El rock, su magia, sus monstruos y su público. A propósito de Bohemian Rhapsody
Rockberto Josué Bermúdez Olivos
El rock es un movimiento, que desde su nacimiento, rompe esquemas, a veces por lo que dice y otras por cómo lo dice. Rompe con esquemas culturales, estéticos, toca temas tabú, plantea la apertura sexual o de forma performativa hasta plasma en su mensaje inconformidad y protesta. Abre brechas a las influencias afroamericanas en una sociedad sumamente racista e intolerante como por ejemplo, la estadunidense.
También evidencia los valores, pero sobre todo los anti valores de la sociedad; es provocador, en su interpretación y mensajes; pone sobre la mesa lo políticamente incorrecto, algo que debe valorarse en estos tiempos donde se impone la clausura, la autocensura, el esconder los temas en vez de abrirlos al debate y polemizarlos.
Elvis, con sus movimientos sexuales de cadera; el pelo largo de los Beatles y después letras con mayor contenido social; la fuerza sexual y provocativa de Rolling Stone o Led Zepellin.
Abre y libera temas a veces de forma explícita como Lennon, U2, Rage Against the Machine y otros de forma implícita; ponen sobre la mesa nuestros pecados, los visibiliza, deja al descubierto la doble moral de las sociedades, juega con imágenes y mensajes –muchos de ellos perturbadores–. Vemos la fuerza con la que Pink Floyd hace crítica social o cómo Guns N Roses, sin ningún, tapujo rompe la censura y no plantea cosas que muchas veces, como sociedad, llena de temor y preferimos ignorar u ocultar.
El lograr el mensaje a la hora de grabar debe incluir muchos factores: sincronía entre las partes del grupo, talento, creatividad, lograr la magia en el estudio mediante algo que sea novedoso, disruptivo y que provoque algo en el consumidor, más cuando la oferta y las apuestas cada vez son más altas en la esfera musical.
Otra cosa es lograr esa misma magia en un concierto en vivo en donde el transmitir el mensaje y la ruptura es un reto mayor. Hay monstruos que se fusionan con el mensaje e incendian el escenario como Jim Morrison y sus Doors, que vive sus letras, muchas de ellas decadentes y llenas de poesía trágica en todo su ser, hasta quemarse y diluirse no solo en el escenario sino en su vida.
Los festivales abren muchas propuestas en las que cada artista conecta con su público o no: muchas veces el público lo usa de pretexto para su debraye personal. Incluso los grupos son rebasados por el contexto social que esta más evolucionado que la propuesta musical de algunas de las bandas, donde la sociedad empuja los temas como la paz, contra el racismo, contra el consumismo, etc. Lo interesante es cuando las bandas rompen esquemas sociales y llevan la batuta en cuanto a los rompimientos sociales y estéticos, y abren debates y plasman ideas, valores y provoca reacciones sociales diversas.
Hay bandas que lo logran en un estudio, en escenarios como teatros, foros, cafés, bares. Otras quienes, pese a ser bandas estupendas, no tuvieron control del escenario ni lograron tener esa magia con el público en vivo al transmitir su mensaje. Los Beatles, por ejemplo, trascendieron en muchos aspectos, pero no lograron el dominio de escenarios gigantescos como estadios, donde la comunión de la banda se perdía entre gritos e histeria que los rebasaba. Hubo festivales que la nota fueron más los excesos del público que la banda en sí mismo como él: Altamont Speedway Free Festival, donde hubo muertos y violencia durante el concierto de los Rolling Stone.
Queen fue una de esas bandas que de forma explícita e implícita transmitieron un mensaje de ruptura, libertario, provocador. Logró una magia y una propuesta llena de talento y creatividad que trasmitió tanto en su trabajo de estudio como en pequeños escenarios. Pero su valía sobre todo fue que logro conectarse en escenarios masivos como los estadios, donde la magia se hacía compartida con miles que se conectaban, aceptaban y rompían esquemas junto con la banda. Freddie Mercury transmitía liberación sexual. Vivía abiertamente su homosexualidad; él se aceptaba y lograba la aceptación de gran parte de una sociedad que pocas veces logra romper con sus tabús y su doble moral, donde se naturalizaba y apreciaba su fuerza y talento. Jugaba con el público y era correspondido, rebasaba el goce individual para logran una interacción en la que todos se involucraban, eran parte del show y enriquecían el espectáculo dejando a un lado prejuicios y siendo parte de ese rompimiento estético y creaban, junto a la banda, la magia. Por eso es acertado el final de la película Bohemian Rhapsody donde magistralmente recrean esa magia y comunión entre la banda y el público.
Después de Queen muchas bandas asumieron el reto y lograron ese dominio de escenario, ahora ayudados por la tecnología que hace más fácil transmitir las imágenes con apoyos de luces, proyectores, amplificadores, pero pocas logran tener un mensaje visual natural como Queen. Ellos, representados icónicamente por su cantante, mantenían la calidad del estudio en los escenarios e incluso daban un plus por la energía de ida y vuelta inyectada entre el público y el grupo que hacía inolvidable la experiencia.
Es bueno que las nuevas generaciones se acerquen a los grupos –ahora clásicos– que abrieron brecha y fueron vanguardia en cuanto a su mensaje libertario, estético y social. Hoy los grandes festivales llenan por su diversidad de propuestas, su publicidad, la amplia difusión que da el internet, pero hubo bandas que picaron piedra y abrieron puertas. Por eso: “Dios salve a la Reyna” libertaria, sin doble moral. Larga vida a Queen. Y al rock.