Bohemian Rhapsody: Larga vida a la reina
Cuando tenía 15 años cayó en mis manos un estuche lleno de discos y DVDs que le habían prestado a mi mamá. En la colección figuraban álbumes como The Wall, Led Zeppelin II y The Joshua Tree, pero la portada con un fondo negro y cuatro rostros que apenas se iluminaban fue la que me cautivó de inmediato: Queen- Greatest Video Hits I, decía con letras plateadas.
Recuerdo con mucho detalle el momento en que puse el DVD y un redoble de tambores comenzó a sonar. Después, una versión en rock de lo que años después supe que era el himno nacional del Reino Unido, “God Save the Queen”, comenzó a escucharse. Aquella introducción tan melódica y majestuosa parecía inaugurar un gran evento en mi vida, y vaya que lo fue. El día en que conocí a Freddie Mercury y a Queen marca un antes y un después en mi vida, y eso es justo lo que pasa con los clásicos: antes, no hay nada que se le parezca; después, nada vuelve a ser igual.
Cuando corrí a buscar en Google quién era ese hombre que me había cautivado tanto, encontré que se llamaba Freddie Mercury y que tristemente había fallecido de SIDA en 1991. También me enteré que era una influencia importante para muchos otros artistas y que su legado musical era enorme.
Este año se ha estrenado Bohemian Rhapsody, una película biográfica sobre Freddie Mercury en la que el baterista y el guitarrista de Queen (Roger Taylor y Brian May, respectivamente) participaron muy de cerca. El proyecto no estuvo exento de dificultades, pues inicialmente hubo problemas para encontrar a aquel que interpretaría al showman que en privado era reservado y de pocos amigos, pero que en el escenario “tenía a la audiencia en la palma de su mano”, según David Bowie. Una vez que se supo que Rami Malek era el elegido, los cuestionamientos en torno a sus capacidades actorales y sobre todo a su parecido físico con Mercury inundaron las redes sociales.
Sólo puedo decir que no pudieron haber elegido a un mejor actor para interpretar un papel tan grande. Malek encarna con maestría la picardía y la timidez de Freddie, y cuando está en el escenario, hay momentos en que piensas que son la misma persona.
La película es muy entretenida, tiene lo mismo momentos cómicos que tristes, relata la vida de Mercury pero sin obsesionarse con los detalles, y se toma libertades narrativas para que no se sienta como una biografía que recrea los hechos tal y como ocurrieron, introduciendo más bien situaciones ficticias que mantienen el ritmo de la historia.
Mucho se ha comentado sobre la manera en que la película evita mostrar de manera explícita los devaneos de Freddie, sus fiestas llenas de drogas y sobre todo, las etapas finales de su enfermedad. Me parece que esto se trata de una cuestión de respeto por parte de sus compañeros, los demás miembros de la banda, y que también responde a la petición de Mercury hacia los mismos antes de morir: “Pueden hacer lo que sea con mi imagen pero, por favor, no me hagan parecer aburrido”.
Los últimos 20 minutos de la película son una recreación magnífica de su mítico show en el Live Aid. Visual y auditivamente perfecta, la escena final nos hace vibrar con un concierto desde la visión de Freddie, abriéndose paso tras bastidores para salir al escenario y culminando con una despedida nostálgica que a muchos nos conmovió hasta las lágrimas.
Homenaje o biografía, vale la pena ver la película. Y sí, 27 años después de su muerte, inmortalizar a Freddie en la pantalla grande es una forma de decir larga vida a la reina.