José Woldenberg y el canto de las sirenas
Homero describe en su obra “La Odisea”, a unos hermosos seres que tienen torsos de mujer y cola de pez que habitan los mares, una de sus características es una gran belleza y un hermoso canto con el que logran atraer a los navegantes, quienes encantados por el sonido de su armoniosa voz terminan cayendo en una trampa mortal, pues aquellos preciosos seres terminan devorándolos.
Hace unos días el Dr. Sergio Aguayo, la Dra. Denise Dresser, Emilio Álvarez Icaza y otros intelectuales y académicos han pedido la anulación de las elecciones en Coahuila y el Estado de México, así como la renuncia de los actuales consejeros, pues consideran que el próximo año no darán la certeza de legalidad para las elecciones presidenciales, por lo que Aguayo a considerado al Instituto Nacional Electoral como “un peligro para México”.
Y es que el INE que se ha visto doblegado e incapaz de resolver las pasadas elecciones, en las que el Partido de la Revolución Institucional (PRI), tuvo un fuerte apoyo del presidente Enrique Peña Nieto y de sus secretarios de Estado para favorecer a sus candidatos, al mismo tiempo que se ha denunciado una millonaria compra de votos.
Ante esta situación el exconsejero del entonces Instituto Federal Electoral (IFE), José Woldenberg Karakowsky, junto con otros intelectuales y académicos como Jaqueline Peschard, Leonardo Valdez Zurita, Rolando Cordera, etc. salieron en defensa de los actuales consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE).
Mediante una carta titulada: “En defensa del INE”, se trata de defender el actuar de los actuales consejeros del órgano electoral mediante ocho puntos, acusando a partidos de tener intereses involucrados, con quejas “artificiales” y con “pura búsqueda de publicidad política”, haciendo que no se vaya al “centro neurálgico de la cultura democrática”.
Por lo cual piden “aceptar la derrota”, o mejor, reconocer la victoria del oponente, al mismo tiempo que debe de ser reconocido el trabajo del INE y no criticado, pues esta institución “respeta la voluntad ciudadana que se expresa en las urnas”.
Cabe señalar que el Dr. José Woldenberg es un “gurú” de la democracia en México, un académico respetable de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, con una larga trayectoria, que posiblemente ha olvidado.
Woldenberg es licenciado en sociología, tiene una maestría en estudios latinoamericanos y un doctorado en ciencias políticas; fundador del sindicato de profesores de la UNAM, por su lucha en defensa de los trabajadores fue llevado preso al reclusorio oriente por unos días.
Siempre “vinculado” a la izquierda, ha sido fundador de distintos partidos como el Socialista Unificado de México, el Mexicano Socialista y el de la Revolución Democrática.
Para finales del siglo pasado, Woldenberg fue hecho presidente del IFE y le tocó presidir la tan anhelada “transición” democrática, dando por terminado siete décadas de priismo y permitiendo la llegada del Partido Acción Nacional (PAN), de allí ser considerado pieza clave de la democracia en México.
Sin embargo, sería también este puesto, lo que lo llevó a olvidar las terribles situaciones de justicia e ilegalidad aún prevalecientes en México, pues en su imaginativo y teórico pensamiento, la democracia es un tema real y presente en el país, por lo cual ha acusado de fantasioso el mítico fraude electoral de 2006 y el procesal de 2012, comparando a México con Suiza, con instituciones fuertes y autónomas.
Alejado de la realidad, Woldenberg ha salido en defensa de un instituto cooptado e ineficaz, que no ha podido resolver los graves problemas político-electorales de las pasadas elecciones, el canto seductor del poder y el renombre, le han hecho olvidar y denostar las denuncias de un país que se ha quedado estancado en el mito de la transición democrática.
Pero al igual que en la novela de Homero, ese encanto puede ser simple y llanamente un camino que lleve a una trampa de desprestigio y complicidad, que ha mancillado una verdadera transformación al país, que se ha limitado a creer que hemos llegado a la meta, cuando sólo estamos corriendo en círculos.