Carlos, Fuente inagotable, muerte premonitoria
@octaviosolis y Carlos López
La muerte de Carlos Fuentes* significa todo eso que los medios, las redes sociales, las voces en los pasillos y los murmullos en los cafés mencionan: una enorme pérdida de la cultura y las letras mexicanas; sin embargo, es fundamental ubicar su deceso en al menos dos coordenadas para dimensionar el significado de la pérdida de un intelectual cuya obra, trayectoria, personalidad son de honda huella, además de polémicas. Las coordenadas son: en términos generacionales e histórico político.
Su muerte es una especie de premonición, de anuncio frente a una catástrofe política nacional que parece inminente y que se puede sintetizar en una sola frase: el regreso del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a Los Pinos, ese PRI cuya formación política fue representada con maestría en La muerte de Artemio Cruz; que hizo de la corrupción, el fraude, el amiguismo, la cooptación y el asesinato, una cultura política que aparentemente estaba agotada en el 2000 y que ahora, doce años después, vuelve a ser considerada por millones de mexicanos como la fórmula que se necesita para acabar con la violencia que azota importantes regiones del país.
La actual contienda electoral ha servido para demostrar que México se encuentra dividido en dos partes: de un lado, la gente que apoya incondicionalmente a Enrique Peña Nieto, “un hombre de muy escasos recursos intelectuales y políticos”, tal como lo describió el propio Fuentes; y del otro, la gente que se opone francamente a que el candidato del tricolor ocupe la Presidencia de la República.
Este último grupo, debido a múltiples factores políticos, sociales, económicos, ideológicos y culturales, se encuentra dividido en varias partes: un sector progresista que se ha mantenido movilizado desde 2006 en torno al proyecto político de Andrés Manuel López Obrador; otro tanto que busca continuar en el poder o, por lo menos, negociar ciertos espacios de participación política, a pesar de que su base social se encuentra profundamente desgastada gracias al fracaso sistemático de su proyecto; uno más pequeño en comparación a los otros dos, que simpatiza ingenuamente con las propuestas políticas, todas de corte neoliberal de Gabriel Quadri y que en realidad le darán todas las herramientas necesarias a la cacique Elba Esther Gordillo para que siga negociando cuotas de poder; afuera de este marco quedan los indecisos, los anulistas, los abstencionistas, los detractores e indiferentes al proceso electoral que también forman un sector considerable en términos cuantitativos.
Este complejo panorama electoral; sin embargo, demuestra algo todavía más alarmante: más allá de división entre seguidores y detractores de Enrique Peña Nieto, la sociedad mexicana converge mayoritariamente en un proyecto conservador que mantendrá exactamente el mismo perfil que los gobiernos anteriores, independientemente de quién sea el candidato ganador. Priistas, panistas y neoaliancistas, convencidos o no, votarán por la continuidad del neoliberalismo, la criminalización de la protesta social, la descomposición de la vida pública y la subordinación de la soberanía nacional a los intereses de otros Estados y sus organismos transnacionales. En resumen, el pueblo de México recurre a un voto conformista, derrotista, sabedor de lo que significa que regrese el PRI, a cambio de una paz simulada.
Carlos Fuentes había señalado hace unos cuantos meses que los problemas del país eran muy grandes y nuestra política muy pequeña, que los partidos tradicionales no ofrecían soluciones ni respuestas. Parece que en este caso particular, tenía razón. Pero hay que señalar que en los últimos seis años no se ha articulado una sola iniciativa política importante que se proponga transformar la realidad de este país. El único gran movimiento social que vivió México durante el sexenio de Calderón, puso en la agenda nacional la lucha contra la violencia y la defensa de los derechos humanos. Más allá de eso: nada.
Con Fuentes muere también la figura del intelectual autorizado para opinar sobre todos los temas de la vida social y política de México. Muere uno de los últimos grandes escritores mexicanos que supieron darle a nuestro continente una voz universal y cosmopolita. Muere un hombre lúcido, que representa a toda una generación que dejó una inmensa obra cultural cuya influencia se extiende hasta nuestros días. Nuestra generación, sin embargo, no debe sólo lamentar, sino también celebrar la muerte de Carlos Fuentes, lo cual significa asumir plenamente la tarea de pensar y escribir nuestro país desde la universalidad.
Con su deceso, se cierra además toda una era en La cultura en México. En años recientes han fallecido poco a poco las últimas grandes figuras de generaciones importantes de intelectuales en nuestro país, la del propio Fuentes, conocida como la Generación de Medio Siglo y la del 68; hace unos cuantos días murió Eduardo Valle “El Búho”. Su influencia perdura, su obra ha trascendido, pero la realidad nos exige un mayor esfuerzo a quienes hemos heredado una nación a punto del abismo.
Por delante tenemos una tarea inmensa: construir la mayoría, pero no desde el clientelismo y la burocracia, no desde la vieja cultura política, sino desde la creatividad, la imaginación y la crítica. Es un camino muy largo y difícil de andar, pero no por ello debemos renunciar a él. En este sentido, retomamos la experiencia de generaciones pasadas e invitamos a todo aquel que quiera sumarse a un debate abierto de ideas. Consideraciones es sólo un espacio que quiere contribuir al desarrollo de esta lógica, pero hace falta construir muchos más. Los partidos políticos, el sistema entero ha fracasado. Es hora de asumir nuestro compromiso con el tiempo y con la historia.
Publicado originalmente el 16 de mayo de 2012