“Ya hace falta una guerra, ya somos un chingo”
“La población o mano de obra sobrante
aparece siempre enlazada a un exceso de riqueza…
La población solo es excesiva allí dónde es excesiva…
la capacidad de producción”
F. Engels
Problemas y retos de la sobre población
En una ocasión un compañero de la universidad me expresó: “Ya hace falta una guerra, ya somos un chingo”. Hace falta señalar que en ese momento viajábamos de regreso a nuestras casas. Justo en la hora pico. Similares expresiones se escuchan a menudo en cualquier lugar ¡Y cómo no! Sólo al ver el gentío en cualquier sitio nos hace pensar en lo bueno que sería no ser tantos. Todavía hay expresiones más radicales: “Malditos pobres, ¿por qué se siguen reproduciendo si ya somos muchos?”, “Deberían esterilizar a todas las indígenas y los pobres” ¡Una barbaridad!
Al político corrupto que se ha enriquecido y, sobre todo, al empresario que acapara una buena parte de la riqueza de un país, por prácticas no tan leales, la justificación de sobre población les resulta maravillosa. Su corrupción, su ciega ambición por maximizar las utilidades a pesar de todo, su nula conciencia ecológica, se le justifica de toda culpa.
La economía siempre es moral, unos ganan porque otros pierden
Tomemos el problema verdaderamente serio: menos del 1% de la población mundial acapara casi el 50% de la riqueza total, es decir, el 1% de personas en el mundo tiene tanta riqueza como el resto de las personas juntas. Imaginemos que, en un salón de clases con 100 estudiantes, sólo uno de ellos tiene tanto dinero como el resto de los alumnos juntos y que esos 99 restantes comiencen a culparse entre ellos mismos por ser “muchos”. No sólo eso, voltean a ver a los 20 alumnos más pobres y centran sus ataques hacia ellos. Al alumno ricachón ni lo voltean a ver. Las cifras son duras, y reflejan una realidad terrible que sucede, en gran parte, inadvertida. La mitad de lo que se produce en el mundo está en manos de unos pocos. Con estos datos, todavía habrá quien diga que no hay recursos suficientes para todos y que lo mejor sería “ser menos humanos”.
En México es uno de los países con más desigualdad en el mundo. El fenómeno se hace más grave, 10% de las familias concentra 75% de la riqueza nacional, y el .01% de las familias concentra un tercio.
El tema exige comentar el conocido ejemplo del niño con padres económicamente estables y del niño con padres de escasos recursos. Cuando el primero desayuna tranquilamente un sábado, el segundo tiene que levantarse temprano para ir a trabajar o a vender. Cuando el primero tiene una computadora en casa, el segundo sólo tiene un cuaderno viejo. Cuando el primero tiene alguna actividad en un club deportivo, el segundo sale a la calle y comienza a hacer migas con los jóvenes pandilleros de su cuadra. Los mundos son diferentes y, de igual manera, las oportunidades.
Pensemos que ahora estos niños son adultos, el primer niño no le podrá exigir al segundo que “se ponga a leer para que no sea tan ignorante”, que “ya no tenga tantos hijos” o que desarticule su fe en Dios y se convierta en ateo como él mismo. Exigirle algo así al adulto en que se convirtió el segundo niño es absurdo. Claro, habrá excepciones donde algunos infantes de escasos recursos, por una cualidad innata y/o el azar, logren sobresalir y no se vean absorbidos por el mundo de su infancia y, además, obtengan acceso a lo que antes tenían negado. Sin embargo, la gran mayoría no correrá con esa suerte.
La riqueza producida y la capacidad de producción de la humanidad, hoy en día, es enorme, el problema es que está en pocas manos. Y estas manos venderían a su madre antes de soltar las bolsas de la extrema abundancia.
Pero mantengamos los pies en la tierra. En México hay riqueza, sí, mal distribuida, también. Sin embargo, se podría aliviar, aunque sea en parte, el malestar de la desigualdad si los gobiernos cumplieran su trabajo, si no se desviara tanto dinero por políticos corruptos, se administraran eficientemente los recursos de la nación y un largo etcétera. Sin duda, la desigualdad sería menor. Razón por la cual la crítica y la exigencia a los gobiernos nunca debe mermar.
Es falso que la pobreza sea de causas naturales
Las causas de esta desproporción son muchas y variadas. Aquí se pretende alejar la idea de un sector de que el pobre tiene la culpa de su miseria, esa conclusión carece de sólido fundamento. Se pretende quitar el pensamiento de que los recursos son pocos y los humanos demasiados, tesis al más puro estilo malthusiano. Se intenta acercar, de una manera breve y general, que la pobreza se mantiene en un círculo vicioso que se alimenta por la avaricia y el egoísmo de muy pocos. Y que las personas que, afortunadamente tienen alguna clase de acceso a la educación y al mundo del conocimiento, por mucho o poco que sea, mantengamos una postura inconforme con la distribución tan desigual del ingreso y, sobre todo, que no sea visto como algo natural y definido.