El silencio cómplice en la 4ta transformación
Después de consumada la revolución rusa en 1917, se logró la fundación del primer país socialista en el mundo, a la cabeza de este movimiento se encontraba Vladimir Ilich, alías Lenin. El movimiento comenzado en Rusia marcó una nueva propuesta contra el capitalismo feroz, varios países voltearon hacía el socialismo, pensando encontrar una salida a los estragos en que se encontraban sus países.
El 21 de enero de 1924, Lenin falleció por un infarto cerebral a las 16:00. Muchos consideraban que el sucesor de Lenin sería León Trotsky, por ser su hombre de confianza y un gran estadista militar, creador del Ejército Rojo, con el que se logró detener a las fuerzas que pretendían derrotar al movimiento revolucionario.
Sin embargo, dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética, se formó un grupo contrario a Trotsky, acusándolo de violar normas internas del Partido y finalmente expulsado del mismo. Joseph Stalin, logró hacerse secretario general del Partido Comunista, comenzando así una serie de reformas para la URSS, al mismo tiempo que se aplicó una política de represión y persecución a los disidentes, entre ellos León Trotsky.
En el exilio, Trotsky criticó varias de las políticas de Stalin, argumentando que éste había hecho que la URSS se encontraba en un aislamiento, en el cual se había creado un gobierno tiránico, por lo cual era necesario la democratización del Partido y la apertura política de la sociedad soviética.
Stalin entonces ordenó una fuerte persecución contra Trotsky y su familia, que culmino finalmente el 20 de agosto de 1940 en su casa de Coyoacán, México. Un enviado español, de nombre Ramón Mercader, logró el cometido de varios años de persecución política estalinista, matar con un piolet en la cabeza a uno de los principales lideres revolucionarios de Rusia, el cual había sido un ferviente crítico de las desviaciones que se estaban cometiendo en la revolución iniciada en Rusia en 1917.
Más de cien años después, en México se logró hacer un movimiento político y social, que promete crear un cambio radical y fondo a más de tres décadas de política neoliberal. Andrés Manuel López Obrador y el partido Morena, lograron arrasar el pasado 1° de julio en las urnas, ganando diputaciones locales y federales, lo mismo que senadurías y presidencias municipales, un verdadero efecto.
Con este triunfo se lograba por primera vez lo inimaginable para muchos mexicanos, lograr que la izquierda accediera al poder por medios democráticos, con lo cual se daba por iniciada la llamada “Cuarta Transformación”.
La presidencia de la Cámara de Diputados y del Senado fueron ocupadas por dos viejos políticos obradoristas, Porfirio Muñoz Ledo y Martí Batres, respectivamente. Porfirio Muñoz Ledo es recordado por ser el hombre que, en 1988, acabaría con el llamado “Presidencialismo”, cuando en el informe presidencial de Miguel de la Madrid, grito e interpelo al presidente.
Martí Batres puede ser recordado, por organizar en 2006, las movilizaciones masivas contra el llamado fraude electoral, que daban como ganador a la presidencia al panista Felipe Calderón, en medio de miles de simpatizantes, Batres declaró que no aceptarían ese acto de injusticia que daban como vencedor a Calderón.
En este contexto y con el triunfo de Morena, Muños Ledo y Batres, asistieron el pasado domingo a Palacio Nacional, a una reunión, en la que el presidente Peña Nieto frente a allegados y empresarios, haría un recuento de su ultimo informe presidencial, sin rendir cuentas a los representantes populares elegidos democráticamente por los ciudadanos mexicanos.
Ante este hecho el diputado federal, Gerardo Fernández Noroña, intento acceder al recinto, llamando a sus compañeros Batres y Muñoz Ledo, a que se respetara el articulo 69 constitucional, que dice que en la apertura de Sesiones Ordinarias del Primer Congreso debe de asistir el presidente. Sin embargo, ambos presidentes hicieron caso omiso de la solicitud.
Ante esta situación en Morena, se ha tildado de oportunista e incluso traidor a Fernández Noroña, impidiendo la autocrítica del propio partido, lo cual es una grave señal para las democracias. Si bien, podemos cuestionar las formas, no se deben de menospreciar los fines; se busca una cuarta transformación, por lo cual es necesario actuar de acuerdo con las convicciones y principios, evitando caer en los mismos errores de antaño, con un silencio cómplice que mucho perjudica.