Feijoó y los atisbos del feminismo (siglo XVIII)
Vivimos en días que cualquier tema puede generar polémica y cualquier persona puede hablar de cualquier tema. Cada persona, si así lo decide, es capaz de hacer pública su opinión con mucha facilidad, ya que las redes sociales se encargan de la difusión. En el siglo XVIII no cualquier persona podía publicar su opinión porque no todos estaban autorizados y por la gran censura que el Santo oficio ejercía en todo lo que consideraba inadecuado, sobre todo en España, como las teorías de Copérnico que tardaron en entrar a este país y a las aulas de sus universidades por la censura de la inquisición.
El feminismo hoy es un tema que genera desacuerdos porque no es bien aceptado por la mayoría, también es un tema que cada día toma más fuerza y provoca más desacuerdos, por eso hoy retomo un texto de un padre benedictino, que busca generar discusión e involucrar a los lectores en debates sobre los errores que pretende evidenciar.
En 1726 se publicó el primer tomo de Teatro Crítico Universal de Benito Jerónimo Feijóo, en plena era del razonamiento humano que de a poco iba desplazando a Dios como eje articulador del pensamiento; proceso que concluiría en la Ilustración donde se consiguió crear un espacio más abierto para una transformación cultural.
La premisa de Feijóo en sus cuatro tomos del Teatro Crítico Universal es “la lucha contra las supersticiones arraigadas desde España Medieval y la renovación del pensamiento científico”, según lo describe Ana Espino Arriaga. La obra intenta luchar contra los errores tradicionales arraigados desde el Medioevo, y para luchar bien, Feijóo construyó su discurso en función de a quién iba dirigido, es decir, a las generaciones que han ido propagando estos errores y supersticiones. El padre benedictino quiere corregir al vulgo de los errores que la España del siglo XVIII todavía tenía.
En su discurso Defensa de las mujeres Feijóo, con una retórica envidiable y con construcción perfecta –aunque contradictoria–, logra ser didáctico y adoctrinar bajo un velo literizante que lo pone más lejos de lo filosófico/científico que de lo literario para facilitar la correcta transmisión de su mensaje. Asimismo, se adelanta a los posibles ataques que podría sufrir y comienza: “En grave empeño me pongo”. No deja ningún cabo suelto, esta es la razón de la constante reformulación de hipótesis introducidas por preguntas retóricas: “Aún en caso que las almas sean entitativamente desiguales, ¿cómo nos probarán o nos harán creer, que Dios escoge las mejores para los hombres dejando las menos perfectas para las mujeres?” [párr. 79].
Después de aceptar la labor de la cual está encargándose, en el párrafo 18 dice: “Pero mi empeño no es persuadir a la ventaja, sino a la igualdad”, por estas situaciones es que menciono la contradicción. Hay que destacar que en pleno siglo XVIII la Inquisición seguía siendo en España un gran muro con el que se topaban las nuevas ideas que acompañaban estos días y es precisamente por eso que destaco la habilidad del autor para deslindarse de la voz juzgadora y de la idea de defender al género femenino y pone en su audiencia la tarea de discutir y sacar conclusiones, “pero yo no hago oficio de juez, sino de abogado, se quedará el pleito por ahora indeciso” [párr. 32]. Poco a poco el autor se deslinda más de la idea principal con la que abre su discurso y desvela que esos juicios los delega a un poder divino.
Para el cierre de su discurso, pienso, Feijóo ha sido vencido por su misma religiosidad y ahora su audiencia podrá dirigirse a la siempre autoridad divina para continuar con los errores en ese ámbito.
No hay que confundir el discurso de Feijóo con las primeras ideas feministas, pues Feijóo defiende a la mujer dentro de su contexto y de la época que vivió. Las defiende sólo por desengañar al vulgo, así como lo hace con los cometas en otro discurso de ese mismo tomo.
Feijóo crea un discurso válido y contundente que refleja una sociedad española en la que el espacio social donde las mujeres podían interactuar era casi nulo y deja ver cómo la mujer en el siglo XVIII sigue siendo considerada como un ente lujurioso y causante de la desgracia masculina, aunque, debo mencionar también, funciona como génesis de ideas incluyentes y reformulantes que en los siglos venideros se desarrollarán mejor sin tantas trabas eclesiásticas.
Dejo este comentario sobre un discurso repleto de cuestionamientos que para su época eran una verdadera revelación y que hoy podrían verse fuera de contexto, sin embargo, los invito a leerlo; a ejercitar el debate sobre el feminismo y cuestionarse si realmente los prejuicios y la configuración social (machista) ha cambiado.
Discurso completo en versión PDF, para consulta: