De Norte a Sur Opinión

El ejército privado del presidente


raulraulgonzal1

9 julio, 2018 @ 9:40 am

El ejército privado del presidente

Cronotopos

12 generales y almirantes; 188 jefes y capitanes; 468 oficiales subalternos; 796 efectivos de tropa y fuerza aérea; 51 policías (federales y capitalinos); 376 civiles y más de 9000 miembros del Ejército Mexicano, encuadrados a través de distintas unidades, componen al Estado Mayor Presidencial. Expertos en medicina, comunicaciones, política exterior e ingeniería, todos ellos, a disposición del presidente de la república.

Desde 1823, durante el gobierno independiente de Agustín de Iturbide, existió la primera fuerza militar de élite a su servicio, denominada Estado Mayor. Posteriormente, tras su abrupta salida, Guadalupe Victoria contó con el apoyo de una Ayudantía General. En 1846, tiempo de intervenciones, Mariano Paredes dio el primer paso, en la reglamentación de un Estado Mayor Facultativo, a las órdenes del titular del ejecutivo, integrado por un general en jefe, 6 ayudantes coroneles y 18 segundos ayudantes capitanes. 7 años después, bajo el gobierno de Mariano Arista, dicho organismo se integró por siete elementos. Bajo la dictadura de Antonio López de Santa Anna, y, haciendo eco del culto a su personalidad, decidió modificar el nombre de la fuerza militar a Estado Mayor de su Alteza Serenísima. Tiempo después, durante el Imperio de Maximiliano de Habsburgo, existió el Gabinete Personal de su Alteza, al caer el imperio, desapareció el gabinete. Por otro lado, Benito Juárez, no contó con el apoyo de un servicio militar institucionalizado, sino más bien, recibió el acompañamiento de militares encargados de su seguridad. Finalmente, no fue sino hasta la llegada de Porfirio Díaz al poder, cuando se reivindicó la trayectoria del Estado Mayor del Presidente de la República, en mayo de 1895, ya estipuladas, la jefatura de las residencias presidenciales y el reglamento que lo constituyó.

Sellado con la frase: “Al Presidente Nadie lo Toca”, el capitán Gustavo Garmendia, firma la semblanza histórica, que sirvió como base para sintetizar la historia del EMP en líneas anteriores, y que se puede consultar en la página oficial de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), en el apartado de gobierno, específicamente en la sección de acciones y programas.

Retomado oficialmente en la administración de Plutarco Elías Calles, el EMP, ha funcionado ininterrumpidamente hasta nuestros días. Actualmente, el gobierno federal lo reconoce como un órgano técnico militar, encargado de la seguridad del ejecutivo federal, su familia, ex presidentes de la república, secretarios de estado, y a otras personas que el presidente designe. 640 millones de pesos, le costó para éste año al presupuesto federal sostenerlo, además de cobijo presidencial, recibe el aval del Congreso de la Unión, lo que acrecentó su poder a lo largo del tiempo.

Más allá de datos, nombres o fechas, al Estado Mayor se le puede recordar de dos maneras; como los militares que cuidan al presidente, o bien, como la “Guardia Pretoriana” que hace el trabajo sucio del régimen. La masacre de Tlatelolco, es fiel prueba de ello, recordemos, que se ha documentado la participación de efectivos de ese cuerpo, apostados estratégicamente en la Plaza de las Tres Culturas, para disparar a diestra y siniestra contra la población civil. Pero también, han sido señalados como responsables de la muerte del candidato a la presidencia, Luis Donaldo Colosio en 1994. Pasando por su actuación en la represión a movimientos y dirigentes sociales, durante la guerra sucia, entre los sesentas y ochentas.

Evidentemente, además de seguridad, asesoría, cobertura y apoyo logístico, el presidente tiene a su mando, un servicio de espionaje privado, puesto que, entre sus atribuciones, el Estado Mayor, puede realizar acciones de inteligencia y contrainteligencia, en el desarrollo de sus labores, todo esto, sin ninguna restricción, lupa, o enmienda que vigile su trabajo.

Una prueba más, de la decadencia de la inteligencia en el país, además, del uso faccioso de las instituciones gubernamentales.

Amparados en la seguridad nacional, puesto que velan por la integridad del ejecutivo federal, el EMP, es un servicio inconstitucional, oscuro y discrecional, según militares expertos en el tema. Constituye la extensión del derroche presidencial, pues no olvidemos que también proporciona esos servicios a ex presidentes y funcionarios de alto nivel.

A lo largo de su campaña, Andrés Manuel López Obrador mencionó, entre otras medidas, su renuncia a los servicios que proporciona el Estado Mayor Presidencial, ahora ya como presidente electo, el tema comienza a preocupar cada vez más, ante la posibilidad de un ataque a su figura, lo que inevitablemente representaría un duro golpe a la estabilidad nacional.

Sin embargo, dicha preocupación se ha traducido, no solamente en el fin de ese servicio, sino también, en el rastreo de toda su trayectoria a lo largo del tiempo, sin duda alguna la decisión de Andrés Manuel, es acertada y oportuna; significa el fin de una era para el presidencialismo mexicano, cobijado a la sombra de un mini ejército privado.

La decisión no puede dejarse a medias. Como futuro jefe de estado, AMLO, necesita—indiscutiblemente—un cuerpo especial de seguridad; es momento de poner en marcha la experiencia de hombres y mujeres, dedicados al tema de la seguridad nacional, para la creación de un servicio eficaz, compacto, transparente, y, sobre todo, vigilado.

Quizá funcione una propuesta similar a la escolta de López Obrador, cuando fungió como Jefe de Gobierno Capitalino; de aspecto discreto y compacto, 6 mujeres de entre 25 y 35 años, adscritas al Grupo de Reacción Inmediata, pertenecientes a la Procuraduría General de Justicia (PGJ), entrenadas en Israel, mejor conocidas como “las Gacelas.”

Por lo pronto, López Obrador anunció que el Estado Mayor se reincorpora a la SEDENA, habrá que ver cuál es el reacomodo del organismo, empero sería un gran acierto su desaparición.

¡Siempre Leales! Ojalá que el Estado Mayor Presidencial, haga eco de su emblema, incluso a punto de su disolución.

Comentócrata, amante de la historia, bibliófilo por vocación, universitario por decisión.