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Inseguridad y violencia en la UNAM


octaviosolis

11 marzo, 2018 @ 9:34 pm

Inseguridad y violencia en la UNAM

@octaviosolis

Hablemos en serio sobre el problema de inseguridad que vive la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), no como nota sensacionalista, ni como manifiesto político, sino desde la reflexión. Lo primero es el contexto. La mayor casa educativa del país no está exenta del aumento de la violencia en prácticamente todo el territorio mexicano, de hecho es una caja de resonancia del acontecer nacional. Para nadie es un secreto que el crimen organizado se ha apoderado de pueblos enteros, corroído instituciones policiacas, imponiendo su ley y legitimando una cultura conocida como narcocultura.

Ahí donde el Estado ha fallado, donde ha dejado de funcionar, no sólo en el uso legítimo de la violencia, sino por la falta de oportunidades, el narcotráfico ha ganado terreno. Los neoliberales, en su afán por desmantelar el Estado social, lo envilecieron aún más, convirtiéndolo en presa fácil de un poder fáctico que creció exponencialmente en esos mismos años. Hoy nos enfrentamos a una bestia incontrolable.

Pero más allá del contexto, recurramos a la historia para poner en su justa dimensión el problema. En primera, la violencia que hoy vive la UNAM no es inusitada, en la década de los setenta se vivió en el campus universitario una escalada de violencia producto de la polarización política, y de la represión gubernamental a partir de 1968, fue en ese tiempo que empezó la distribución de droga en la institución. Era común la noticia de tiroteos entre grupos porriles de ultraderecha y de ultra izquierda, no fue un contexto sencillo, nunca lo ha sido, por la carga simbólica de la autonomía; el peso de la libertad nos obliga a dirimir nuestras diferencias y problemas sin la intromisión externa; sin embargo, la universidad fue capaz de superar ese escenario violento.

En esos años de los setenta, el rector Guillermo Soberón sostuvo la tesis de que la universidad no era extraterritorial, por lo tanto la entrada de la policía no era una violación a la autonomía si se hacía con la intención legítima de persecución de delincuentes de orden común, como sucedió en la madrugada del 10 de agosto de 1973, para perseguir a dos presuntos responsables del asesinato de un estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), el problema es que una vez que el rector rompió ese mito de la autonomía legal, la volvió a utilizar de manera autoritaria e ilegítima el 7 de julio de 1977 contra la huelga de los trabajadores y académicos. De ahí que la defensa de la autonomía sea política, antes que legal*.

La diferencia del tipo de violencia generada en esos años, es que la primera fue producto del sistema autoritario, su cerrazón, la falta de apertura democrática, de ausencia de la política es decir, una violencia de origen político, y la de ahora, es resultado de la descomposición social, la desesperanza, dicho de otra manera, una violencia de origen social. Ya está comprobado que querer resolver la violencia con más violencia sólo la aumenta.

El consumo de drogas, de igual forma, es un tema que rebasa a la UNAM. Se distribuye en todo el país, y hay consumidores prácticamente en todas las universidades. Luego entonces ¿Por qué en la mayor casa educativa hemos llegado a estos niveles de violencia? Porque esos grupos criminales se han aprovechado de la vulnerabilidad de una comunidad como la nuestra, con un campus de mucha porosidad por el libre acceso, no contar con cuerpos policiacos, en resumen, un espacio en el que se respira libertad. Y así debe mantenerse. Ese es el verdadero reto, recuperar nuestro espacio libre en libertad, sin violencia.

Aunado a esto, está la guerra mediática emprendida contra la Universidad Nacional, que amplifica todo lo relativo a la inseguridad en el campus, algunos medios cuando quieren transmiten verdades a medias y otras, verdades amplificadas. Cualquier acontecimiento social replicado dentro de la UNAM adquiere un cariz político, para bien y para mal. Hay muchas cosas que no se dicen sobre la seguridad, pues lo que vende o conviene a algunos, es la inseguridad.

Entran, cohabitan y se movilizan en un día, alrededor de 200 mil personas dentro de Ciudad Universitaria. Para resguardar su integridad física y patrimonial se cuenta con una vigilancia central, de áreas comunes con un total de 800 vigilantes divididos en cinco turnos (matutino, vespertino, dos nocturnos y fines de semana), que en promedio serían 150 vigilantes entre semana; pues ellos, disuaden por semana a casi 4 mil personas para que no consuman bebidas alcohólicas y enervantes dentro de CU. Pero todo eso, no se dice.

