María Guadalupe González o el retorno a la gloria
Leopoldo Lezama
La mexicana decidió apretar el paso en la última vuelta, faltaban 300 metros para terminar los 20 kilómetros marcha, y del grupo puntero donde venían dos chinas, una italiana y María Guadalupe González, sólo dos quedaban para el cierre. El juez se acercó a la mexicana y sacó la segunda amonestación, por primera vez en muchos años la gente se levantó de sus asientos y exclamó un grito que había sido recurrente durante muchas olimpiadas “¡la van a descalificar!”. Regresó el fantasma que sacó de la competencia a Daniel Bautista en Moscú 1980, cuando todo México se quedó esperando su salida del puente que lo conduciría al estadio para coronarse con el oro. Pero a María Guadalupe no le importó y apretó más el paso, la china Lu también tenía dos amonestaciones pero siguió adelante. María Guadalupe le sacaba dos cuerpos, faltaban 200 metros, un juez se acercó de nuevo a la mexicana y a todos se nos heló la sangre; el juez sólo verificó el número y entonces ya sólo quedaba el cierre. Ninguna de las dos tenía ya piernas, ni pulmones, parecía que estaban terminando una prueba de velocidad y no de resistencia. Faltan 50 metros y van codo a codo. La china se adelanta, María Guadalupe se le empareja, faltan veinte metros y el locutor se atraganta con sus propias palabras “¡Qué cierre, estamos ya muy cerca de la meta, Lu, González, Lu, González, Lu, González! ¡México va a ser medalla! ¡Que sea de oro! ¡Que sea de oro! ¡Se la lleva la china! ¡Qué carrera para la historia!”
Para la delegación de atletismo que representó a México en los juegos de Río 2016, el triunfo de María Guadalupe González les sacó las castañas del fuego. La falta de preparación y planeación, el pésimo nivel de competitividad con que llegaron la gran mayoría contrastó con el triunfo de Lupita, como le empezaron a llamar en todos los medios. “En México hay más Lupitas milagrosas”, decía otro comentarista por la televisión. Hasta entonces México sólo tenía una gris medalla de bronce de la que se colgó la muy golpeada CONADE y su titular, Alfredo Castillo, miembro honorario del corrupto Partido Revolucionario Institucional, célebre por el desastroso caso Paulette cuando fue Procurador de Justicia en el Estado de México con Peña Nieto, y también por la matanza de Apatzingán, cuando fungió como responsable de la paz en Michoacán en medio del fuego del narcotráfico y las autodefensas. Una trayectoria inmejorable para presidir el deporte en México.
Pero lo de María Guadalupe no fue ningún milagro, aunque casi. La joven de 27 años oriunda del Estado de México, consiguió su boleto a las olimpiadas luego de un dramático primer lugar en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, donde su cuerpo deshidratado se desplomó después de cruzar la meta. Este desgaste brutal es común en la marcha de 20 y 50 kilómetros, una prueba límite en que es común los desmayos, los calambres, el vómito, la baja de presión, la arritmia cardiaca. Con ese triunfo llegó María Guadalupe, miembro de la Armada de México y estudiante de Administración de Informática en la Universidad Autónoma del Estado de México.
Durante décadas, México fue potencia en marcha, una disciplina hecha sólo para súper organismos, pues aquí no se camina ni se corre, y se trata más bien de una disciplina intermedia que exige avanzar rápido con los pies pegados al suelo, lo que exige un feroz esfuerzo de las piernas. Durante la década de los 70, 80 y 90, México dominó la disciplina y las ex repúblicas socialistas se toparon con pared olimpiada tras olimpiada. Pero desde Sidney 2000, con la descalificación de Bernardo Segura, se rezagó y olvidó la marcha en México. Otras disciplinas crecieron, el taekwondo, los clavados, y hasta en fútbol hubo medalla de oro. Pero por años se perdió la tradición de esperar la marcha, fuera mañana, noche o madrugada, porque sabíamos que “en el pelotón estarán los mexicanos”, “ahí en el grupo puntero va el mexicano”, “todavía el mexicano va hasta adelante”, y en esa historia se escuchó el himno nacional con Ernesto Canto, Raúl González, Daniel Bautista.
Y lo que María Guadalupe González recuperó no sólo fue la tradición de la marcha, sino la sensación de que México está al frente en la competencia más difícil, la más desgastante, donde no es un argumento estar entre los 10 mejores porque lo natural es ver al mexicano marcando la competencia, o “entre los punteros”, listo para atacar en el cierre. Porque México es país de ídolos, necesitado de “punteros”, de triunfos, de momentos cumbre que serán un referente para un pueblo hambriento de resaltar, de inmortalizarse en 20, 30 metros de gloria.