De Norte a Sur Nacional Opinión

La Sociedad Civil son los empresarios, ya pueden irse a su casa


@onlyCervantes

17 mayo, 2018 @ 1:24 am

La Sociedad Civil son los empresarios, ya pueden irse a su casa

@onlyCervantes

“En México la sociedad civil nace entre el miedo y el terror causado por el terremoto del 19 de septiembre de 1985; entre lo acontecido a los seres queridos y propiedades, la pérdida de familias y amigos, los rumores, la desinformación y sentimientos de impotencia que desembocó en el rechazo al régimen priísta de Miguel de la Madrid.”

De esta manera Carlos Monsiváis declara el acta de nacimiento de la sociedad civil mexicana en un ambiente de emergencia, sin embargo, la historia reciente nos demuestra que la sociedad civil no siempre se presenta de la misma manera.

Después de Monsivais y la experiencia del terremoto de 1985, los mexicanos hemos aprendido que la sociedad civil no es “noble ni espontanea por naturaleza” porque en ese concepto también entran los intereses de privados que financian activismos o investigaciones periodísticas que, con o sin intención, logran defender los intereses económicos o políticos de una élite.

Lo que se presentó como la voluntad espontanea de cientos de personas desorganizadas y bien intencionadas, pero efectivas, fuera de la directriz del Estado en los momentos posteriores al terremoto, también puede aparecer como un interés planeado, organizado, y de igual forma, al margen del Estado, incluso, contra él.

Para entender esa masa amorfa llamada sociedad civil, es necesario tener en cuenta que la sociedad civil necesita del Estado y diferenciarse de él debido a que se trata de una esfera social con características política y económica a la vez.

Para Hegel, el individuo y la sociedad civil están determinados mutuamente por la satisfacción del individuo de sus necesidades básicas naturales, por lo que orienta su esfuerzo al trabajo para la satisfacción de tales necesidades.

Pero la sociedad civil aparece con propiedades contradictorias, pues implica la emancipación del individuo bajo la forma del ciudadano libre, al mismo tiempo que el individuo se encuentra desprotegido y seducido por la manipulación, opulencia y corrupción.

Esta relación es propia de los hombres libres motivada por intereses privados. Por lo que se hace necesaria una entidad racional superior que ponga orden: el Estado.

El Estado es fundamental y tiene la finalidad de regular el comportamiento de todos los hombres libres que son impulsados por su naturaleza privada y egoísta.

En teoría el “Estado de Derecho” exige tratar a todos desde su condición legal más elemental: como ciudadano libre.

Racionalmente se hace así para evitar la distinción entre personas sin importar su origen, su credo, nacionalidad o estatus social.

La existencia del Estado como autoridad suprema cancela la ofensa a la integridad personal o a la propiedad material. Mediante la administración de la violencia, personificada en la policía o la Guardia Civil, el ciudadano tiene el deber de someterse al poder público con la finalidad resolver toda clase de problemas de manera “pacifica”.

Pero lo que hace la igualdad jurídica en realidad es maquillar la desigualdad impuesta por la implacable realidad; En México el 1% de la población concentra casi un tercio de la riqueza de todo el  país.

La relación con base jurídica de sujetos “libres” e “iguales” termina por esconder relaciones asimétricas. Unas personas solo poseen su fuerza laboral, mientras otras poseen todos los medios necesarios para que la fuerza laboral se ponga en marcha, por lo tanto, nos encontramos objetivamente en una relación desigual.

El Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de la burguesía, afirmaron Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848.

Definitivamente la concepción de Marx contribuyó a desenmascarar la naturaleza y objetivo de la sociedad burguesa en su relación con el Estado.

Encontramos de forma implícita la relación política de la sociedad civil, sin embargo, no logra desarrollar una explicación en su relación con el Estado, pues la considera como un apéndice de gerentes económicos burgueses. Tipo Peña Nieto.

Gramsci toma ambas ideas pero matizadas, pues no considera la sociedad civil un mero instrumento de la burguesía en el poder, ni tampoco se trata del tránsito natural para llegar al Estado neutral y racional pensado por Hegel, en cambio, considera al Estado como la suma de los dos factores: la sociedad política y la sociedad civil con intereses particulares en coincidencia.

En la visión de Gramsci, el ejercicio de poder moderno no se puede explicar a partir exclusivamente del Estado, ya que para construir hegemonía, se requiere de una sociedad civil que posibilite el consenso voluntario, activo o pasivo, de las clases subalternas.

En la concepción de Sociedad Civil en Gramsci encontramos riqueza del análisis político. Presenta una sociedad civil que no está inmediatamente orientada a la satisfacción de necesidades planteada por Marx, ni al ingenuo egoísmo individual de Hegel, sino una esfera de asociación autónoma y voluntaria muy cercana a la descrita por Monsiváis, pero menos optimista.

Gramsci genera una multiplicidad de relaciones ideológicas, políticas y culturales. Y más importante aún, ayuda a diferenciar qué tipo de sociedad civil expresa qué tipo intereses: ya sea uno particular y poderoso, u otro nefasto y oportunista, o clientelar y ansioso por ser cooptado, u otro espontaneo, popular y autónomo.

Resulta imperativo problematizar el concepto y su praxis en la realidad a fin de posibilitar la construcción de una sociedad civil activa desde abajo, dedicada a la cimentación del remedio y no a la espera melancólica de la solución de sus problemas.

Internacionalista por la FCPyS de la UNAM. Articulista en Consideraciones y eterno aprendiz de la praxis.