Gato con Lentes

El 16 de octubre de 1968: Un homenaje al Black Power


12 junio, 2018 @ 7:10 am

El 16 de octubre de 1968: Un homenaje al Black Power

Rogelio Laguna

I

Los corredores salen disparados al escuchar la señal, en poco más de 19 segundos llegarán a la meta.  Aún no lo saben pero la marca que se romperá en esta carrera durará hasta 1980. El Estadio Olímpico, remodelado hace poco para albergar estos Juegos Olímpicos, está a reventar, 80 mil personas observan la carrera desde las gradas, que además se transmite en vivo a todo el mundo a través de la nueva torre de comunicaciones inaugurada por el presidente Díaz Ordaz pocos días antes del inicio de la fiesta deportiva. He visto el video de la carrera una y otra vez, intentado observar los detalles: los cuerpos se aceleran a velocidades jamás registradas para el ser humano, son tres los que se adelantan hacia la meta: 1. Tommie Smith (USA), 2. Peter Norman (AUS) y 3. John Carlos (USA), oro, plata y bronce, la multitud los aclama. Smith y Carlos, afroamericanos, se abrazan al llegar a la meta.

Horas más tarde se lleva a cabo la premiación, el estadio luce ya medio vacío, la gente ha regresado a sus casas tras horas de competencias. Los tres atletas entran al pódium en una fila, rodeados de edecanes con trajes típicos. Smith y Carlos van descalzos y comparten un par de guantes (por eso minutos después uno levantará el brazo izquierdo y el otro el derecho). Smith lleva en el cuello un pañuelo negro, y Carlos lleva su chamarra desabrochada. Los tres, incluyendo al ganador del segundo lugar, el australiano Peter Norman, usan las insignias del proyecto olímpico para los derechos humanos. El locutor los nombra uno a uno al recibir la medalla: nombre y país. Se toca el himno nacional estadunidense en homenaje al ganador del primer lugar,  y en ese momento Smith y Carlos hacen un gesto que quedará registrado como uno de los momentos más icónicos de la historia de los Juegos Olímpicos: levantan el puño y miran al suelo. La imagen ocupará la portada de los medios internacionales al día siguiente, aunque los diarios mexicanos parecen haber mirado hacia otro lado. Existen versiones de que los atletas fueron abucheados al bajar del pódium.

El Comité Olímpico internacional, dirigido por el estadounidense Avery Brundage      condena a los atletas por haber realizado un gesto político durante los Juegos. La delegación norteamericana pide su regreso. Se solicita a México expulsarlos de la Villa Olímpica, el país anfitrión se decanta por evitar una salida diplomática. Cuando los tres regresen a sus respectivos países se enfrentarán al desempleo, a los tres se les cierran las puertas del atletismo profesional e incluso enfrentarán amenazas de muerte.

Y tal vez nosotros, a 50 años de este episodio, después de la presidencia de Barack Obama y de la participación de los afroamericanos en todos los aspectos de la vida política y social norteamericana no alcanzamos a dimensionar el simbolismo que este saludo significó para los atletas ni el desafío que implicaba al statu quo estadounidense. Carlos y Smith provenían de un país que libraba simultáneamente dos batallas, por un lado una impopular y costosa guerra en Vietnam, y por otro lado un movimiento civil de impredecibles consecuencias en la que los negros luchaban por sus derechos encabezados por Malcolm X y Martin Luther King, organizados en comunidades cristianas o musulmanas, optando a veces por la protesta pacífica y a veces por el camino de una protesta más enérgica. Ambos líderes serán asesinados. Muhammed Alí era entonces una figura mediática que no duda en denunciar el trato que los blancos dan a los negros, y en cuestionar la consistencia de la religión cristiana que parece haber cerrado los ojos ante las cuestiones raciales en EEUU. Cuando se niega a ir a Vietnam la fiscalía estadounidense abre una investigación y le retiran sus títulos.

En los videos de la época vemos las bombas y el Napalm cayendo sobre Vietnam mientras las comunidades negras en territorio americano son reprimidas por la policía mientras protestan con pancartas exigiendo igualdad de derechos. El Ku Kux Klan se organiza en contra de la inserción de los afroamericanos en paridad con los blancos, ataques de terror quieren frenar el espíritu de protesta. En ese entonces la gran mayoría de la población negra vivía en condiciones de miseria e incluso seguía trabajando —en pleno siglo XX- en campos de algodón en los estados del sur.  Loncherías, bares, autobuses se proclaman exclusivos para gente blanca o para gente de “color”, ambos sectores toman por igual Coca-cola pero no tienen los mismos derechos. Los videos registran a los propietarios blancos expulsando a los negros de sus negocios. Los negros sirven en el ejército y se les exige cumplir con su deber cívico pero son, en los hechos, ciudadanos de segunda.

