El PRI y su antidemocratización: ¿El fin del priismo?
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), tuvo en días pasados su XXII Asamblea Nacional en el Palacio de los Deportes, recinto que lució abarrotado y teñido por el rojo, color característico del partido.
En el coloso de cobre, los más importantes priistas del país se dieron cita, Claudia Ruiz Massieu, secretaria general del partido, dio inicio a la asamblea, que contó con la asistencia entre otros, de los secretarios de Estado como José Narro Robles, Antonio Meade y el mismo presidente Enrique Peña Nieto, el hombre que regresó al tricolor a Los Pinos, después de doce años de panismo.
Y es que el PRI, es uno de los partidos del que se ha escrito y hablado mucho por los grandes teóricos de los sistemas y partidos políticos, creadores del partido hegemónico, el presidencialismo y la dictadura perfecta, el PRI, se encuentra en uno de sus momentos más críticos.
El partido resultante de la revolución mexicana, que en teoría recogía las demandas del movimiento armado y por ende defensor de las clases populares, fue desde el inicio un grupo compacto de hombres que se aprovecharon del poder económico y político que brinda el control del país.
Pero como en todo, el PRI permitió la entrada de las diferentes corrientes ideológicas, llevando a un socialdemócrata como Lázaro Cárdenas a la presidencia, lo mismo que a un personaje de derecha como Manuel Ávila Camacho y pragmático como Miguel Alemán.
El autoritarismo del priismo llevó a que muchos líderes sociales fueran perseguidos y asesinados, nadie podía estar fuera del partido, pero incluso dentro de él, se buscó una transformación.
Carlos Alberto Madrazo, líder del partido, intentó hacer una transformación interna en el PRI, con marcadas diferencias con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, buscó democratizar al partido y evitar el llamado “dedazo”. Esto lo hizo ser el enemigo incómodo del régimen, por lo cual el Servicio Secreto Mexicano, lo persiguió y espió.
Fue el 4 de junio de 1969, a las 8:01 de la mañana cuando el avión en el que viajaba Madrazo y su esposa explotó “misteriosamente”, acabando no sólo con la vida del ex gobernador de Tabasco, sino con la esperanza de una transformación del partido.
El mayor cisma del priismo se dio a mediados de la década de los ochenta, la Corriente Democrática, liderada por el hijo del expresidente Lázaro Cárdenas, Cuauhtémoc, junto con Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, trataron igualmente de evitar que el sucesor del presidente fuera electo por éste, y al mismo tiempo buscaron regresar al partido a sus principios nacionalistas y socialdemócratas.
Pero su lucha fue ignorada y el presidente Miguel de la Madrid, decidió elegir a su sucesor a Carlos Salinas de Gortari, con lo cual el PRI sufrió su mayor fractura, creándose un partido que hasta hace poco, era contrapuesto a las políticas neoliberales del priismo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Para finales de septiembre de 1994, afuera del hotel Casa Blanca en Reforma, fue baleado el coordinador de la fracción priista en la Cámara de Diputados, Francisco Ruiz Massieu, horas después moriría en el hospital. Una de las principales líneas de investigación, señala que sería su postura por democratizar al partido, lo que motivaría su asesinato por los “dinosaurios” del PRI.
En vísperas de la elección del candidato para las presidenciales del próximo año y después de la mala imagen que demostró el autonombrado, “nuevo PRI”, el partido busca mostrar una transformación ante la ciudadanía, abriendo las puertas para que un personaje externo al partido pueda ser lanzado a la presidencia.
Pero ese PRI, que por décadas se negó a una transformación, lucha por no extinguirse, comprando votos como en las elecciones del Estado de México, su gran bastión y que estuvo a punto de perder frente a un partido nuevo, al mismo tiempo que se ha visto envuelto en temas de corrupción e impunidad de sus principales miembros.
El PRI, ese partido tan mexicano, que se ha enraizado en la ciudadanía, pero que parece estar en su peor momento, intentando dar unos coletazos para sobrevivir, en un momento en que su extinción parece ser solamente cuestión de tiempo, porque todo lo que sube tiende a bajar.