Por eso el video del estudiante de la Facultad de Derecho que exige al instante que corran a quienes están ingiriendo bebidas alcohólicas, a pesar de mostrar arrojo durante la grabación, también muestra desconocimiento pleno del funcionamiento de la vigilancia universitaria, pues ésta no es punitiva, no cuenta con armas, sólo es preventiva, disuasiva. Esas amenazas que recibió el joven, las padecen todos los días los vigilantes, sólo que ellos están ahí siempre, no únicamente para grabar un video y aprovecharlo mediáticamente como candidato a consejero universitario. Mientras tanto, esa acción vulnera aún más la institución y su cuerpo de vigilancia.

Es importante discernir sobre la falsa causalidad directa entre consumo y violencia. No, lo que provoca la criminalidad no es directamente el consumo, es la ilegalidad del consumo, que obliga un crimen organizado para el trasiego, soborno, lavado de dinero, intimidación y distribución al margen de la legalidad. De ahí que este reto de los universitarios pueda convertirse en un referente para pensar el problema a nivel nacional. Sucede que desde 1968 la distribución de droga se hizo evidente, fomentada por el propio gobierno, pero el asesinato del presunto narcomenudista Eduardo Valderrama, en junio de 2009 en Ciudad Universitaria, marcó el inicio de otra etapa en la venta de enervantes en el campus, pues antes de eso lo que había eran los distribuidores aislados, independientes por zona y facultad, ese hecho fue más que un ajuste de cuentas, fue el aviso del arribo de toda una estructura criminal, que se dice, obtiene ganancias de hasta un millón de pesos a la semana por ventas en CU.

La Universidad Nacional tiene ante sí, un problema que pareciera un callejón sin salida, pero es al mismo tiempo una oportunidad para poner el ejemplo ante la nación de cómo resolver el incremento de la violencia sin más violencia, y el mejor inicio para ello, es que la comunidad camine conjuntamente. Denostar menos y proponer más. La crítica es un principio irrenunciable, pero debe acompañarse de propuestas para no ser sólo diatribas energúmenas, lacerantes.

Hemos insistido que las iniciativas con mayor margen de legitimidad son las que emanan de abajo o se nutren del sentir de las mayorías. La decisión de poner rejas sin previo aviso sólo replegó el narcomenudeo, no lo redujo. La clave para recuperar la seguridad en la UNAM, es construir comunidad. Ante esto, la pregunta es: ¿Cuáles son las propuestas que pueden construir comunidad, que ayuden a aminorar y resolver el problema?

  • Rechazo a la entrada de la policía y a la violencia, provenga de donde provenga. Esto, antes que propuesta es una postura no negociable.
  • Desde el Consejo Universitario hemos impulsado la idea de la profesionalización del cuerpo de vigilancia, que para el lector ajeno al mundo laboral de la universidad, no es otra cosa que una retabulación del puesto de vigilante, lo que implica mayor salario, más funciones, mejor equipo, más capacitación obligatoria, mayores requisitos de escolaridad. Blindar el cuerpo de vigilancia.
  • Recuperar los espacios perdidos con actividades artísticas, culturales y deportivas.
  • Fomentar foros de debate público, abierto, incluyentes, sobre todos los temas que se cruzan en torno a esta problemática, como son el consumo, la legalización de las drogas, la violencia, la autonomía universitaria, por mencionar algunos.
  • Que quienes gobiernan la universidad se apoyen más en sus cuerpos colegiados como las Comisiones Locales de Seguridad, para tomar decisiones, incluir y escuchar más a sus comunidades. Pasar de una legitimación burocrática institucional, a una legitimación activa, para que las propuestas también provengan de abajo hacia arriba.
  • Difundir y fomentar todo lo otro que también hace bien la universidad, por el bien del país. Ser más propositivos y menos francotiradores.
* El tema de la autonomía universitaria es complejo, pues confluyen distintas concepciones, que difícilmente pueden aclararse en un párrafo, por lo que sugiero la siguiente lectura: La autonomía universitaria en sus múltiples dimensiones
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Imagen: Forbes México                                 www.revistaconsideraciones.com

Sociólogo y Comunicólogo por la FCPyS de la UNAM. Autor del libro Epifanía política y El fin de una era en la UNAM. Twitter @octaviosolis