Tommie Smith conoció los campos de algodón cuando era niño, fue su capacidad para el deporte lo que llevó a salir de su pequeño pueblo y en 1965 era considerado el hombre más rápido del mundo. Carlos era hijo de migrantes cubanos que habían llegado a Estados Unidos, conoció a Smith en la escuela y los hermanó el deporte. Cuando la prensa lo cuestione por el saludo Black power en los Juegos Olímpicos, Smith explicará que con él buscó cuestionar cómo al mismo tiempo que alguien gana una medalla en nombre de un país, ese mismo país le restringe libertades fundamentales. Una crítica que también en la época hará Mohammed Alí, al denunciar ante la prensa que al mismo tiempo que se le considera una estrella del deporte, se le impide tomar un café en el centro de la ciudad.

En 1967 un grupo de deportistas norteamericanos llaman a boicotear las olimpiadas en respuesta a las políticas racistas del gobierno estadounidense y de su Comité Olímpico. Al mismo tiempo, México y el comité Olimpico Internacional reciben protestas por la participación de Sudáfrica en los Juegos Olímpicos debido a las políticas raciales de dicho país, la invitación a Sudáfrica es retirada. Y es que a pesar de su política interior, autoritaria e incapaz de generar consensos ante los reclamos de la población, el gobierno mexicano —el primero hispanohablante en organizar unos Juegos Olímpicos y el primero proveniente de un país en vías de desarrollo— quiere enviar un mensaje de paz y de comunicación entre los pueblos, así lo expresará el Canciller mexicano ante la ONU poco antes de la inauguración de los juegos, aunque guardando silencio ante lo ocurrido el 2 de octubre.

La elección de México en 1963 como sede de los juegos habría obtenido el apoyo internacional como la manera de relajar las tensiones políticas entre las grandes potencias, México era un país que colaboraba y llevaba relaciones cordiales con países de los dos bloques y daba un mensaje de apertura hacia las naciones en vías de desarrollo. El país construyó dos Villas Olímpicas, completó un tramo de la carretera panamericana, reorganizó el transporte en la Ciudad de México y habilitó sedes deportivas que, a diferencia de lo sucedido con la arquitectura olímpica en otras latitudes, funcionan hasta la actualidad. Para garantizar la calma ladrones de fuero común y personas fichadas fueron arrestadas por la policía y sacadas de las calles durante el periodo olímpico. El gobierno y los estudiantes libraban su propia batalla entre julio y octubre del mismo año, los esfuerzos se concentraron en detener el movimiento estudiantil antes del 12 de octubre, fecha de inauguración de las Olimpiadas, y al mismo tiempo dar una imagen de que se trataba de un país moderno, con derechos y libertades y en el que estaba garantizada la estabilidad. El 2 de octubre en la plaza de las Tres culturas la batalla llegó a su punto final, muertes y desapariciones son denunciadas por asociaciones de intelectuales y artistas, así como por escuelas y facultades en desplegados del periódico, desplegados que conviven con los llamados al orden de la Asociación de Padres de Familia y hasta de expresidentes como Lázaro Cárdenas, que piden a los jóvenes no caer en intereses extranjeros y alinearse con el progreso nacional. Algunos líderes estudiantiles, como Sócrates Campus Lemus, dan entrevistas desde el Campo Marte denunciando a los instigadores del movimiento, entre ellos señalan a la escritora Elena Garro.

Días antes de que empiecen los Juegos el movimiento estudiantil pasa a letra pequeña en los diarios mexicanos, que dejan de registrar a las familias siguen buscando a los desaparecidos en hospitales y comisarías, y otros sucesos incómodos  como el saludo de los atletas norteamericanos. En cambio registran la visita de la actriz Grace Kelly a las ruinas mayas, la visita del príncipe de Edimburgo a la Villa Olímpica, quien “pasó desapercibido”, así como el dato curioso de que las delegaciones deportivas del bloque soviético se la pasaban comprando ropa.

