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¿Quién está detrás del conflicto en la UNAM?


octaviosolis

11 septiembre, 2018 @ 1:39 pm

¿Quién está detrás del conflicto en la UNAM?

@octaviosolis

Lo primero. El movimiento estudiantil, así como sus demandas de mayor seguridad, castigo a los responsables de las agresiones a los estudiantes que se manifestaban pacíficamente el 3 de septiembre frente a la torre de Rectoría, apoyo a sus familias y su consigna “Fuera porros de la UNAM”, son legítimas, justas y necesarias. El fenómeno social que vimos con la multitudinaria marcha del miércoles 5 de septiembre en Ciudad Universitaria, no se entiende sin estas consideraciones.

Sin embargo, lo que empezó como un reclamo legítimo de estudiantes en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) plantel Azcapotzalco, por actitudes autoritarias de la directora -hace un par de semanas-, y que escaló a tropel hasta llegar a un paro de más de 40 escuelas y facultades en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sinceramente no logra explicarse desde esa lectura espontanea del movimiento estudiantil; por lo que apremia una visión menos naif de los acontecimientos.

Si partimos de que la agresión de los porros contra los estudiantes no fue una casualidad, la pregunta obligada es: ¿Quién organizó tres grandes grupos porriles (3 de marzo de Vallejo, 32 de Azcapotzalco, y La Federación de Estudiantes de Naucalpan) en una acción bien coordinada? Para contestarla, primero hay que responder ¿Quién se beneficia y quién pierde ante una provocación que evidentemente iba a provocar una reacción de la comunidad universitaria?

En términos de una lógica de ganancia política, al que menos le conviene es al rector de la UNAM. Reprimir afuera de rectoría, frente a la televisión en cadena nacional, en el marco de los 50 años del 68, por el mero gusto de desestabilizar a la universidad, como que no suena coherente. De igual forma, otro que pierde es Andrés Manuel López Obrador (AMLO). A la duda de si AMLO tendrá el prurito de incidir en la máxima casa de estudios -a diferencia de los tres últimos presidentes-, la respuesta es sí, pero para qué hacerlo de esa manera desesperada, con riesgo de desestabilizar el país antes de asumir protesta, mejor esperar a la sucesión de rector del 7 de diciembre de 2019, o aliarse con el actual rector, pues cuenta con las cámaras, mismas que otorgan el presupuesto universitario.

¿Quién se beneficia entonces en este escenario de violencia? Alguien o algunos en alianza, que acaban de sufrir una derrota y ahora no tienen nada que perder. No olvidemos que cuando estalló la Revolución mexicana los porfiristas se refugiaron en la recién creada Universidad Nacional. Alguien que conoce muy bien a la institución, ligado a grupos porriles desde hace 40 años, operador político de rectores, negociador de huelgas y conflictos desde hace décadas, por lo tanto, también cercano a grupos de activistas, capaz de convocar a medios de comunicación importantes y de influir en la Asociación Autónoma del Personal Académico de la UNAM, pues se dice que ésta intervino en el conflicto del CCH Azcapotzalco.

Los sucesos del lunes 3 de septiembre parecen cronometrados, ya que se cruza el intercambio de banderines entre grupos de porros -ritual de cada año, previo al partido clásico-, con una movilización organizada desde el plantel Azcapo; ambos para el mismo día. Mientras que al final de esa misma jornada ya se contaba con asambleas programadas en toda la universidad. Para el martes ya se tenían los acuerdos de paros en 42 escuelas y facultades. En menos de 24 horas, con pliego petitorio homogéneo en lo general, salvo en las problemáticas de cada plantel. Eso no pasó en las huelgas de 1968, 1986 y 1999, ni en las movilizaciones del #YoSoy132, (2012) ni en apoyo a Ayotzinapa (2014). Jamás había sucedido con esa profusión y sincronía.

Quien apostó por esta violencia desmedida sabe que aún puede influir en una parte de la Junta de Gobierno, adelantarse a la sucesión del próximo año, cuando AMLO ya esté en pleno ejercicio de su poder y con una configuración distinta en ese órgano de gobierno universitario. ¿Qué hay en juego? Tan sólo un presupuesto de 43 mil millones de pesos, superior a estados como Colima o Tlaxcala, con la figura de rector, a la altura de un secretario de Estado, más todo el peso simbólico de la universidad en la sociedad. Es casi como disputarse una gubernatura, un bastión, un refugio para sanar las heridas de cualquier fuerza política en desgracia.

El actual rector, Enrique Graue, es más cercano al ex rector Juan Ramón de la Fuente, quien se alejó de las filas priistas desde 2006 y ahora se fue a Morena, aunque no en las mejores condiciones, por lo que el respaldo abierto del virtual presidente electo, resulta fundamental para Graue.

El plan sigue su marcha, pero la disputa por la universidad aún no termina para ningún bando. Quienes lo orquestaron no imaginaron la enorme marcha multitudinaria del miércoles 5 de septiembre en Ciudad Universitaria, producto de la indignación auténtica de los jóvenes. Por ahora el acuerdo de la Interuniversitaria es otorgar soberanía a las asambleas de las escuelas y facultades sobre la definición de los paros. La única manera de que el movimiento no se apague, es mantener el paro en por lo menos la mitad de ellas o en su defecto, (espero equivocarme) inyectar más violencia. Por eso esta semana será decisiva.

Nuevamente los símbolos y el mito del 68 influyen en la actual coyuntura, la próxima marcha del jueves 13 de septiembre coincide con el 50 aniversario de la marcha del silencio. Es también una oportunidad para desbordar la movilización, volverla un conflicto nacional, previo al cambio de gobierno. Aun así, hay que acudir en solidaridad con los estudiantes.

Este movimiento estudiantil contra el porrismo es auténtico y legítimo, no sólo por la agresión del 3 de septiembre, sino por el hartazgo de tantos años de impunidad, pero para no volverlo presa de aquellos intereses que únicamente pretenden apoderarse de la institución, hay que diferenciar el pliego petitorio de uno y de otro[1]. Los estudiantes tienen que llenar las asambleas, identificar a los provocadores, establecer medidas de seguridad y sobre todo, apostar al diálogo. Algo que faltó hace 50 años por parte del régimen autoritario, y que pudo evitar la masacre del 2 de octubre.

En resumen, quien está detrás de este conflicto, es en primer orden, la indignación estudiantil contra los porros, pero también aquel o aquellos que bajo el perfil anterior, intentan disputar la universidad a costa de lo que sea…

[1] La derecha universitaria también ha promovido movimientos estudiantiles contra rectores, por ejemplo, en 1938 contra Luís Chico Goerne, por ser cercano a Lázaro Cárdenas y tratar de implementar medidas socialistas dentro de la universidad, como el departamento de Acción Social, antecedente del servicio social en la UNAM. Lo destituyeron y llegó Gustavo Baz Prada.

Imagen: El Big Data

Sociólogo y Comunicólogo por la FCPyS de la UNAM. Autor del libro Epifanía política y El fin de una era en la UNAM. Twitter @octaviosolis