La batalla por la fe: Rusia vs Testigos de Jehová
Alam Yael Bernal Avendaño
Yuri Ivanenko juez del máximo tribunal ruso declaró a la organización de los Testigos de Jehová en Rusia una religión extremista, por considerar sus enseñanzas como una amenaza para los derechos de los ciudadanos, el orden social y la seguridad pública.
Por lo tanto la labor evangelizadora de esta iglesia queda anulada en todo el territorio, obligados a entregar todas sus propiedades a la Federación Rusa por órdenes del Ministerio, por lo cual la violación a la ley podría llevar a sus adeptos a recibir una sentencia de hasta 10 años de prisión.
Ante estos acontecimientos la Watch Tower Bible and Tract Society –nombre oficial de la organización- ha declarado que la decisión del gobierno ruso de declarar a los Testigos de Jehová como extremistas, es una persecución religiosa que atenta contra la libertad de culto, por lo cual apelarán la decisión judicial.
Sin embargo, en Rusia existen varias religiones como la Iglesia Ortodoxa Rusa –la mayoritaria-, ortodoxos armenios, católicos, mormones, musulmanes, budistas, judíos, así también cuentan con el mayor número de ateos en el mundo, consecuencia de las enseñanzas de la era soviética.
Los Testigos de Jehová tienen su origen en 1870 en el estado de Pensilvania, Estados Unidos, fundados por Charles Taze Russel, actualmente tienen su sede central en Brooklyn, Nueva York. Es considerada una secta fatalista pues se encuentran en constante espera del fin del mundo, por lo cual sus miembros mantienen una férrea predicación anunciando el eminente fin de la humanidad.
Aunque la decisión del gobierno ruso de expulsar a los Testigos de Jehová de su país se debe a distintos factores que van más allá de una persecución, entre los que destaca ser una secta totalitaria, esto se debe a la fuerte influencia que ejercen sobre sus miembros, limitando sus derechos civiles e incluso controlar aspectos de su vida privada, como su forma de vestir y su relaciones amorosas; el infringir estas reglas son motivo de expulsión.
Este proceso consiste en un comité jurídico en el que participan tres ancianos –nombre que reciben los pastores del grupo-, allí se debe de confesar todas las actividades ajenas a la organización que han cometido, dicho juicio es considerado por el investigador y escritor Robin de Ruiter, como intimidante y causante de un grave sufrimiento mental que ha llevado a muchos de sus miembros al suicidio, pues la separación significa cortar relaciones con todos los integrantes de la organización, incluso con los propios familiares y principalmente con Dios.
En agosto de 1986, en la revista La Atalaya, órgano de difusión de la organización, indicaba que los jóvenes deben de tener una educación principalmente bíblica, por lo cual la educación superior debe quedar relegada a segundo término, pues esto hace que inviertan menor tiempo a su tarea de proselitismo religioso.
Pero sin duda alguna, la postura más controvertida de la organización, es su negación a la transfusión de sangre, tomando de forma literal varios textos bíblicos del antiguo testamento, como el de Levítico 17, 10-12 donde se menciona la prohibición de “no comer sangre”, extendiéndola al ámbito médico.
Esta enseñanza ha llevado a la muerte a varias personas pertenecientes al grupo, las cuales incluyen niños y ancianos, como el caso de la pequeña niña rusa Vanya Orlukóvich, de diez años que falleció en septiembre de 2010 tras la negativa de su madre de dar el consentimiento para una transfusión de sangre.
De Ruiter considera que “es preocupante el que muchos crean que los Testigos de Jehová no representan un problema. En efecto, esta organización destructiva es una amenaza creciente […] Pues está fuera de toda duda que los estragos psicológicos que causan los Testigos de Jehová sobre el individuo, la familia y la sociedad representan un peligro inmenso para la salud pública”.