Los Juegos de México se llevan a cabo en un mundo en movimiento, en el que las revoluciones sociales se empiezan a fraguar y se aplazan a como dé lugar tanto en el país anfitrión de las Olimpiadas como en su país vecino, los diarios mexicanos registran los movimientos en Brasil y Praga aunque les restan importancia. En EEUU la comunidad de atletas afroamericanos centran su objetivo en el presidente del Comité Olímpico Internacional, cuya simpatía en el pasado con el Tercer Reich aumenta la crítica a las políticas raciales del deporte estadounidense, en el que exigen, por ejemplo, tener un coach negro en el equipo olímpico. El equipo de atletas norteamericano llega a los Juegos Olímpicos de México en medio de importantes tensiones y críticas al interior del deporte norteamericano.

Así, cuando Smith y Carlos levantan el puño, apoyados por Norman quien también portaba las insignias del Proyecto olímpico por los derechos humanos, no están haciendo  una denuncia personal sino se trata de levantar la voz en el evento más observado del mundo, de hacer claro, ante la mirada del mundo, que aquella nación que lideraba un bloque que se oponía a la tiranía de la Cortina de Hierro y que pugnaba por las libertades tenía una deuda pendiente con una gran parte de su población que en pleno siglo XX se encontraba oprimida por cuestiones raciales. Este gesto lo recibía un mundo cansado de la guerra, del autoritarismo y las tensiones geopolíticas. La fotografía del saludo Black power daría la vuelta al mundo, aunque en nuestro país muy pocos escucharon el mensaje.

 

II Un homenaje

Te encuentras en un país que por primera vez organiza unos Juegos olímpicos en el que la gente ha comprado televisiones a color para ver las competencias (las anuncian a 24 meses sin intereses en los diarios, al lado de relojes, clases de idiomas y tratamientos para  “hombres débiles”), se trata de una modernidad extraña en la que se combina el discurso del progreso con las pirámides de Teotihuacán, que sirven como escenario para recibir la llama olímpica. Los murales de Diego Rivera, que celebran el pasado indígena,  son solo un rostro del estadio olímpico, el otro es el tablero electrónico más grande del mundo que se ha instalado al interior del estadio para registrar los resultados de las competencias.

Sentías miedo a la hora de empezar la competencia, aquella herida reciente en las semifinales amenaza con no dejarte llegar a la meta. Te acomodas en la línea de salida, cerca de ti están Norman y Carlos, quienes están destinados a acompañarte a la historia. Suena el disparo y corres hacia la meta, el estadio estalla en gritos en diversos idiomas, 600 millones de espectadores en todo el mundo sigue la transmisión. Cuando te das cuenta estás solo frente a la meta, sonríes y la cruzas, han pasado 19.83 segundos.

Horas más tarde llega el momento de la premiación, le has pedido a tu esposa que traiga un par de guantes, acuerdas con tus compañeros ganadores que es momento de mostrar al mundo una voz que ha permanecido oculta durante siglos, los tres se colocan las insignias del Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos, un proyecto estadounidense que quiere enfrentarse al racismo aprovechando los Juegos de México. El estadio está semivacío pero en tu país millones de personas te observan por televisión.  Te quitas los zapatos en señal de la pobreza en la que han vivo los tuyos, usas una mascada negra en el cuello como señal de la sujeción en que han vivido por siglos la población negra.

Lo que viene lo recordarás después como si fuera un sueño y te olvidarás del sudor frío que seguramente recorrió tu frente. Les entregan la medalla a ti y a tus compañeros, y empiezan a tocar el himno nacional, franjas y estrellas ondean en el mástil y entonces miras hacia abajo para rezar y levantas el puño hacia el cielo mientras las edecanes con trajes típicos mantienen el rostro serio sin saber qué hacer, algunos abucheos provienen de la multitud, no importa, en el futuro tal vez entiendan el mensaje.

Este puño en alto va contra la opresión racial en el mundo, por los rostros cansados de quienes trabajan en los campos de algodón, por el asesinato de Malcolm X y de Luther King y de quienes han defendido la igualdad y los derechos civiles. Por todos aquellos que en el futuro tendrán una vida mejor si la causa triunfa.

50 años después la imagen de estos atletas con el puño en alto nos sigue conmoviendo como conmueven las imágenes de todas las personas valientes que alzaron la voz en 1968. A ellos y ellas, quienes lucharon por un mundo mejor, los seguiremos llevando en la memoria.

Black-Power-1968- Internet www.revistaconsideraciones.com

Espacio para nuestros colaboradores ocasionales, quienes amablemente nos comparten sus reflexiones. En la Revista Consideraciones caben todas las opiniones.