Samsung mientras en cada debate defiendo con ahínco un mundo más igualitario y justo para todos. En qué contradicción me veo envuelto cada día cuando deseo que se termine la pobreza extrema mientras yo, como hoy, bebo un café de la sirenita verde. Con qué cara presentaré una conferencia hablando sobre los retos del gobierno de López Obrador y la izquierda actualmente, si llevaré mi computadora HP y mi USB Sony. Quizá debería comenzar a reformular qué es lo que deseo para la humanidad ya que vivir en tanta contradicción pudiera crearme un mal mayor.